La anexión del Chaco Paraguayo es parte de la estrategia de “refundar” Bolivia

Editorial – ABC Color

EvoMilitar Desde el momento mismo en que asumió el poder, el presidente Evo Morales inició una sistemática campaña de adoctrinamiento político del cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas de su país –con fuerte énfasis en los desechos ideológicos del marxismo– para comprometerlos con su aventura personal de búsqueda de fantasías para supuestamente “refundar” Bolivia.

Para el efecto se propuso, primero, fortalecer el crecimiento económico del país mediante la estatal explotación y comercialización de sus abundantes recursos naturales, y segundo, repotenciar sus maltrechas Fuerzas Armadas con la ayuda de su mentor y aliado bolivariano marxista Hugo Chávez. Es bueno que los paraguayos estemos atentos a los acontecimientos que impulsa el gobierno del Altiplano, pero también debemos cuidarnos de quienes internamente anteponen sus intereses ideológicos para conspirar contra nuestro país.



Tal como lo hizo Hitler en su tiempo, desde el momento mismo en que asumió el poder el presidente Evo Morales inició una sistemática campaña de adoctrinamiento político del cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas de su país –con fuerte énfasis en los desechos ideológicos del marxismo– con el propósito de comprometerlos, colectiva e individualmente, con su aventura personal de búsqueda de fantasías para supuestamente “refundar” Bolivia. Como hijo y fruto de un medio étnico y geográfico singular, Evo Morales tiene la ilusión de ser el vindicador de sus antepasados incaicos y de restaurar para su patria la alícuota parte de la pasada grandeza imperial del Tahuantinsuyo.

Hitler, al asumir el poder en enero de 1933, estableció dos objetivos geopolíticos clave para el III Reich que se proponía consolidar, y que debía durar mil años, según su afiebrado ensueño. Primero, restaurar Alemania como potencia militar y económica, libre de las severas restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, y logrado esto, expandir su territorio a expensas de los países vecinos de Europa central: Austria, Checoslovaquia y Polonia.

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Evo Morales, por su parte, desde que tomó el control político de su país, tras forzar la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, a fines de 2003, al costo de más de 60 bolivianos muertos, se metió en el entrecejo la quimera de “refundar” Bolivia: primero, fortaleciendo el crecimiento económico de ese país mediante la estatal explotación y comercialización de sus abundantes recursos naturales, sobre todo gas y petróleo, y segundo, repotenciando sus maltrechas Fuerzas Armadas con la ayuda de su mentor y aliado bolivariano marxista Hugo Chávez.

Mientras la pretendida gran estrategia del Gobierno boliviano en lo atinente a sus asuntos internos es bien conocida y no es muy diferente a la de cualquier otro país de la región, no puede decirse lo mismo de lo que hace a su política de relacionamiento con países limítrofes, en particular con los ex beligerantes: Chile y Paraguay. En ese sentido, a priori, es poco probable que Evo Morales tenga un plan de guerra contra ambas naciones, sobre todo contra Chile, dada la absoluta supremacía militar del país trasandino. Sin embargo, hay una amplia consistencia acerca de la dirección en que el Gobierno boliviano podría marchar con relación a su estrategia belicista con respecto al Paraguay.

Como buen artista de la ambición, Evo Morales, una vez alcanzados los objetivos básicos de su política interna, tiene la intención de lanzarse a la aventura de buscar, a como dé lugar, la concreción de los dos ensueños seculares de su nación: uno imposible, salida soberana al Pacífico, y otro posible –aunque no probable–, la recuperación del Chaco Boreal, territorio que Bolivia considera hasta hoy día como suyo, y que supuestamente le fue usurpado por el Paraguay tras la guerra de 1932-1935.

Incapaz de hacer frente a la superioridad militar de Chile, para la consecución de su objetivo, Evo Morales apuesta a la diplomacia y a las fuerzas económicas que puedan generarle los ingentes recursos naturales de su país, en tanto que para la anexión del Chaco, su opción es la guerra. Así de simple y brutal.

Ante este amenazante escenario potencial generado por la ambición territorial del bolivariano marxista Evo Morales, como sucedió en el pasado, muchos paraguayos se muestran hoy renuentes a admitir la posibilidad de una nueva agresión armada por parte del país vecino por la posesión de nuestro territorio occidental, rescatado con la sangre de una heroica generación de paraguayos que tuvo que hacer frente a “un enemigo tenaz y a una naturaleza hostil”, al decir del glorioso conductor de nuestro Ejército, el Mariscal José Félix Estigarribia. Este escepticismo de algunos ciudadanos –fingido o real– es tan peligroso como el dilema de seguridad que enfrenta nuestro país por culpa del armamentismo boliviano.

Más allá de las fanfarronadas con que frecuentemente se despacha el presidente Morales contra Chile, su estrategia hacia ese país se limita –y continuará limitada– a majaderías diplomáticas recurrentes para la obtención de un acceso soberano al Pacífico, a sabiendas de que su reclamo es de atendimiento imposible, pues ninguna nación entrega así nomás a otra su soberanía, ni parte de ella. Pese a ello, es probable que esta inútil porfía diplomática de Bolivia continúe en las calendas griegas.

Mientras tanto, en círculos políticos y militares bolivianos no es ningún secreto de Estado el hecho de que con frecuencia el presidente Morales manifiesta a los altos mandos militares de su país que para que la recuperación del Chaco pueda llevarse a cabo, es indispensable que primero Bolivia resuelva sus problemas económicos mediante la explotación de sus recursos naturales y la expansión de su comercio, y que las perspectivas de éxito geopolítico se ven altamente favorecidas con la creación de Unasur y la solidaridad armada de los gobiernos “antiimperialistas” de la región, en particular, de Venezuela.

Pese a las reiterativas protestas de pacifismo y de buena vecindad que el presidente Evo Morales proclama por doquier, su verdadero pensamiento coincide con el que el doctor Daniel Salamanca expresó en 1927, antes de ser presidente de la República, en ocasión del incidente del fortín Sorpresa, que costó la vida al teniente paraguayo Adolfo Rojas Silva: “El Paraguay es un pequeño país que abusa ahora de nuestra cuasi imposibilidad de llegar al Chaco con nuestras fuerzas. Lo que debe hacer Bolivia para discutir la cuestión de límites con el Paraguay es presentarse en el Chaco, si acaso no sobre el río Paraguay. Es decir, presentarse allí con la posibilidad de trasladar a esa región nuestras fuerzas militares para un caso de conflicto… Así el Paraguay se mostrará más tratable…”.

Fiel a su rancia extracción antipatriótica, la Legión Paraguaya de Fernando Lugo seguramente va a continuar liderando la campaña contra el mejoramiento de la capacidad militar de nuestro país, y defendiendo a capa y espada la hipócrita actitud pacifista y de buena vecindad con que quiere engatusarnos su compañero de ruta bolivariano marxista.

Es bueno que los paraguayos estemos atentos a los acontecimientos que impulsa el gobierno del Altiplano, pero también debemos cuidarnos de quienes internamente anteponen sus intereses ideológicos para conspirar contra nuestro país.

Asunción del Paraguay