Los debates presidenciales, una tradición americana

Obama y Romney mantendrán tres cara a cara cruciales para apuntalar sus opciones hacia la Casa Blanca

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Kennedy y Nixon en el primer debate televisivo de la historia de EE UU. / Archivo



ÓSCAR BELLOT / MADRID – abc.es

Barack Obama y Mitt Romney mantendrán tres debates televisivos de cara a las elecciones del 6 de noviembre: el 3 de octubre en la Universidad de Denver (Colorado), sobre política interior; el 16 de octubre en la Universidad de Hofstra (Nueva York), en el que deberán responder a preguntas formuladas por los electores; y el 22 de octubre en la Universidad de Lynn (Florida), sobre política exterior. Además, los aspirantes a la vicepresidencia, Joe Biden y Paul Ryan, confrontarán sus posturas el 11 de octubre en Kentucky. Unos duelos que engrosarán la tradición que arrancara en 1960 con los cruciales enfrentamientos librados por John F. Kennedy y Richard Nixon y que ha servido desde entonces para cimentar las opciones de algunos y tumbar definitivamente las esperanzas de muchos otros.

– John F. Kennedy – Richard Nixon (1960): El 26 de septiembre de 1960 quedaba inaugurada la era de los debates televisivos en EE UU. Los estudios WBBM-TV de Chicago fueron el escenario escogido por el aspirante demócrata y el por entonces vicepresidente republicano para presentar sus propuestas. Retransmitido simultáneamente por la NBC, la CBS y la ABC, representó un desastre para Nixon, quien se mostró impreciso y sudoroso ante las cámaras mientras JFK hacía gala de una actitud relajada y un perfecto dominio de los temas. Los que contemplaron el debate por televisión dieron como vencedor al senador por Massachusetts, en tanto que quienes lo seguían por la radio otorgaron la victoria a Nixon. El republicano se llevó el triunfo en los dos siguientes duelos en tanto que los analistas de la época apuntaron a un empate en el último. Pero el impacto del primero resultó crucial para que Kennedy destrozase la imagen de político inexperto que trataba de dibujar la campaña de Nixon. Su victoria final, por poco más de cien mil votos, podría no haberse dado de no haberse impuesto en dicho cara a cara.

Los debates televisivos revolucionaron la campaña en 1960, pero no volvieron a darse hasta 1976. En 1964, Lyndon Johnson los rechazó al contar con una gran ventaja sobre su oponente, Barry Goldwater. Cuatro años después, Nixon hacía lo propio, escarmentado por lo sucedido en su pugna con Kennedy, y también se negó a debatir con George McGovern en 1972. De esta forma, los estadounidenses no tuvieron oportunidad de volver a ver a los contendientes frente a frente en televisión hasta las elecciones que enfrentaron a Carter y a Ford.

– Jimmy Carter – Gerald Ford (1976): La Liga de Votantes Femeninas impulsó los tres debates que habrían de mantener el candidato demócrata y el por entonces presidente republicano, a los que se sumaría, por primera vez en la historia, uno entre los dos aspirantes a la vicepresidencia, Walter Mondale y Bob Dole. Ford se llevó el gato al agua en el primero, sobre asuntos domésticos, pero patinó en el segundo, sobre temas internacionales, cuando negó que existiese un dominio soviético en la Europa del Este. Carter aprovechó el error de su adversario y terminó llevándose la victoria final.

– Ronald Reagan – Jimmy Carter (1980): El aspirante republicano y el candidato demócrata mantuvieron un único debate, celebrado el 28 de octubre en Cleveland (Ohio), después de que el por entonces presidente se negase a acudir al fijado para el 21 de septiembre en Baltimore, en el que sí estuvo presente el independiente John Anderson. Finalmente, Carter se vio obligado a aceptar el cara a cara con Reagan a apenas una semana de las elecciones. Desgastado por la crisis de los rehenes y los problemas económicos que aquejaban al país, el demócrata trató de presentar a Reagan como un extremista que podría precipitar una guerra nuclear con la Unión Soviética. A ello respondió el antiguo actor tirando de tablas frente a las cámaras y preguntando al electorado si estaba mejor que cuatro años atrás. El debate tumbó definitivamente a Carter, que lideraba hasta entonces las encuestas y que acabó perdiendo los comicios por casi diez puntos.

– Ronald Reagan – Walter Mondale (1984): El 7 de octubre, en Kentucky, Walter Mondale daba la sorpresa al imponerse en el primero de los dos debates previstos al popular Ronald Reagan. El exvicepresidente demócrata se había preparado a conciencia para defender sus medidas en tanto que su adversario había pecado de exceso de confianza. Dos semanas después, en Kansas City, el republicano reparaba la falta arremetiendo contra la supuesta debilidad de su rival en asuntos de defensa y despejando los ataques sobre su edad como mejor sabía hacer: bromeando. Había cortado de raíz cualquier esperanza de recuperación de un Mondale al que infligiría una de las más apabullantes derrotas de la historia.

– George H. W. Bush – Michael Dukakis (1988): Tras un primer cara a cara sin demasiada trascendencia, el demócrata acabó con sus opciones de llegar a la Casa Blanca al responder la primera pregunta formulada por el moderador. Tachado de ‘hombre de hielo’, el gobernador de Massachusetts aseguró que no defendería la pena de muerte ni aun en el caso de que su esposa fuese violada y asesinada. Su respuesta, fría y desapasionada, se convirtió en la mejor carta para un Bush que no tuvo problemas para imponerse en noviembre.

Bill Clinton – George W. H. Bush – Ross Perot (1992): La presencia del multimillonario Ross Perot y la introducción de preguntas del público en uno de los tres debates aportó aire fresco a los cara a cara televisivos de la campaña que acabaría aupando al gobernador de Arkansas a la Casa Blanca. El candidato independiente fue el más hábil en el primero de los duelos mientras que Clinton se llevó el segundo haciendo gala de una naturalidad y una calidez situada en las antípodas de un frío y desapasionado Bush al que la evolución de la situación económica había puesto en jaque.

– Bill Clinton – Bob Dole (1996): Tras un primer debate centrado en la política exterior sin demasiada trascendencia, el senador republicano trató de poner contra las cuerdas a Clinton a cuenta de los escándalos en curso de su Administración. Pero el demócrata se fajó a la perfección centrando el discurso en las propuestas para mejorar el futuro de los estadounidenses. Con una economía en expansión, supo presentar a su adversario como un político poco compasivo con los más necesitados y un defensor de ideas gastadas. En noviembre, barrería en los comicios.

– George W. Bush – Al Gore (2000): El escudero de Clinton llegaba con ventaja a los debates frente al primogénito del cuadragésimo primer presidente de EE UU. En el dominio de los temas fue claramente superior a Bush. Pero la arrogancia le jugó una mala pasada. En lugar de conectar con los televidentes, parecía un profesor tratando de aleccionar a los alumnos más retrasados. Bush, en cambio, se mostró más campechano, cautivando a los electores. El republicano contaba con unas bajas expectativas y las superó con creces, aguantando el envite del demócrata en temas internacionales y aprovechando sus errores en asuntos como el control de armas a cuenta de la reciente matanza de Columbine. Los debates le permitieron remontar en las encuestas y en noviembre alcanzó la Casa Blanca.

George W. Bush – John Kerry (2004): El candidato demócrata salió triunfante de los tres debates con el presidente republicano, atacando su gestión económica y arremetiendo contra el curso de la guerra en Irak, pero en noviembre se le escapaba la victoria, demostrando que los cara a cara no siempre sirven para cambiar el curso de la carrera electoral. Sus enfrentamientos se recuerdan también por el sospechoso bulto que apareció en la espalda de Bush en la primera contienda que libraron frente a las cámaras y que algunos atribuyeron a un receptor de radio que permitiría a sus asesores darle algunas repuestas en tanto que su campaña aducía que se trataba de una arruga en el traje.

Barack Obama – John McCain (2008): Los tres debates de la campaña resultaron cruciales para apuntalar las opciones de Obama. Con el viento de las encuestas soplando a favor del demócrata, el aspirante republicano confiaba en hacer valer su mayor experiencia frente a un candidato al que trataba de pintar como inexperto. Por el contrario, Obama supo maridar a la perfección el docto estilo de un profesor de derecho constitucional con la empatía que había caracterizado toda su carrera política. En ningún momento logró McCain su objetivo de ponerle nervioso, quedando definitivamente expedito su camino hacia la Casa Blanca.

Fuente: abc.es