Bolivia en una burbuja

Roberto Ortiz Ortiz*

RORTIZ La nacionalización de hidrocarburos en el año 2006 ha sido el motor fundamental para inflar una burbuja en el país que representa un supuesto bienestar económico y social. Esta burbuja ha logrado camuflar -gracias al accesible rentismo que provoca- un estado que crece descontroladamente con altos niveles de centralización, ineficiencia, despilfarro y corrupción.

La exportación de hidrocarburos no solo ha financiado el aumento del tamaño de un gobierno de burócratas sino también ha incrementado en seis veces el presupuesto general de la nación.



Países vecinos y algunos ejemplos europeos nos han mostrado en la historia como manejar este aumento en el presupuesto, para contribuir al desarrollo económico y social de los países.

En Bolivia, el presupuesto general de la nación tiene una peculiar distribución puesto que el gobierno -a pesar de jactarse en ser un estado que beneficia a la sociedad- solamente gasta un 1.9% en bonos sociales, un 4% en municipios, un 5% en gobernaciones y un 3% en universidades.

Por otro lado casi un 50% del presupuesto ha servido para la creación de más de 20 empresas públicas que a la fecha no presentan utilidades, además de un gigantesco aumento ineficiente de funcionarios públicos dedicados en tiempo completo a la burocratización y corrupción del sistema judicial y administrativo del país acompañado con variados gastos innecesarios como estadios que no se usan, mercados que no venden y murales y estatuas que no son admiradas por los bolivianos.

Nos encontramos dentro de una burbuja que creció de la noche a la mañana por el boom exportador de hidrocarburos y bajo una cortina de dinero ficticio, causa de una emisión monetaria que ha aumentado de -7 mil millones el año 2006- a -32 mil millones para este año-.

Es preciso predecir que cuando termine esta suerte de los precios internacionales de los hidrocarburos y la inflación de la canasta familiar sea tan exagerada por el incremento de masa monetaria. Los bolivianos caeremos en cuenta de que nuestro poder adquisitivo es insignificante, que no contamos con suficientes empresas privadas dedicadas a productos no tradicionales y que las libertades individuales han sido totalmente controladas como para hacerle frente a la explosión de la burbuja, que no es otra cosa que –la realidad-.

Este ha sido, sigue y seguirá siendo un gobierno que conduce a Bolivia por una historia continua de oportunidades perdidas.

*Estudiante de ingeniería comercial