“Liquidadlo para que no estorbe”

Condenado a 20 años de cárcel un empresario que contrató a un sicario para asesinar al hombre que le arruinó

Algunos de los acusados por el asesinato de Sabadell, durante el juicio. / ALBERT GARCIA



El empresario Francisco B. llegó a su oficina, en una nave industrial de Sabadell, a las 9.05. Había concertado una cita con Juan José Benedet, un viejo conocido que le había vendido coches de lujo. Benedet, dueño de un taller en la calle Aragó de Barcelona, se había ofrecido a buscarle comprador para unos terrenos que poseía en el puerto de Tánger. El acuerdo con los compradores iba a cerrarse esa misma mañana, martes 13 de enero de 2009. Benedet, hombre de turbio pasado —con antecedentes por blanqueo— había estado días antes haciendo prácticas de tiro con un amigo al que había confesado su adicción a la cocaína. Esa mañana le dolía la cabeza. Su anfitrión le ofreció un vaso de agua y dos aspirinas. Llegó el presunto inversor, Gatsby Abel Acevedo —un portorriqueño con antecedentes por amenazas, robos y tráfico de drogas en Estados Unidos— que entró en el despacho acompañado por dos hombres. Ninguno de los dos empresarios les conocía. Ultimados los detalles, Acevedo y los suyos salieron. “A buscar el dinero”, dijeron.

En vez de eso, regresaron con dos hombres armados. “¡Todos al suelo!”, gritó Pedro Escudero, alias Carlos, que esgrimía una pistola con silenciador. Benedet intentó resistirse. Le aplacaron con las culatas de las armas y un extintor. Se oyeron cuatro disparos. A Francisco B. le obligaron a estirarse boca abajo, le vendaron los ojos y le llevaron al baño. Empezó así un calvario que acabó con uno de los empresarios muerto y el otro, secuestrado y apaleado.

Carlos obligó a Francisco B. a pasar las yemas de los dedos por dos pistolas, unos casquillos de bala y el palo de una fregona. Después, le hizo apuntarle a la cara con un arma y le tomó fotografías. “¿Te gustaría que tuviera munición?”, bromeó el agresor. En el baño, le asedió a preguntas: “¿Dónde tienes el dinero? Benedet tenía que blanquear tres millones para nosotros a cambio de un millón y se lo quedó todo”.

El sicario grabó a escondidas la reunión en la que el constructor le ordenó matar

Ocho horas después de haber llegado a la oficina, Francisco B. fue trasladado por la fuerza al hotel Barberà Parc en coche. De camino, le enseñaron un plástico enorme que, supuestamente, envolvía el cadáver de su amigo. “Si hablas con quien no debes, empezaré por tus hijos, luego iré a por tu mujer y finalmente por ti. Estás de mierda hasta el cuello, porque he enterrado un trozo del cuerpo del Benedet en uno de tus terrenos. Acuérdate de que tocaste el arma que lo mató”, le espetó el sicario, que acaba de ser condenado a 36 años de cárcel. También le informó de que debería hacerse cargo de las deudas que su “socio” había dejado.

La extorsión se prolongó cuatro meses, bajo la amenaza de ser “abierto en canal con una navaja”, llegó a desembolsar un total de 700.000 euros, entre dinero en efectivo y coches. Mientras tanto, el destino de Benedet era una incógnita. Hasta que, en mayo, Francisco B. decidió acudir a la policía y explicarse. En el juicio, el abogado Javier Melero ha ejercido en su nombre la acusación particular.

Carlos y su banda cayeron en manos de la Guardia Civil tras una compleja investigación. En noviembre de 2009, y tras haberlo negado cuatro jueces ante el juez, Carlos acabó confesando: había enterrado el cuerpo del presunto estafador en Ullastrell, a 16 kilómetros de la nave, tras matarlo de cuatro disparos. Los agentes hallaron el cuerpo un metro bajo tierra, descompuesto. En el registro de su casa, hallaron un revólver y… una grabadora digital. Uno de sus archivos, de más de una hora, dio un vuelco sorprendente a la historia.

El inductor trató de cobrarse, mediante la extorsión, la deuda de su víctima

El archivo contenía la grabación de una reunión ocurrida en enero de 2008, un año antes del secuestro y asesinato de Benedet. Para cubrirse las espaldas, Carlos grabó la petición del veradero cerebro del crimen: Francisco Tudela, conocido como Paco, un empresario local de 60 años al que Benedet había dejado, supuestamente, en la ruina. La cinta contenía “evidencias reveladoras” de un “acuerdo premeditado” para matar a la víctima, según los informes policiales que obran en el sumario, al que ha tenido acceso este diario. Con extrema frialdad, Paco había planeado vengarse. Ordenó a un grupo de matones que averiguaran dónde escondía “grandes sumas de dinero” para, después, matarle. Las fincas de Tánger fueron el pretexto para el acercamiento. El diálogo es explícito:

Paco: “Estas fotos son las del otro hombre. Esto tenéis que hacerlo después porque es más fácil”.

Carlos: “¿Qué es lo que quieres hacer con éste”? [en alusión a Benedet].

Paco: “Yo, mira, sinceramente… Liquidadlo, hombre es la solución para que no nos estorbe luego”.

En el archivo sonoro, el constructor relata las supuestas estafas de Benedet que le dejaron sin un real. “Me robó entre 75 y 80 millones de pesetas”, explica. También narra cómo engañó a otro amigo simulando el robo de unos diamantes azules en un viaje a Amberes. En la conversación, da a sus hombres detalles sobre la vida familiar de su enemigo: “Su mujer sale cada día a las 8, en un Mini blanco nuevo, con capota negra. Sale de un parque y lleva a los niños al colegio. Tiene dos niños, de 12 y 8 años”. No le importó esperar: “Dejo pasar un tiempo, un año, porque así él no se piensa nada, él se piensa que yo… Ni cuenta conmigo”, afirma.

Un año después, en efecto, sus órdenes se cumplieron. Paco ha sido condenado ahora por la Audiencia de Barcelona a 20 años de cárcel como inductor del crimen.

Fuente: elpais.com