Tanta crueldad, ¿por qué?

Maggy Talavera

MAGGY2 No sé cuál tecla tendremos que accionar en esta maquinaria que nos mueve como sociedad para ponerle atajo a tanta crueldad. ¿Qué podemos hacer para evitar que se expanda como virus mortal y se transforme en un mal sin cura? ¿Ignorar a portadores del mal o someterlos a escarnio público? ¿Ahogarlos en el llanto de sus víctimas, al que sumamos nuestro propio llanto? Algo tendremos que hacer, porque está cada vez más claro que no bastan las leyes que mueren sobre un papel, ni las amenazas de combatir con más barbarie a los crueles que van sembrando muerte y terror por donde pasan.

Terror y muerte fue lo que dejaron en El Alto unos tipos que no pueden ser llamados de humanos, a los que no les bastó quitarle la vida a una joven universitaria de veinte años. Terror y muerte fue lo que dejó también en un barrio humilde de Santa Cruz de la Sierra otro hombre que, enceguecido vaya a saber uno por qué demonios, mató con tiros certeros a tres niños de entre cuatro años y ocho meses, y dejó en agonía a los dos abuelos que cuidaban de los pequeños. Terror y muerte es lo que muchos otros y otras han ido ‘sembrando’ por toda Bolivia, con total impunidad.



Me niego a aceptar que “así nomás es”, que tanta crueldad y muertes violentas acaben siendo consentidas como “inevitables”, como consecuencias “naturales” del progreso o reacciones que tratan de ser justificadas desde la ciencia. Algo estamos haciendo muy mal como sociedad para que así sea. Me desespero por saber qué, por encontrar esa tecla clave que se acciona en esta maquinaria que nos mueve como sociedad y que está llevando cada vez a más personas a actos de crueldad cada vez más horripilantes. ¿Es solo ausencia de Dios y religiosidad en nuestras vidas? No, creo que hay algo más.

No digo que la fe en un Ser supremo y el temor que éste nos inspira sea desdeñable, sino que no basta para encontrar respuestas al horror que provocan esas muertes tan crueles; muchas de ellas provocadas o alentadas desde altares levantados en nombre de Dios. Como tampoco bastan las explicaciones de algunos expertos en psicología, que reducen a problemas de pobreza las causas de la violencia y de la crueldad hasta la muerte. Como si solo los pobres fueran protagonistas de ambas, ya sea como víctimas o como victimarios. Nada más alejado de la realidad; y nada más injusto, también.

Los hechos que nos horrorizan en Bolivia demuestran que no hay límites para el terror, ni para la violencia. Tal vez la diferencia está en que unos se exhiben más, y otros se ocultan. Los que se exhiben hasta el cansancio son los protagonizados por gente pobre y desamparada, mientras que los que se ocultan son los vividos por gente rica y, como se suele decir, “conocida”. De ahí, sin duda, la percepción falsa de que la pobreza es la ‘ama y señora’ de las muertes violentas y de la crueldad. Una idea que suele dejar de lado a otra fuente de crueldad y violencia, como es la fuente del Poder político.

Me atrevo a incluir a los medios de comunicación como una fuente más de violencia, crueldad e impunidad para muchos de los autores intelectuales y materiales de tantas muertes violentas, y no porque crea que ésos empuñen armas de fuego o blancas para cometer crímenes como los ya enunciados, sino porque ceden espacios preciosos a la exaltación de los egos y sentimientos retorcidos que suelen acompañar a los criminales que dan todo por exhibir su crueldad en la prensa. Lo digo pensando en el mensaje del criminal que mató a los tres niños en Santa Cruz de la Sierra: “En tres minutos voy a ser una noticia mundial…” ¿Alguien duda que lo logró?

Aclaro de antemano que no abogo por ocultar o censurar noticia alguna. Solo quiero ir pasando a limpio todo dato borroso que nos va dejando la cruel realidad, para ver si así podemos acercarnos a la tecla que activa o desactiva el terror en la maquina que nos mueve como sociedad.