La dictadura de Maduro

leopoldolopez Ya no hay vueltas. El gobierno que encabeza Nicolás Maduro en Venezuela, más allá de su -discutible- origen electivo, es un régimen de fuerza. O para decirlo con más claridad: una dictadura.

Una dictadura de nuevo cuño, quizás, con ropajes y máscaras que intentan disfrazarla, pero que resultan cada vez más inverosímiles.

La realidad de este régimen es que quien protesta por la inflación o el desabastecimiento puede ser acribillado por los paramilitares oficialistas, y que los líderes opositores de agallas, como Leopoldo López, van a prisión.



Este último aparece como nuevo referente emergente de los demócratas venezolanos, a diferencia de Henrique Capriles, quien parece estar dilapidando un importante capital político logrado en dos elecciones presidenciales, por una actitud demasiado prudente que algunos críticos tipifican con calificativos más duros.

Es la misma dictadura la que, al cerrar los últimos espacios democráticos, apaleando a los opositores en el Parlamento y desfigurando el sistema electoral al punto de borrar toda probabilidad de alternancia, ha empujado a la oposición a las calles.

Ahora, el chavomadurismo tiene dos alternativas ante sí: recrudecer la represión o convocar al diálogo. Lo previsible es que intente hacer ambas cosas, lo segundo con trampa, por supuesto. Pero las cosas tal vez hayan llegado a un punto de no retorno.

Mientras tanto, son lamentables las reacciones de los serviles al chavismo en otros países de América Latina. El presidente cocalero Evo Morales repite por enésima vez el sonsonete del “golpe de Estado imperialista”, falacia que ya no engaña a nadie. Mientras que en Argentina, uno de los exponentes más radicales del kirchnerismo, Luis D´Elía, aconseja a Maduro desde su cuenta en Twitter que fusile a Leopoldo López…

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