Política exterior ingenua

Humberto Vacaflor Ganam

VACAFLOR OK Bolivia tiene ahora relaciones deterioradas con Estados Unidos, Brasil, Argentina y, se podría decir, también Perú, por la suspendida reunión presidencial, que debía realizarse la semana pasada.

El encargado de negocios norteamericano, Harry Mammott, acaba de partir a su país “por razones personales”, con lo que los lazos de Bolivia con ese país se han debilitado todavía más.



Un informe sobre la desenfrenada corrupción que existe en Bolivia, divulgado en Washington la semana pasada, alertó sobre este nuevo giro en el deterioro de las relaciones bilaterales.

Brasil ha retirado a su embajador y a cuatro de sus más altos diplomáticos, lo que revela una situación delicada de las relaciones que no es disimulada por la inexplicable permanencia en Brasilia del embajador Jerjes Justiniano.

Esta crisis tampoco es mitigada por el silencio boliviano ante los desastres que causan las represas brasileñas en el río Madera. Las voces de alarma por esas obras se escucharon desde hace dos décadas, pero por alguna razón los gobiernos bolivianos, y sobre todo el actual, han decidido tratar a la región amazónica con inexplicable desdén.

Una factura de la petrolera Pan American Energy (PAE) vino a malograr las relaciones con Argentina. La factura es de 1.496 millones de dólares, que la empresa exhibe ante el gobierno de la señora Kirchner como un trofeo que se propone invertir en la exploración petrolera en Neuquén.

El acuerdo entre YPF y Repsol, firmado en los últimos días, abre la posibilidad de que la petrolera española opte por buscar gas en Argentina para vender a los argentinos, en lugar de buscarlo en Bolivia.

La poca pericia de los conductores de la política exterior boliviana se mostró en toda su crudeza en el caso peruano.

La reunión de los presidentes estaba en calidad de posibilidad pero no se había mencionado una fecha, salvo en el gobierno boliviano que hablaba del 27 de febrero. La cancillería peruana no estaba esterada de esa expresión de deseos del gobierno boliviano.

Para todos los efectos, el anuncio peruano de que el presidente Ollanta Humala no podía venir el 27 de febrero se contabilizó como un desplante, sobre todo cuando la ministra de Comunicaciones habló de un aplazamiento sin fecha “por razones festivas”.

La “diplomacia de los pueblos” está mostrándose poco eficiente para los intereses bolivianos.