Diosdado: ¿león o ciervo?

Orlando Ochoa Terán

cabello ¿Es posible que uno de los factores de la violencia que consume las últimas energías del organismo bolivariano tenga relación con la diferencia de estatura entre Diosdado y Maduro?

Groucho Marx aconsejaba quedarse callado y pasar por un tonto antes que abrir la boca y despejar toda duda. Si Diosdado Cabello hubiera seguido este consejo aún tendría parte de la aureola de líder sagaz e inteligente que injustamente se ganó en Conatel y durante los primeros años de esta caótica revolución. Muchos bolivarianos cifraron en él la esperanza de que recibiera el legado de Chávez hasta que surgió la especie, en medio de los acontecimientos de abril de 2002, de que se disfrazó de enfermera y maquillado huyó en una ambulancia para más tarde y a regañadientes, presentarse en Miraflores para asumir la presidencia por breves horas. Entonces no tuvo el coraje para demandar a ninguno de los medios que recogieron el desaliñado suceso.



Preocupado por esta percepción pública que le asignaba el rol de segundo de abordo y heredero de Chávez al tiempo que lo señalaban como el político con la mayor fortuna del continente, acudió a una zalamería que sólo es posible encontrar en los registros adulatorios del entorno de Stalin, Hitler o Idi Amin, para hacerse perdonar. A través de una de las más impúdicas confesiones públicas jamás pronunciadas en Venezuela, Diosdado sostuvo que “como el dedo de Chávez fue electo por siete millones y medio de personas (ese dedo) era superior a cualquier otro método” (de elección). Para poder validar ese dedo como el único elector del país, Diosdado advirtió que buscaría “meter de nuevo la reelección indefinida”.

En otra oportunidad, este basilisco irritable e intolerante, a quien la presencia de María Corina le subleva los nervios a niveles de histeria, admitió que sería hasta concejal de un pueblito si así lo dispusiera Chávez, preguntándose a continuación “¿quién soy yo para decidir?” Para adoptar esta vergonzante posición de sumisión, alegaba Diosdado, “se necesita conciencia” y yo, Diosdado Cabello, la tengo bien clarita”. Recientemente, el presidente del Poder Legislativo, en un alarde de revisión filosófico-político de los principios de separación de poderes de Montesquieu, ha proclamado de todas las maneras posibles que Maduro es su jefe.

El desglose

Con intermitencia la personalidad de Diosdado se desglosa, se divide o se fracciona en funciones separadas y contrastantes, como si de un Jekyll & Hide bolivariano se tratara. Así como no tiene pudor ni freno moral en la obsecuencia con sus jefes tampoco lo tiene contra aquellos que él percibe débiles o vulnerables cuando está atrincherado con poder.

El caso de Diosdado no es extraño en el mundo castrense donde los cadetes son sometidos a entrenamientos rigurosos con el objeto de inculcarles una disciplina de subordinación, que muchas veces bordea la sumisión, para luego aprender a ejercer los principios de mando en los que subyace la idea de que para mandar hay que primero saber obedecer.

Retirado como teniente, Diosdado recibió el aprendizaje de subordinación y no tuvo tiempo de recibir los principios de mando que comienzan con el rango de capitán. Diosdado es pues un autodidacta del mando con un sustrato mucho más sólido de sumisión y subordinación. Es posible que esto explique por qué Diosdado es infinitamente más relamido y sibilino adulando que confrontando a un adversario.

Esta dicotomía también pudiera explicar ese afán desmedido de ser ascendido a capitán y coronar, por lo menos en teoría, el ansiado aprendizaje de mando sin haber tenido reparo alguno en violentar descaradamente la Ley Orgánica de la FAN que obliga a estar en actividad para ser ascendido porque de estar activo no podría ser diputado a la AN.

Napoleoncito

Un siquiatra amigo tiene una plausible teoría. Me hizo notar que la personalidad de Diosdado está caracterizada por una dominante y sobre agresiva conducta social muy semejante al mecanismo compensatorio que sufren algunos sujetos de baja estatura y que la siquiatría designa como “síndrome o complejo Napoleónico”. “Short Man syndrome” lo llaman los anglosajones.

Abraham Bunk, profesor de la Universidad de Groningen en Holanda, reclama haber encontrado evidencias del complejo Napoleónico o del Short Man syndrome. La conclusión es que los hombres de una estatura de 1.63 m (alrededor de la estatura de Diosdado) son proclives a ser más celosos y agresivos que los hombres con más de 1.90 m (alrededor de la estatura de Maduro).

El “complejo Napoleónico” ha tenido incluso relevancia en investigaciones científicas donde se ha observado que pequeños organismos toman la iniciativa de actuar agresivamente contra organismos superiores en tamaño en contraste con el reino animal donde los más grandes son los más agresivos. En algunos casos se ha notado que en 78% de las peleas entre estos organismos fue por iniciativa de los más pequeños y los que infligieron la primera mordida, pero en un 70% los pequeños perdían la pelea. Esta es el caso de las especies marinas de machos Xiphophorus nigrensis y Xiphophorus multilineatus.

¿Resiente Diosdado que María Corina sea más alta que él? ¿Domina la violencia gubernamental la agresividad de este Petit Napoleón sobre el más lerdo pero de más estatura Maduro? ¿Será posible que uno de los factores sociales de la violencia que consume las últimas energías del organismo bolivariano tenga que ver con la relación estatura Diosdado/Maduro o agresivo/lerdo?