El gobierno ha confirmado la presencia de Evo Morales en Santiago de Chile, para el acto de asunción de Michelle Bachelet a su segundo periodo presidencial.
Esto se produce luego de que esa posibilidad hubiera sido prácticamente descartada, en medio de la guerra verbal de la administración evista con miembros de los gobiernos saliente y entrante del vecino país por la cuestión marítima.
Entonces, ¿qué hizo cambiar de postura al mandatario cocalero?
La respuesta es simple: Venezuela. El hecho de que el régimen de Nicolás Maduro se tambalee y parezca precipitarse al derrumbe preocupa sobremanera a Morales, sabedor de los efectos que la caída de la dictadura chavista podría tener a nivel continental, a manera de un auténtico efecto dominó.
Entre estos efectos se encuentra el que podría darse en las elecciones bolivianas de octubre del corriente año, donde el Movimiento Al Socialismo ya no podría mostrarse falazmente como la “vanguardia del futuro” sino que quedaría reducido a reliquia de un pasado fracasado y agonizante.
En este contexto, Morales multiplica sus gestiones internacionales para tratar de lograr una reunión de emergencia de Unasur que respalde a Maduro, quizás recordando la nefasta cumbre de ese organismo en septiembre de 2008, precisamente en Santiago de Chile y coordinada por Bachelet, cuando se blindó a su gobierno para la violenta militarización del departamento de Pando.
La asunción de la presidenta socialista congregará a la mayoría de los mandatarios de la región y será una oportunidad significativa para que los últimos peones de la ALBA intenten un salvataje a la autocracia de Caracas.
¿Y el mar?, se preguntarán muchos. El mar nada, nunca fue una prioridad real del régimen evista, por lo cual las rencillas con Chile pueden quedar a un lado para atender lo importante: garantizar la supervivencia del modelo chavista en la “madre patria” del socialismo del siglo XXI…