Pistorius: “Me despierto por las noches y puedo oler la sangre”

Comienza la declaración del atleta paralímpico como acusado de asesinar a su novia

June Steenkamp, madre de la asesinada Reeva Steenkamp, durante la declaración de Oscar Pistorius. / THEMBA HADEBE (AFP)

Un Oscar Pistorius lloroso, con la voz quebrada y agarrando un pañuelo blanco tomó este lunes a las 12 del mediodía el estrado para declarar por primera vez en el juicio que desde hace cuatro semanas se sigue contra él por el asesinato de su novia, Reeva Steenkamp. El paralímpico sudafricano declaró que desde ese día su vida es un auténtico calvario. “Me da miedo dormir, tengo terribles pesadillas, me despierto por la noche y puedo oler la sangre”, afirmó a preguntas de su abogado defensor, que fue el encargado de iniciar el interrogatorio al atleta, previo al turno del Fiscal.



Pero sus primeras palabras fueron para “el padre y la madre de Reeva”, de quien dijo “son las primeras personas” en las que piensa y reza cada mañana nada más despertarse. Tras jurar por Dios, Pistorius se giró hacia el banco donde la madre de la víctima estaba sentada siguiendo la vista y pidió “disculpas” por el “dolor y daño causado” a la familia de la joven, muerta a tiros en la casa del atleta, el pasado 14 de febrero de 2013. “No puedo imaginar el dolor y la tristeza causada por la pérdida de Reeva”.

El velocista doblemente amputado relató ante el tribunal que desde hace un año toma “antidepresivos y tranquilizantes para dormir” pero que a pesar de ese tratamiento no consigue normalizar sus periodos de sueño y su ansiedad, además de haber perdido peso.

“Aquella noche [la del crimen] estaba aterrorizado, me desperté por un ruido”, dijo entre lloros para justificar que descargara cuatro balas a través de la puerta de un pequeño lavabo en que se encontraba su novia. “Siempre quise proteger a Reeva”, insistió en su versión en que la muerte de la joven, de 29 años, se debió a un accidente al confundirla con un ladrón.

El atleta insiste en que confundió a Steenkamp con un intruso

En este sentido, Pistorius se refirió a su infancia y adolescencia, hijo de una familia divorciada y con un padre ausente. Según su relato, la madre siempre estuvo “muy preocupada por la seguridad” del núcleo familiar, hasta el punto que solía “guardar una pistola debajo de su almohada” ya que habían tenido diversos ataques en medio de la noche. El propio atleta repetiría este patrón en su vida de adulto manteniendo una de sus armas junto a la cama e incluso siendo un “gran amante” de las armas, como reconoció una de sus novias durante el juicio.

La muerte de Steenkamp, sin embargo, cambió a Pistorius en esa afición, por otro lado, común entre la población sudafricana. “Ahora no quiero volver a sostener un arma”, aseguró.

Aunque Pistorius inició su interrogatorio muy nervioso y emocionado y poco a poco se fue calmando y ganando confianza, respondiendo a su abogado con la seguridad de alguien que se ha preparado concienzudamente las respuestas de unas preguntas ya conocidas.

Incluso llegó a dibujar un esbozo de sonrisa al rememorar a su madre, fallecida repentinamente hace 12 años cuando el velocista tenía 15. Pistorius explicó que su familia “siempre confió” en que su disminución física por la que sufrió amputación desde las rodillas nunca fuera un impedimento para que desarrollara una actividad como cualquier niño de su edad, animándole a practicar toda clase de deportes.

Tras la declaración de una veintena de testigos llamados a declarar por la fiscalía, hoy empezó el turno de los convocados por la defensa. El Ministerio Público sostiene que Pistorius, de 27 años, mató a la joven a conciencia y lo acusa de un asesinato premeditado por lo que podrían condenarle a cadena perpetua. Sin embargo, el atleta se defiende de que no sabía que Steenkamp estaba encerrada en el lavabo. La mujer murió casi en el acto y en el juicio se trata de aclarar si las heridas de bala que sufrió en cadera, brazo y cabeza le impidieron gritar, tal y como sostienen algunos de los vecinos del complejo donde pasaron los hechos.

Fuente: http://sociedad.elpais.com/