Me niego a entrar en el coro

walter i vargas Wálter I. Vargas*

Lo digo en voz baja y con la mayor cautela posible: ¿ha terminado el entierro de García Márquez? ¿Se ha echado la última paletada de tierra inhumando además las millones de flores y mariposas amarillas que le han arrojado desde todos los puntos cardinales del planeta? ¿Podemos emprender la retirada del cementerio y volver a nuestros hogares e intentar evaluar su obra y, también de paso, el comportamiento del hombre público, del star literario y político García Márquez?

Si es así, se presenta otro problema: si GGM ha sido puesto al lado de Shakespeare y Cervantes, todo intento de reparo, por parcial que sea, ha de resultar por fuerza torpe e inoportuno, algo así como gritar ebrio en medio de un matrimonio que la novia se acostó con uno, pero al final eligió a otro.



Pero Cervantes y Shakespeare vienen resistiendo el paso del tiempo ya cuatro centurias, así que esas comparaciones parecen asaz exageradas. Por otro lado, viene a cuento citar otras opiniones autorizadas. Cabrera Infante dijo, por ejemplo, aunque igualmente pretencioso, esta vez frente al futuro, que dentro de cientos de años seguiremos leyendo a Borges, y que el asunto del boom no era más que una operación comercial pasajera. Por su parte, a Rodríguez Monegal le parecía que, en punto a retratar el particular mundo de una cierta Latinoamérica, lo hecho por Guimaraes Rosa y Rulfo era más logrado.

Porque con GGM se trata sobre todo de eso, de ese lugar común de que Cien años de soledad y sus otros libros nos descubrieron a los latinoamericanos una identidad colectiva, una manera de ser en el mundo. Asunto harto trajinado en los años en que el famoso boom explotó en la cara de los europeos y norteamericanos, mostrando que había algo más allá en el cielo de la literatura.

Hasta qué punto no se sigue tratando de la ya muy cuestionada simpatía paternalista de la cultura occidental por autores exóticos que escribían sobre su exótica región, es un tema que parece seguir todavía vigente, por lo visto en las exequias universales de Gabo.

Otra cosa: gran escritor no es sólo un mago de las palabras que saca de la galera un artefacto que nos embelesa; es también un intelectual cuyas ideas tienen trascendencia pública, y aquí también tengo un par de cosas que decir al paso (dada la exigüidad de una simple columna de diario), sobre una de las frases más célebres de Gabo y sobre su impertérrita apuesta política.

1. "El periodismo es el mejor oficio del mundo”. Se ha vuelto una frase hecha que desmañados e incompetentes periodistas han convertido en artículo de fe para envanecer más aún ese oficio ya suficientemente envanecido. Pero yo conozco a trabajadores de prensa para quienes por momentos el suyo les parece el peor de los trabajos; se sienten superexplotados, y hasta alguno de ellos siente que pierde el tiempo y arruina su estilo, cuando podía estar escribiendo literatura.

2. Si el periodismo es la mejor tarea que puede esperar un ser humano, por qué GGM nunca dijo nada de la inexistencia de periodismo libre en Cuba. Siempre me ha sorprendido, por lo cínica, su declaración de que no vivía en la isla porque le gustaba estar bien informado. Octavio Paz: "No le reprocho a García Márquez que use su talento para defender sus ideas. Le reprocho que éstas sean pobres. Hay una diferencia enorme entre lo que hacemos. Yo trato de pensar y el repite eslóganes”.

Pero en fin, parece que con GGM ya no se trata de meras disquisiciones limitadas a lo literario o ideológico; parece tratarse, más bien, de un fenómeno social que tiene que ver con la necesidad de la "patria grande” de restañar viejas heridas históricas postulando genios universales nuestros, a la par de los de la vieja Europa y la nueva primera potencia global.

O quizá, más profundamente aún, de la necesidad de un mito colectivo, confirmada por la constatación, ahora que ha muerto, de que contábamos con un papá bonachón y campechano que nos descubrió lo que podemos ser y hacer si simplemente somos como somos y nos dejamos finalmente de imitar como monos a los otros.

*Ensayista y crítico literario

Página Siete – La Paz