El fondo de las cosas

Karen Arauz

karen-arauz Más de cuatro mil personas dieron su dolido testimonio por el último crimen que ha conmocionado a todo el país. En la asistencia al atrio de la Catedral de Santa Cruz, no pasó desapercibido, que fueron pocos los hombres que estuvieron presentes. Los crímenes contra las mujeres -en apariencia- aflige casi exclusivamente a las mujeres.

Hay varones que con su sola presencia, hubieran mandado un mensaje muy claro a los de su género. El ser hombres no los exime de la responsabilidad que como parte de esta sociedad les corresponde. Los mediáticos, famosos y admirados representantes de la mitad de la población boliviana, con su ausencia, han ahondado cierta imagen de que están más allá del bien y del mal. Y no se trata de candidatos en campaña. Hay muchas descollantes figuras cuyo concurso es fundamental para crear conciencia.



Las familias enteras debieron estar allí. Las madres debieron ir acompañadas de sus hijos varones. Porque es hora de que, independientemente de la necesidad de endurecer las penas, se vaya a la causa primigenia de la brutal agresión constante hacia las mujeres: el machismo exacerbado. Ya está de buen tamaño continuar ocultando el sol con un dedo. La supremacía masculina es inculcada desde el nacimiento y la familia tiene todo que ver. Y es exactamente por ahí, por donde se debe empezar a encontrar respuestas.

A los hombres se les da licencias y libertades a veces irrestrictas, mientras que las mujeres, deben permanecer controladas. A la mujer se la limita por razón de género. Y culturalmente, se espera de ella sumisión. Estas actitudes casi naturales en los hogares, encierran mensajes que van formando la percepción de un mundo, en el que se establece que por un lado hay demasiada flexibilidad a ciertas actitudes privativas del género masculino; pero por otro lado, frecuentemente son los varones los más castigados físicamente lo que convierte su pensamiento y su acción, en una dicotomía de impredecibles consecuencias.

No se trata de feminismo. Se trata de límites al poderío masculino a quien se enseña a avasallar en función de su sexo. Los hombres no deberían estar inhibidos de manifestar abierta y públicamente su repudio a actos de violencia, violaciones y homicidios de mujeres que con seguridad, así lo sienten. Pero usualmente responden el arquetipo de duros e imperturbables, a quienes las lágrimas de dolor o frustración, les está negado de modo público desde la niñez. Hubiera sido contundente ver a padres de la mano de sus hijas y esposas, tan conmovidos como indignados.

Cuando se interviene por la agresión callejera de un hombre contra una mujer, es usual que sea ella quien justifique la agresión de la que está siendo objeto, en atávico mantenimiento de los roles asignados. Esto es lo que se tiene que cambiar. La castración química, los campos de concentración como aventuró alguno, la pena de muerte (en un país donde la justicia es siniestra), son ideas que giran alrededor de supuestas soluciones, pero alejadas de una verdadera toma de conciencia. El meollo del insostenible estado de las cosas como están, pasa absolutamente por la formación del conjunto del núcleo familiar.

Hay quienes veladamente pretenden culpabilizar a la mujer cuando se afirma que no deben vestir ni adoptar actitudes provocativas, o como acaba de manifestar sin rubor, -en el sumun de la ignorancia- el candidato a primer senador del MAS por Cochabamba, en sentido de que las mujeres "tienen que portarse bien", lo que equivale a decir, que la que ose "portarse mal" recibirá lo que se merece. Este pensamiento coloca al género masculino, como un ser humano cuyo cerebro ha permanecido en estado reptiliano donde se originan los impulsos básicos.

Considerando el impacto que su sitial genera, una recomendación a los asesores de Evo Morales: tiene que abstenerse de dejar que su vena humorística sea a costa del género femenino. No perdamos la perspectiva, que nadie está libre de ser golpeado con una tragedia de las dimensiones experimentadas por múltiples familias en estos últimos tiempos. Si bien Eva Liz, la hija de SE, goza en estos momentos de seguridad de gran magnitud, es menester no olvidar que es una joven mujer, que en un próximo futuro -como todas las demás- deberá desenvolverse en el mismo peligroso y agobiante medio.

Se está exigiendo la recuperación de los valores y de la espiritualidad para arrancar de las garras de la perversión las presas elegidas. Esto es imperativo. Muchos hemos sido criados bajo las creencias judeo-cristianas y principios greco-romanos. Ello nos lleva al convencimiento, que es necesario creer para poder comprender la dimensión del respeto por el alma y la vida de la persona. Es indudable que éstos son tiempos de absoluta desorientación moral.

Es cierto que creer en Dios, no garantiza un comportamiento honroso. Pero sería bueno reflexionar sobre el pensamiento de Chesterton: "Cuando la gente deja de creer en Dios, no es que crean en nada, es que creen cualquier cosa".