Las elecciones presidenciales del 2014 serán, más que nunca, las de David contra Goliat.
Sucede que como jamás antes en democracia, el gobierno de turno dispone de todos los resortes estatales necesarios para su reproducción en el poder, lo que incluye desde el indiscriminado abuso de los medios estatales -no solo para la propaganda oficialista sino también para la guerra sucia contra la oposición- hasta la estratégica inauguración de obras públicas convertidas en mitin electoral del partido de gobierno.
Súmese a esto la miríada de trampas puestas por el Órgano Electoral contra las candidaturas opositoras, que van desde la inhabilitación de candidatos (410 de los 470) hasta el rechazo de los colores para la franja de votación.
Sin embargo nada de esto debe llamar a desesperanza, sino más bien convocar a redoblar esfuerzos en pro de la democracia.
Recordemos, si no, el caso del Beni, donde el régimen se aplicó en pleno a la victoria, mediante un inusitado despliegue de recursos y encuestas falsas, y donde no obstante se impuso la dignidad de un pueblo…