Las heridas incurables que deja la inseguridad

Santa Cruz. Sophia Calvo se sumó a la larga lista de víctimas; su caso es uno de los pocos que no ha quedado impune.

Historias. El Día se acercó a familiares de personas que fallecieron a causa de la violencia. Hay quienes luchan por llevar una vida normal tras la pérdida de sus seres, otros que buscan aún la justicia y muchos que confiesan que esto no es garantía para lograr la tranquilidad.



imageEL DÍA, Santa Cruz, Bolivia

El dolor volvió y se sintió con mayor intensidad en las familias que perdieron a sus seres queridos por la violencia y la inseguridad en nuestra ciudad. Una joven bioquímica fue cruelmente asesinada en el centro cruceño la semana pasada y su drama revivió las heridas que aún están abiertas.

«El dolor y la impotencia no se quitan viendo a un asesino preso y se agudiza cuando hay injusticia y poco dinero para conseguirla», señala Rhea Borda, madre de Jessika Borda, quien fue asesinada el año 2003.

«Hace diez años sentí el dolor más grande que puede tener una madre, perder un hijo, y lo he vuelto a sentir cuando supe el caso de Sophia Calvo», dice la mujer con la voz quebrantada de impotencia.

El dolor no cesa y la violencia lastima más. «Hace más de diez años empezó mi lucha y duele saber que las cosas no cambian y que la gente sigue sufriendo por la violencia y la inseguridad», señala con un tono de frustración, aunque afirma que esto no le quita las ganas de luchar porque Santa Cruz sea otra y que las autoridades al fin entiendan que ni las marchas, ni más policías o logística son la solución al problema, sino una educación que nazca del núcleo de la sociedad.

La justicia no es sinónimo de alivio. El mismo día que se supo del asesinato de Sophia Calvo, también revivieron las heridas de  varias familias que aún claman por justicia y que no la obtienen. Conseguir una sentencia o una detención preventiva como ha sucedido en el mayor de los casos, tampoco quita esa angustia de no ver más a la persona amada. «El ver al asesino preso no quita el dolor, pero es una especie de calmante y de esperanza de que esa persona no volverá a la calle a cometer el mismo dolor  a otra familia», señala Carola que viendo entre rejas al asesino de su hijo, Álvaro Escalante, siente tranquilidad. Aún así, tanto ella como toda la sociedad mantienen la esperanza de que las cosas cambien y que las autoridades dejen de ver en las marchas un acto de proselitismo o palestra política, para empezar a generar medidas de fondo que estén dirigidas a formar nuevos ciudadanos con nuevos valores. Mientras eso sucede, se tejen propuestas y pedidos de mayor pena para los causantes de asesinatos y feminicidios que se incrementan con pocos hechos y acciones de justicia en favor de las víctimas.

Mario Cuéllar García

El mensajero de 23 años fue asesinado en la plaza 24 de Septiembre el 20 de febrero de 2013

‘Ya van  casi dos años y no se hace justicia’

«Es inevitable sentir nostalgia, impotencia, ver lo que pudo ser y no fue, todos los años que se quedaron sin realizar y muchas cosas más. Van casi dos años y no se hace justicia», lamenta Marcela Christie Egüez, amiga de Mario Cuéllar García, el mensajero abatido a plena luz del día.

La joven cree que la humildad y pobreza de la familia del muchacho no han permitido aún  obtener justicia por el dramático crimen que estremeció a la ciudadanía por haberse perpetrado en el mismo corazón de la ciudad, la plaza 24 de Septiembre.

No obstante, Alejandro García, aún se pregunta por qué el paseo que debió ser su punto de encuentro entre él y Mario en la posteridad se convierte hoy en el escenario más cruel que le recuerda su partida. «no hay un día que no pienso en mi hermano, tantas cosas que vivimos y que no hicimos, recuerdo que decíamos que  nos íbamos a ser viejos y nos íbamos a sentar a la plaza 24 de Septiembre a mirar muchachas. ¡Por qué nos lo quitaron, por qué nos lo arrebataron!», se queja el muchacho.

Tanto él como la mayoría de los familiares de Mario optaron por no acudir más a las marchas de respaldo a familiares y víctimas de la delincuencia que se han gestado en la ciudad, pues afirman que es una forma de repudio por la inoperancia de las autoridades de capturar al asesino de Mario.

Sandra Ramírez

Fue asesinada en la Villa 1ro de Mayo por una cartera que contenía Bs 10

Aún queda la lucha para salvar la vida de su hijo

La vida de Gudmar dio un giro de 180 grados cuando un malhechor le arrebató la vida a su esposa Sandra Ramírez, cuando esta se aprestaba a llegar a su domicilio en la Villa 1ro de Mayo. Cargaba un bebé de siete meses y esto no le importó al hombre que le disparó y le segó la vida.

Aún así, la mujer tuvo la valentía para soportar la cirugía que permitió prolongar la vida del bebé que aún está internado en la clínica Incor.

Ante la situación, Gudmar debe dividir su tiempo para cuidar del menor y de su hermanito mayor de dos años, quien fue llevado a Chané, de donde son oriundos los padres. «Divido mi tiempo y le doy la mayor atención posible a ambos, aunque no es fácil trasladarse desde la capital a la provincia, pero es una lucha que voy a superar por la salud y el bienestar de mis pequeños», afirma el hombre que dice tener el apoyo de su familia y el de Sandra. Sin embargo, estos últimos optaron por declinar en la búsqueda de justicia para la mujer. Si bien Gudmar sigue en pie para exigir justicia por la muerte de su esposa, ha evitado contacto con los medios.

«Se han dicho muchas cosas que no son reales y que están dando pie a que la defensa del asesino insista en pedir su libertad, pese a su confesión inicial, no cesaremos la lucha porque estamos haciendo lo correcto», dice su hermana.

Estela Conde

Fue hallada muerta en La Guardia hace unos días

Sus familiares se guardan el dolor para sí

Estela Conde Campos fue cruelmente abusada  y violada hace pocos meses en la localidad de La Guardia, pero aún su familia se guarda el dolor y la impotencia de  no sentir la justicia.

Estos sentimientos deben tragárselos cada día porque no tienen cómo afrontar un proceso para que el asesino sea debidamente sentenciado.

«Su familia no consigue siquiera reunir los pasajes para venir a la ciudad y hacer seguimiento del caso es por eso que estoy aquí, pidiendo justicia y atención para esta humilde muchacha», dice Odaviaz Machado, una mujer de origen brasileño que se presentó como su jefa en la marcha recientemente realizada en la Plaza 24 de Septiembre, como repudio a los actos de violencia sucedidos en la capital.

Su caso me parece inexplicable porque nunca tuvo mal carácter ni se enfrentó a nadie para discutir, un día salió y no volvió, aún es difícil encontrar alguien que la supla y que tenga todas las cualidades que tenía Estela como funcionaria», señala la mujer que guarda las pertenencias de Estela y de quien cuya familia escasamente tiene contacto.

Claribel Yucra

Un ser cercano a la familia le quitó cruelmente la vida

Unió a su familia que hoy lucha por justicia

Claribel Yucra tenía 27 años y fue asesinada por su cuñado el pasado mes de julio, quien antes de matarla la violó y robó un dinero que la familia guardaba en su domicilio.

Los familiares de la joven profesional pedían un juicio abreviado para el responsable que confesó el crimen. Sin embargo, de momento el pedido ha quedado en eso después que el presunto criminal dio marcha atrás en su confesión del hecho. «Ya no queremos más injusticia ni para Claribel, ni para ninguna mujer, un criminal que confiesa su delito debe tener sentencia inmediata, queremos cadena perpetua para los asesinos que siegan la vida de personas como mi hija, que era una persona noble y responsable», señaló con lágrimas su madre.

Sus familiares la recuerdan como la integrante de la familia más entusiasta que logró unirlos y ser fuertes para enfrentar la lucha.

«Ella era el gancho que conectaba a toda la familia y nos hacía feliz, organizando cada encuentro cada evento que compartíamos, hoy nos une la sed de justicia, la casa ni la familia es la misma», dice su hermana quien confiesa que han tenido que vender el inmueble donde se perpetró el crimen para olvidar. «En su barrio y entre sus compañeros aún no se logra evitar la nostalgia y los deseos de que esté en los brazos del Señor», dijo al referirse a la muchacha que fue una víctima de feminicidio.

Álvaro Escalante

Fue víctima de la intolerancia, no hay resignación pese a la justicia

El dolor no se supera viendo al asesino preso 

Este 29 de agosto Álvaro Escalante debería estar cumpliendo un año más de vida al lado de su familia, pero no va a ser así. Su familia tiene que conformarse con ver y mostrar los recuerdos que quedaron del joven y superar ese vacío que no logran llenar, aún con un buen avance en el proceso de justicia por su muerte.

«Ver a un asesino en la cárcel no me quita ni me aumenta el dolor que estoy sintiendo al saber que mi hijo no llenará más de alegría mi casa», reprocha la señora Carola Soliz, que es consciente de que una marcha ciudadana tampoco reduce la inseguridad en nuestra capital, aunque es una forma de presionar para que se haga justicia y para que las autoridades tomen conciencia de lo que está pasando en nuestra sociedad.

«Era un muchacho tan alegre y tan noble que aún no puedo creer que una nube de intolerancia de una persona haga tanto daño a una familia entera», señala Silvia, una de las tías más apegadas al joven, «Aún no comprendo por qué hay abogados que echan a la basura el juramento que hacen de luchar por la justicia cuando defienden a un asesino», señala su padre, que está dispuesto a ir a las últimas instancias para hacer pagar el crimen contra su hijo. «Él nos acompaña y nos está guiando para aclarar el caso y demostrar la verdad y la justicia», dice el hombre que lleva 10 meses esperando que se dicte sentencia.

Entrevista: Rhea Borda

«No se trata de más policías, sino de educar’

La nostalgia y el dolor por la pérdida de su hija Jessika, las revivió al enterarse del cruel caso de Sophia Calvo, la joven que fue asesinada el fin de semana pasado. Los rasgos y la actitud de la médica le recordaron aquel drama que la motivó a luchar hasta hoy. Asegura que ha dejado de ir a las marchas y a concentraciones públicas en contra de la violencia, no por falta de solidaridad, sino como un acto de rebeldía por los resultados logrados que asegura son escasos y no adecuados a la ola delictiva que se acrecenta sin políticas de fondo que apunten a la prevención y educación ciudadana en valores.

P. Han pasado diez años del asesinato de su hija, aquella vez la ciudad se levantó en repudio a la violencia como lo hizo hace unos días. ¿Ve algún cambio en la sociedad?

R.B: Las condiciones en las que sucedió el drama de mi hija eran diferentes a las de ahora. En estos diez años, las cosas han cambiado. Santa Cruz no es la misma que hace diez años, ya es una metrópolis, es una ciudad significante que tiene la quinta parte de la población del país y lastimosamente con el progreso y el desarrollo vienen los cambios y uno de ellos es que aumente el crimen, si no se le atiende de mejor manera y voy a repetir lo que digo desde hace diez años: a pesar de los esfuerzos individuales, no se trata de que haya más policías, sino menos crímenes.

P. ¿Cómo se siente al ver que cada vez son más las familias que viven el mismo drama que vivió usted?

R.B: Como víctima me siento frustrada, hay ratos que siento molestia porque veo que no hay  cambios en la sociedad y los intentos que hay son más para show que para otra cosa por favoritismo político. Me enojo porque pasa el tiempo y las cosas no cambian. Es por eso que la fundación Fujebo es apolítica, nosotros no acudimos a pedir ayuda por el color político, sino apelamos al político como humano, como padre, como hijo o como hermano, pues los cargos y colores políticos son de paso.

P. ¿Cómo ha sido su lucha estos últimos años?

R.B.: Ha sido bien dura, ha sido bien larga, pero no me canso porque soy una convencida de que el cambio comienza con uno, ha habido veces que he querido tirar la toalla pero pienso en la gente, no en aquella que ha sido ayudada, sino en las personas que hoy o mañana nos tocarán las puertas, aquella que busca justicia y no la encuentra en otras instituciones.

P. ¿Cuál cree que es la solución a esta problemática social?

R.B.: La solución alguna vez la intentaron y no es otra que la unidad, ojalá alguien me escuche, a nivel civil que se unan las empresas, las juntas vecinales, definir acciones que tengan impactos a largo plazo, generar un cambio generacional. El niño de 8 años ya está en la edad de asimilar las cosas sin morbo, pero pueden incorporar ciertos tipos de conductas que disminuyan su vulnerabilidad a ser asaltado si no está atento de su entorno, así sea niño, como hoy en día estudian a sus víctimas no van a optar por ese niño consciente y van a optar por una persona más desorientada, como la que usa su teléfono en una vía pública. Se debe atacar a las familias con prevención y educación.