Gustavo Fernández, excanciller y analista político: Si el Gobierno tiene la obligación de mantener su unidad, la oposición debe construirla. En el ámbito económico advierte que en Bolivia “se sentirá la caída de ingresos”
Gustavo Fernández. Foto Página Siete.
Página Siete / La Paz
El excanciller Gustavo Fernández Saavedra cree que el Gobierno tendrá un «problema enorme” a la hora de decidir entre la reelección o la sucesión del presidente Evo Morales. Si el Mandatario se decide por la reelección deberá emprender una reforma constitucional «complicada”, incluido un referéndum y le entregará una «gran bandera” a la oposición, ya que la reelección es «un asunto históricamente impopular”. Si escoge el camino de la sucesión abrirá la pugna interna en la coalición gubernamental. «Si el Gobierno tiene la obligación de mantener su unidad, la oposición tiene la obligación de construirla”, dice en la entrevista dominical de Página Siete al analizar los desafíos de Gobierno y oposición tras las elecciones del 12 de octubre.
¿Cuál es su primer balance de las elecciones del 12 de octubre?
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Creo que las fallas del proceso electoral, sobre todo las del TSE, han sido la nota dominante. Las observaciones de la misión de la OEA se concentran en tres puntos. Se ha mencionado la lentitud del cómputo y de la transmisión de datos y sus eventuales consecuencia en la credibilidad de los resultados, pero hay otras dos muy importantes que tienen que ver con las condiciones de equidad del proceso electoral, que son las del financiamiento de los partidos y el uso de los medios del Estado en la campaña. Efectivamente hay un enorme abismo entre los recursos de unos y otros, como se ha demostrado a lo largo de toda la campaña, y que han afectado al balance de la competencia. Es evidente que la imparcialidad del tribunal es una condición importante de la conducción del proceso electoral. Los tribunales electorales no siempre son imparciales, pero, como ocurre en varios países y en la experiencia anterior de Bolivia, el control del Órgano Electoral está a cargo de los propios partidos políticos que lo integran. Ellos se controlan recíprocamente, pero un órgano sin ningún control y con una imparcialidad discutible deja las dudas que se están dando ahora y que no deberían ser tan fuertes si se mira la magnitud del resultado. La diferencia es tan grande que esas observaciones pierden fuerza, pero en una competencia más apretada, sin duda, provocarían muchos problemas…
¿Se podría decir que hay ineptitud en el TSE antes que un fraude para favorecer al partido oficialista?
La opinión pública nunca tuvo confianza en la imparcialidad del tribunal. En la encuesta de Página siete de julio pasado, sólo el 12% de los encuestados decía que confiaba en el tribunal. Eso viene de antes, no de ahora. La ciudadanía no ve al tribunal como un órgano independiente, como un árbitro capaz de conducir esta contienda. Además de esa circunstancia, que es fundamental, está la segunda: varias irregularidades que han quedado en evidencia en los últimos días ponen en duda la eficiencia del tribunal.
Entonces, ¿cómo ve el panorama postelectoral?
Mirando esta campaña con una cierta perspectiva hay un dato importante que subrayar: el sistema político se está sedimentando. En el periodo de la llamada «democracia pactada” se tenía siete, ocho partidos que competían y se ponían de acuerdo en las famosas «megacoaliciones”, que más que concertaciones políticas terminaron siendo soluciones de intereses. Por eso se desacreditaron y por eso cayó ese sistema. De ese sistema se pasó a otro de una enorme hegemonía de un partido, más claramente de un liderazgo, el de Evo Morales. Estas elecciones han dejado un sistema sedimentado en dos grande fuerzas, una fuerza oficialista importantísima y una segunda que empieza a cuajar. Se presentaron sólo cuatro candidaturas de oposición, de las que claramente dos representaban la misma base electoral, UD y PDC, para no hablar de coincidencias ideológicas que no se hicieron patentes a lo largo de la campaña. Las otras dos, que quedaron claramente rezagadas, el MSM y el Partido Verde, son manifestaciones de la oposición de izquierda que no tienen la misma base electoral de la UD y el PDC. Ahora vamos a tener una gran fuerza, el MAS, y una nueva fuerza de oposición, que seguramente va a tener dificultades para cuajar. El otro dato interesante es que parecen haberse limado las grandes fricciones, la que existía entre oriente y occidente, y la otra que parecía ser en su momento el detonante de un fuerte enfrentamiento social, entre el de campo y la ciudad. Las dos grandes diferencias han quedado aparentemente superadas en esta elección. Esto muestra la maduración del proceso democrático boliviano…
¿Rumbo a un bipartidismo?
No sé si se llagará a un bipartidismo. Yo creo que podemos examinar las dos opciones con las que se está quedando el electorado. Primero, la opción del oficialismo, la opción del MAS. Es claro que en el curso de los últimos años este proyecto cambió sustantivamente su estructura respecto del original: fueron expulsados los indígenas de las tierras bajas; la presencia de los indígenas de las tierras altas, antes dominante, se ha ido diluyendo; un importante grupo de intelectuales ha escogido el camino de la disidencia y están en la oposición. Paralelamente a esa diáspora, el MAS logró acceso a los empresarios de oriente y a las clases medias urbanas. De esa manera se creó una coalición, una alianza implícita, informal, entre los empresarios de occidente: cocaleros, cooperativistas, transportistas, comerciantes populares, y los empresarios de oriente. Esa base social es más amplia y sólida que la original, pero toma las banderas de la estabilidad y no las del cambio revolucionario. Es interesante ver cómo en el proceso de ganar votos de las clases medias el MAS marcha hacia el centro. Amplía su base, es cierto, pero cambia su naturaleza, aunque conserva la retórica. La esencia del proyecto actual es distinta del original.
¿Cómo administra el Gobierno su victoria y cómo administra la oposición su derrota?
El Gobierno tiene un problema enorme, muy complicado de administrar, el tema de la reelección. Si tiene los dos tercios serán unos dos tercios muy apretados y la reelección es un tema impopular. En la misma encuesta de Página siete, el 60% de la gente decía que Evo tenía derecho a otro mandato, pero el 76% decía que no debía haber una nueva reelección. Pero además, para avanzar a la reelección hay que hacer una reforma constitucional muy complicada y un referéndum. Si no escoge el camino de la reelección y decide que esta es la ultima presidencia, como lo llegó a decir Evo en los últimos días de su campaña, se plantea otro problema, el de la sucesión y la sucesión comienza al día siguiente…
García Linera ya sugirió el nombre de David Choquehuanca…
Así es. El Gobierno está entre dos cuestiones igualmente complicadas. Plantear la reelección, con todo lo que eso significa, serviría para que la oposición encuentre una gran bandera, un plebiscito sobre la reelección, un asunto históricamente impopular, y el otro, el de la sucesión interna, que abriría diferencias en lo que es claramente una coalición de sectores económicos y sociales que no necesariamente tienen intereses compartidos. El MAS no está unido por la ideología, está unido por una coincidencia de intereses alrededor de un proyecto que, por su naturaleza, en un país como Bolivia, tiene que ser plural.
¿Y cuál es el desafío de la oposición?
Creo que la oposición no lo hizo tan mal. La oposición esperaba algo peor. El haberse acercado al 40% en las circunstancias en las que se produjo la elección, no está mal. No estoy hablando del control estatal, estoy hablando de las condiciones excepcionales de bonanza económica y estabilidad económica y social que fueron el gran elector de Evo Morales. Las condiciones de crecimiento de estos últimos cinco años fueron mayores que las del anterior quinquenio. Superadas o postergadas las confrontaciones que se dieron antes en El Porvenir, en La Calancha, en Cochabamba, el hotel Las Américas, estos cinco años fueron de estabilidad y paz social. La combinación de paz social y crecimiento económico eran excepcionales y, en esas circunstancias, la oposición logró sacar un 40%. Tuto y Samuel no tienen diferencias ideológicas fundamentales, pero sí tienen profundas diferencias personales que han quedado de manifiesto estos días; se han dicho muchas cosas y las ofensas personales pesan mucho en la vida política. La oposición tiene una tarea muy complicada, que es la tarea de construir su unidad. Si el Gobierno tiene la obligación de mantener su unidad, la oposición tiene la obligación de construirla. Y esto se va a poner a prueba bien pronto, en las elecciones municipales y de gobernadores del próximo año. O sea, el juego se puso muy interesante, pero también cambió el entorno. El sistema político tiene manifestaciones diferentes a las del pasado, es otro sistema, más sedimentado, pero con un entorno económico y un entorno internacional también distintos.
“Se sentirá la caída de ingresos”
Gustavo Fernández Saavedra:
«No se puede decir que terminó la bonanza, pero pasó la hora más brillante. La prosperidad cae lentamente, pero cae”, dice Fernández, al analizar el entorno económico de la nueva gestión presidencial de Evo Morales.
Su pronóstico se basa en elementos concretos: los precios de los minerales han caído en 30 ó 35%, «eso es muy fuerte”, y los precios del petróleo, que son referencia para el precio del gas, también están cayendo; «Argentina, probablemente, va a tener más dificultades que las que tuvo en el pasado para pagar sus facturas de gas a Bolivia”. Los ingresos de la soya también están a la baja.
«Los sectores productores empiezan a sentirse angustiados porque sus ingresos no han de ser tan buenos como antes. Por el momento va a caer su rentabilidad, pero después, en uno o dos años, van a caer sus ingresos”, dice el excanciller y analista político.
¿Qué ocurrirá entonces?
«Los cooperativistas van a reclamar que el Gobierno asuma la pérdida de sus ingresos mediante subvenciones. Lo mismo harán los soyeros. Las demandas llegarán vía congreso, porque todos los sectores tienen representación parlamentaria, a diferencia del pasado. No son militantes del MAS, son representantes de sus sectores, y van asumir su defensa”.
«No es un horizonte catastrófico, pero es mucho más exigente que el que hemos tenido hasta ahora”, subraya.