Qué pasa con la juventud en Bolivia

Roberto Ortiz Ortiz*rortizHay en Bolivia gente mayor que opina que los jóvenes son el futuro del país, mientras los jóvenes afirman ser el presente. Existen muchas personas mayores que no callarían un segundo para escuchar la opinión de un joven, no obstante, existen muchos jóvenes que harían lo que fuera porque su opinión se escuche un segundo.He aquí donde se encuentra la paradoja. He tenido la suerte de escuchar a personas mayores quejarse por el desastre de juventud que existe en el país, sin embargo, habría que analizar por qué los nietos de estas personas mayores actúan de esta manera.Existen a mi criterio tres grupos generacionales representativos en Bolivia en este momento. Las personas mayores a 65 años, las personas entre 65 y 30 años y los jóvenes, menores de 30 años.El primer grupo de personas -en la mayoría de los casos, abuelos del tercer grupo- está conformado por puros líderes, sean de movimientos de derecha o izquierda, este grupo de personas se caracterizó por crear partidos políticos, por fundar instituciones, cooperativas e incluso pelear a sangre fría por las más fuertes y determinantes políticas públicas. En otras palabras, la Bolivia en que vivimos ahora, está conformada política e institucionalmente -para bien o para mal- gracias a estos históricos personajes.Analizando ahora la segunda generación, en otras palabras, los hijos de la primera. Nos encontramos con un grupo de bolivianos pujantes, emprendedores y netamente abocados al ámbito económico. La política, las fundaciones e instituciones, los partidos y todo lo que tenga que ver con política activista, pasó a segundo plano para este grupo de bolivianos. Tanto así que a pese a dictaduras, hiperinflaciones, crisis económicas y tiempos difíciles, los nuevos liderazgos -con muy pocas excepciones- no aparecieron, y si aparecieron se acoplaron a los grupos antiguos, manteniendo una misma ideología. La indiferencia política de esta generación fue tan grande, que afectó de forma directa al desarrollo del tercer y último grupo. En resumen, este segundo grupo de bolivianos, bajo el manto político e institucional de la primera generación, fue el que desarrolló económicamente a Bolivia, el que expandió el mercado a niveles internacionales y sobre todo el que aumentó el consumo y el nivel de vida, en función del empleo, a la gran mayoría de los bolivianos.Con un país “democrático”, políticamente estable y globalizado, es que llegan a este país los jóvenes de la tercera generación, nietos de los valientes políticos y activistas del primer grupo e hijos de los pujantes emprendedores. Este grupo de jóvenes se encuentra con una Bolivia que crece a pasos agigantados y con un nivel de globalización y tecnología que las pasadas generaciones nunca conocieron. Esta nueva generación se encuentra con una Bolivia libre y tranquila; donde el poco desarrollo económico permite a los jóvenes darse lujos de consumo como salir a pasear, tomar bebidas importadas a bajo costo, viajar y en general divertirse, además de educarse, factor que no es valorado en lo más mínimo por la juventud. El consumo, incluso de los más pobres, alcanza un grado muy alto por los bajos precios que el capitalismo permite, y darse lujos que el primer grupo generacional no podía darse años atrás hoy es pan de cada día.Sin embargo y a pesar del gran avance económico del país, desde el segundo grupo generacional se descuidó uno de los más importantes factores para el desarrollo integral de un país. La política y la institucionalidad fueron dejadas a la deriva, convirtiendo hoy en día a Bolivia en una suerte de espacio geográfico con seres humanos coaccionados por una sola persona, una sola idea y una sola bandera.Es poco probable encontrar el punto de inflexión en la historia, en que los bolivianos dejaron de lado el liderazgo y adoptaron el “no me importismo”. Pero sí es menester concordar en que aún existen esperanzas para cambiar el futuro incierto que acecha al desarrollo del país.Es usual que en tiempos difíciles aparezcan líderes; este país no urge en este momento de partidos políticos, empresarios o artistas. Sino más bien, urge de instituciones fundadas en fuertes ideales y principios, las cuales serán a la larga piedras fundamentales del cimiento de todo lo demás. La Casa de la Juventud, Estudiantes por la Libertad, Juventud Empresa, Fundación Nueva Democracia y así una que otra institución nacional, son destellos luminosos de esperanza en un país que se oscurece hace muchos años. Es tiempo de formar a los jóvenes desapegados a la realidad y a los adultos que comenzaron -inconscientemente- con la mortal epidemia de la indiferencia, es tiempo de cambiar el futuro titubeante del país y es tiempo de entender que el peor enemigo no es el que actúa en contra nuestra, sino el que no actúa.No se dejen confundir por los jóvenes que salen hoy a movilizarse en las calles como si fueran un ejemplo de liderazgo. La gran mayoría de ellos no están formados, ni luchan por sus propios ideales. Son alza banderas en su mayoría comprados y convencidos por vagas ideas de políticos y líderes mediocres.El gobierno que tenemos hoy en día no apareció de la noche a la mañana, fue creciendo entre la indiferencia y la falta de interés político. Pues como la política es imprescindible, alguien tenía que tomarla, y la tomo hace ya casi 10 años el único interesado: el MAS.Si tuviera ahora que responder a una persona mayor el porqué de la situación juvenil boliviana, le respondería que esta mentalidad derrochadora, escéptica, arrogante y consumista de la juventud, es la herencia de la mentalidad de nuestros padres, bajo su noble idea de que sus hijos tengan un mejor pasar económico que ellos. Entendiendo que Bolivia, muchos años antes, era un conjunto de pueblos donde casi todas las personas que hoy en día son mayores, eran pobres en dinero, sin embargo, ricas en ideales y principios. Por otro lado respondería que la indiferencia y el “no me importismo” del joven actual con la situación del país, es a causa del desprecio a la política -que surgió a partir de la segunda generación- por el fuerte mercantilismo, el deshonesto cuoteo y la asquerosa corrupción estatal.El fin de esta provocación no es culpar a las generaciones pasadas, ni tampoco a la globalización, mucho menos al capitalismo. Sino comprender que para batallar al actual gobierno, al populismo y convertirnos en un país desarrollado, libre y próspero debemos, no solo tener dinero en los bolsillos, más tener principios en la frente e ideales en el corazón. Es determinante para la prosperidad del país, contar con jóvenes que tengan un rumbo merodeado de sueños, metas, causas y sobre mucha educación.Para terminar comparto una frase del gran educador de jóvenes San Juan Bosco: “De la sana educación de la juventud, depende la felicidad de las naciones”.*Director de Estudiantes por la Libertad Bolivia