¿Realidad o relativismo?

Lavive Yañez SimonLAVIVELas oportunidades políticas aún existen, pero exige cambiar la actitud egoísta por otra más generosa y de compromiso.Con Evo Morales nada cambió, excepto que los efectos de la capitalización dejaron recursos y los precios internacionales favorecieron las explotaciones realizadas, lo que le permite al partido gobernante el lujo del derroche en su política técnico-económica y el manejo de los otrora maletines negros, a través, del programa viciado de corrupción como es el «Bolivia Cambia Evo Cumple”.Las garantías de acción la tienen porque manejan el control total de los poderes del Estado, lo que nos condujo a vivir una dictadura civil sostenida por las milicias de los ponchos rojos a través de los cuales se instauró un “reino del terror». Los altos mandos de las FFAA, subordinados en el violento discurso de patria o muerte, legitiman la ilegalidad civil. El parlamento, la justicia y el poder electoral sometidos al ejecutivo pierden el objetivo primordial, que es el de proteger a la sociedad, al estado de derecho y a la ciudadanía.Esta realidad no libera a la oposición política de la responsabilidad que tienen frente a la ausencia de liderazgos comprometidos con los valores humanos y con el pueblo elector, son años de violación a los derechos de los bolivianos, la misma prática egoísta de gobernar para el grupo de poder de turno, excluyendo ayer y ahora a esa clase media que sostiene este país.Esas mayorías que son invisibles a la hora de ser atendidas en sus demandas dejan ver con claridad que nunca existió un común denominador entre el perfil de la comunidad y el del líder, por ello nunca satisficieron las necesidades de las mayorías. Los «líderes” no tuvieron la capacidad de lograr una homogeneidad grupal, porque carecen de valores, los mismos que se integran en el inconsciente colectivo cuando hay ejemplos a seguir.Construyen sociedades a la medida de sus intereses, carentes de opinión propia, de convicciones y expectativas de largo alcance; masas fácilmente manipuladas a través de campañas publicitarias de tipo retórico. Ese hábito compulsivo, ahora, del caudillo gobernante de utilizar los medios de comunicación de modo indiscriminado, con cualquier pretexto, se constituye en una agresión psicológica del ciudadano, actitud que limita la oportunidad de valiosos liderazgos que no pueden competir con la danza de los millonarios empresarios, cocaleros y porque no decirlo ONG’S y la oligarquía minera quienes en extraños concubinatos defienden sus intereses.Evo Morales interpretó que la principal característica de las masas es que son altamente emocionales, es así que manipula las emociones en un discurso de víctima revanchista e identifica a las mayorías en una imagen de pobre, ignorante pero valiente, característica necesaria y suficiente para gobernar un país que optó por la condición de borregos. A eso le añade el ingrediente principal, los millones y millones de dólares repudiados en el discurso para los giles y acariciados y valorados por los alcahuetes que le tienden la mesa para el banquete. Esta repetición de errores históricos, justificados retóricamente, nos ponen frente a una realidad inminente, que la sabemos todos pero la evadimos, unos por cobardes y otros por interesados.Mi reflexión es que hoy la sociedad boliviana está en una cultura relativista; el valor o la veracidad de algo no residen en lo que responde a la realidad, sino en lo que la comunidad percibe y cree de modo consensuado. La ley de las mayorías define los valores y normas sociales en nuestro país, lo vemos en una mal llamada “justicia comunitaria».Este relativismo ha contaminado todos los ámbitos de la vida cotidiana. La sociedad contemporánea ha generado una cultura especulativa, que valora las cosas sobre la base de las expectativas que genera. La economía, la política y los mercados están regidos por la percepción de los líderes de opinión y las masas convencidas que carecen de elementos para emitir un juicio.