La maldición hacia Isabel Pantoja existe, pero no la pronunció Lola Flores

Acaba de ser rescatada del olvido una maldición supuestamente pronunciada hace 30 años. Un sortilegio verbal contra Isabel Pantoja, lanzado nada menos que por Lola Flores –presa de la ira al verla junto a Paquirri, ex de su hija–, y que explicaría todo un rosario de desgracias. La viuda de España no ha conseguido jamás experimentar un amor semejante al que vivió con el malogrado diestro y el más pasional desde entonces ha acabado llevándola a prisión. No triunfó su restaurante. Ya no llena en los conciertos. Debe casi dos millones al Estado. Su hijo no es precisamente David Guetta. Su hija, sin oficio ni beneficio, está cada día más distante. Tiene dos nietos a los que casi no ve y un racimo de familiares viviendo a sus expensas. Así están las cosas en Cantora.

Isabel Pantoja y Rocío Jurado en la capilla ardiente de Lola Flores, en mayo de 1995.Una maldición si es gitana tiene un +75 en poder destructor, según aseguran los jugadores expertos de rol. Perdonen si nos tomamos esto con cierta distancia pero es que, para empezar, Lola Flores ni siquiera era gitana. Solo había una cuarta parte de sangré calé en sus venas. ¿Suficiente para desencadenar el infortunio? No para sus familiares: “Esa historia es una aberración empezando porque Lola Flores no echaba maldiciones. Primero porque no era gitana, sino cuarterona, y porque era demasiado artista para eso. Pantoja está en la cárcel por lo que ha hecho”. Quien así habla es la hermana de la Faraona, Carmen Flores, indignada por lo que estos días ha vuelto a ser noticia.

Pero algo hay de cierto en la historia. Así lo recuerda un testigo presencial. Carlos Ferrando fue uno de los más destacados periodistas sociales del Madrid de los 80 y firma principal del añorado Diario 16: “Lolita debutaba esa noche en la sala Florida Park cuando se presentó Isabel Pantoja con Paquirri. El torero había roto con Lolita y ella lo estaba pasando fatal. Lolita estaba dentro, aún no había salido a actuar. No recuerdo exactamente lo que Lola le largó, porque de esto hace 30 años, algo como que “no te va a querer ningún hombre” aunque finalmente yo escribí en Diario 16 “no vas a ser feliz en tu puñetera vida”. No fue una maldición, simplemente se cabreó y le dijo de todo porque su hija era infeliz. Años después, me hice amigo de Lola y lo recordamos. “¿Te acuerdas de aquella noche con Pantoja y Paquirri y la historia de la maldición gitana?” y ahí fue cuando me enteré, por ella misma, que no era gitana”.



Aun así, tanto caló la historia que en abril de 1999, el periodista sevillano Antonio Burgos aseguraba que Lola era capaz de maldecir. Lo decía en ‘Protagonistas’ de Luis del Olmo y lo escribía para El Mundo, trayendo a colación –con verbo incómodo y desconcertante–, al exsecretario de Estado de Hacienda Josep Borrell.

¿Era Lola capaz de maldecir? Hablamos con Hilario López Millán, uno de los más veteranos y grandes cronistas españoles. “Aunque se habló del asunto en las revistas de la época, yo conocí la historia por la bailaora Maruja Garrido, dueña de Los Tarantos de Barcelona. “Se está cumpliendo toda la maldición que le hizo Lola”, me dijo. Pero también eran otros tiempos y el ‘ojalá te quedes cojo’ se decía más que ahora. Cuando Isabel se casó con Paquirri, en 1983, yo trabajaba buscándole los personajes a Mercedes Milá para el programa ‘Buenas noches’ de TVE. Preparando Mercedes con ella la entrevista y viendo Lola –que era listísima–, que no le preguntaba nada sobre la boda de Paquirri, le dice: “Y si me vas a preguntar qué me ha parecido la boda de la Pantoja y Paquirri, te diré que vaya boda más cateta” (Risas). Tiempo después, tanto ella como Lolita se reconciliaron con Isabel, lo que sentó fatal a Carmen Ordóñez [primera esposa del torero]. Pero las folklóricas siempre han sido muy así. Hoy se odian y mañana se les ha pasado. Volviendo a la maldición, los gitanos se ríen de las maldiciones y de la buenaventura. Pregúntale a La Maña”.

En la nutrida agenda de este periodista consta desde hace tiempo el teléfono del domicilio de Lita Claver, la vedette que triunfó en el Paralelo como ‘La Maña’. Aunque si uno llama de parte de Hilario, no hacen falta más salvoconductos. Emilia Jiménez, ese es su nombre, es la menor de los dieciséis hermanos de una familia gitana de Zaragoza. Sabe de qué habla: “Eso es un cuento chino. Mira, mi tía se ganaba la vida echando cartas y leyendo las manos y era un rollo patatero. Se mofaba. Según le iban hablando, se iba enterando de lo que le ocurría a la persona. Yo creo en el destino y nosotros nos buscamos lo que se nos viene encima pero maldiciones y cartas… no me creo nada. Si Pantoja no se hubiese juntado con Muñoz y cogido dinero, no estaría así. Tan claro como eso. Lolita está enfadada con muchísima razón por lo que están diciendo de su madre”.

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En este libro figura el terrible conjuro gitano ‘Olajai Callí’, que no reproducimos porque nos da mal fario.

Con los elementos de juicio que tenemos sobre la mesa, no hay motivo alguno para acusar a Lola Flores de ser la causante de los males que afligen a Isabel Pantoja. Y es entonces cuando uno recuerda que una buena biblioteca resulta tan útil como una agenda rebosante de teléfonos. Hemos encontrado un escalofriante documento que exonera a la Faraona pero que vuelve a invocar la maldición gitana.

Se trata de un libro del periodista y escritor Fernando Gracia que recoge una estremecedora escena vivida en primera persona. Isabel Pantoja fue detenida e interrogada el 2 de mayo de 2007 en el marco de la Operación Malaya. El 12 de abril daba en Valladolid su primer concierto tras haber pasado una noche en comisaría y Fernando Gracia estaba allí.

Cuenta el escritor en La Pantoja o La maldición gitana que esa noche él mismo oyó (y grabó, asegura) a un grupo de once gitanas viejas que pronunciaban la terrible imprecación ‘Olajai Callí’ mientras pisaban una manta de hojas de laurel. El texto, en lenguaje caló, habla de hambre, culebras, cuervos arrancando ojos, gente colgando de la horca y hasta sarna perruna (sic). La siniestra comitiva, faldas hasta el sueño y pañuelos negros sobre la cabeza, habría viajado desde Andalucía. Apunta el escritor que se trata de un conjuro creado expresamente para mujeres que hayan tenido a otras mujeres como compañeras sentimentales y que aquella noche de mayo se renovó un conjuro más antiguo. El horizonte de la tonadillera, según este libro, no puede ser más funesto: aunque la pena de prisión impuesta por la Audiencia Provincial de Málaga es de dos años, la reválida extiende la maldición nada menos que por 25.

Fuente: www.revistavanityfair.es