Cae el muro del Caribe. ¿Caerá el muro del Altiplano?

Henry OportohenryCuando parecía que ya nada más tenía por ofrecer de una presidencia sin pena ni gloria, tras la sonora derrota demócrata en las elecciones legislativas, Obama sorprende con un acuerdo para normalizar las relaciones de su país con Cuba. Ello ocurre tan solo un mes después de que él mismo firmara varios decretos ejecutivos para regularizar la situación de millones de inmigrantes. En apenas semanas, ha cambiado la imagen de un Gobierno que ahora parece estar haciendo historia. Enhorabuena para Cuba, para Estados Unidos y para América Latina.Lo insólito es que quizá sea con la ayuda del «enemigo imperialista”, que Cuba emprenderá la reforma económica, que comprobadamente no lo puede hacer por sí misma; una ayuda que puede parecerse más al rescate de una economía colapsada y desfalleciente. ¡Vaya ironía! Cuba le estaría abriendo la puerta a Estados Unidos para que, de la mano del capital privado, encauce su vuelta al capitalismo. Aunque este proceso demore en llegar, y esté lleno de tropiezos, no hay duda de que se trata de la deriva final del socialismo cubano; el fin de la utopía perdida y pervertida, como diría el escritor cubano Leonardo Padura.La audacia de Obama es romper la inercia y el inmovilismo de un estado de cosas, que ya para su país, y por cierto para la libertad y la democracia en el continente, no podían significar otra cosa que frustración y perjuicios acumulados. El mérito de la Casa Blanca es recocer esa realidad y tener el coraje de cambiar una política agotada  hace mucho tiempo. Únicamente los nostálgicos de la Guerra Fría y Playa Girón pueden oponerse a este cambio.Con su decisión, el Gobierno norteamericano empatiza con el sentimiento de millones de personas en el mundo, restaña su credibilidad y se sitúa en una mejor posición para ir al reencuentro de América Latina. He ahí la importancia geopolítica del paso dado por Obama.Durante muchos años, presionado por otras prioridades estratégicas, económicas y de seguridad, y quizás también por cierta autosuficiencia, Estados Unidos se fue replegando más y más del hemisferio, dejando un vacío que otras potencias, como China, e incluso Rusia, intentan llenar pero con resultados que en modo alguno pueden ser comparables a los de una cooperación norte-sur en las Américas. Revitalizada su economía, Estados Unidos tiene ahora la credencial que puede permitirle dar un fuerte y renovado impulso a la integración comercial y económica del continente y quizás hacer lo que algunos gobiernos piden una «Alianza para la Prosperidad”, donde los países latinoamericanos no sean el patio trasero sino socios soberanos y respetados.Con el fin del antagonismo entre Cuba y Estados Unidos, se cae el muro del Caribe; un resabio de la Guerra Fría. Su impacto seguramente será profundo en el orden político latinoamericano, y quién sabe si demoledor para la postura de los países del ALBA que hicieron del anti-imperialismo uno de sus más socorridos caballos de batalla. Cuando sea del todo evidente que la ruta que siguen va a contra flecha de la trayectoria que va tomando Cuba, ¿a qué faro se arrimarán?Por lo pronto, Evo Morales ha quedado en off side. ¿Cómo podría ahora justificar su  enfrentamiento político con Estados Unidos, seguir librando una guerrita fría con ese país y mantener congeladas las relaciones diplomáticas y comerciales?La de Obama -y en cierta medida la de Raúl Castro-, es una lección de realismo y de humildad, de la que muchos deberían aprender.Sobre todo ahora en que densos nubarrones amenazan la estabilidad económica. Quién lo diría: cuando parecía que Evo las tenía todas consigo, para estrenar un tercer gobierno en medio de un cielo estrellado y con un horizonte luminoso, de pronto desploman los precios de las materias primas, el Brasil se mete en el atolladero de Petrobras, y el escenario internacional da un giro con el acercamiento de Estados Unidos a Cuba. Muchas señales de que una tormenta se avecina.Reacomodarse a este nuevo escenario, puede no ser ya una elección sino un imperativo.Página Siete – La Paz