Contrastes navideños

Manfredo Kempff SuárezmanfredoBasta con ver en estos días las escenas de júbilo y emoción en el aeropuerto Viru Viru cuando quienes llegan se abrazan con los que se quedaron, para darse cuenta del significado que tiene la Navidad para miles y miles de bolivianos, que haciendo no sabemos cuántos esfuerzos económicos llegan a comer el chanchito o el pavo navideño o el más humilde locro junto a los suyos. Vienen compatriotas de todos los continentes para pasar en familia esta gran fecha cristiana, para reencontrarse con padres, cónyuges, hijos y amistades. Para reencontrarse con el calor de Santa Cruz, con sus aguaceros, sus vientos, con su fruta, su música y su comida. Son inmensamente felices.Sin embargo, hay otros compatriotas que no pueden regresar por motivos políticos, haciendo honor a las endémicas y largas tradiciones del encono por el poder en nuestro país. Son aquellos que están perseguidos porque habrían pretendido destruir Bolivia separando al oriente del resto de la República. Están acusados, además, de haber planeado actos de terrorismo que iban hasta el ‘magnicidio’, es decir, acabar con la vida de S.E.Es el embuste más grande e infamante que se ha echado sobre Santa Cruz. Esos no pudieron abrazar a sus seres queridos en el aeropuerto cruceño o en la terminal de buses. Aquellos comieron “el amargo pan del exilio” en otras latitudes y con otros climas. Estuvieron con su mente puesta en esta tierra, pero no pudieron venir porque en Bolivia no existe la amnistía. Ese acto de grandeza que hasta las dictaduras ofrecieron a los perseguidos, pero que esta democracia temerosa hasta de su sombra, no.¿Y cuántos cruceños están encarcelados desde hace más de cinco años por la misma causa? ¿Aquellos que no quisieron irse? ¿Los que no se sentían culpables de nada porque nada habían hecho para descuartizar Bolivia o liquidar a S.E.? Ellos han pasado por diversas cárceles desde abril de 2009 o después y siguen en un juicio turbio, absurdo, sin pruebas, sin testigos; un juicio plagado de contradicciones y falsedades, manejado por personajes descalificados, chantajistas, donde es ostensible la complicidad del Gobierno.Unos han pasado la Nochebuena felices y en paz. Otros la pasaron lejos con la nostalgia que no los dejó dormir. Y más de 30 hombres encarcelados sin sentencia cenaron amargamente tras las rejas. O lo hicieron sin poder salir de sus casas, igualmente privados de libertad. La Navidad es una fiesta de paz y de amor, pero ahora no lo es para todos.El Deber – Santa Cruz