Pandillas, lo más grave de la delincuencia

Marcelo RiveropandillasSabemos de sobra que estamos desbordados por la delincuencia y que los organismos de seguridad no disponen ni remotamente de los recursos humanos y materiales, tampoco de la imprescindible idoneidad, para contrarrestar a los que han hecho del delito su medio de vida, una especie de ejercicio diario, tanto así que, cuando de rato en rato algunos maleantes son descubiertos y caen detenidos después de cometer sus fechorías, no se inmutan en lo mínimo aunque hubiesen manchado sus manos con sangre. Asimismo sabemos que los antisociales suelen estar enrolados en determinados grupos, que incluso tienen su ‘especialidad’, tal el caso de los ‘auteros’ expertos en robo de automotores, los ‘monreros’ que saben vaciar una casa, los ‘tragones’ que trafican cocaína en sus estómagos, por fin, los pandilleros que se juntan en plazas, cantinas y tugurios y que hacen de todo: agreden, asaltan, violan, sustraen objetos diversos, o sea que cometen cualquier delito en cualquier hora y lugar.Las pandillas en Santa Cruz están integradas en su gran mayoría por jóvenes y han proliferado sacando tajada de la inefectividad de la Policía y del poco o ningún control de los padres de familia, habiéndose convertido en el terror de los barrios, sobre todo de la periferia. Se dice, igualmente, que tienen sus códigos de conducta, uno de ellos del todo siniestro: el que ingresa ya no puede salir, la deserción se paga con la muerte. Estos mozalbetes, favorecidos por la indiferencia dentro del hogar y de las entidades que deben velar por la buena marcha de la sociedad, tanto se han acostumbrado a delinquir que encuentran cosa normal incurrir en delitos espeluznantes y a sangre fría, con absoluto desprecio por la vida ajena, incluso por la propia. Trágico realmente que millares de jóvenes, en vez de ser las promesas del mañana, constituyan en el presente el incordio de la colectividad.Entonces abundan los motivos para que las instituciones competentes –incluyendo el centralismo gobernante-, se preocupen y pongan manos a la obra para enfrentar este problema que, si se lo sigue mirando con apatía y aplicándole cataplasmas, va terminar envolviéndonos a todos y convirtiendo a la capital cruceña en el imperio de las pandillas juveniles.El Deber – Santa Cruz