En medio de una campaña electoral con candidatos oficialistas que no despegan, el presidente Evo Morales intenta varias maniobras desesperadas: amenazar a regiones enteras con congelarles los proyectos de desarrollo si votan a opositores, buscar la inhabilitación de adversarios mediante su Tribunal Electoral cooptado, y por último el lanzamiento de ofertas de “megaobras” como un “superferrocarril” que hipotéticamente uniría a Santa Cruz con los puertos del Pacífico.Dados los antecedentes de fracaso del régimen en este tipo de iniciativas de gran envergadura (El Mutún eternamente postergado, la planta de úrea paralizada por la deserción de adjudicatarios ante las prácticas gubernamentales, etc.), lo más probable es que todo quede como una “superpromesa” de campaña.Cabe preguntarse, en el contexto de debacle sostenida de los precios internacionales de los hidrocarburos, cómo hará el gobierno para financiar tales “megaobras”, lo que en el caso del mentado “superferrocarril” requeriría nada menos que 20.000 millones de dólares.“Financiamiento chino”, es la respuesta facilona del vicepresidente García Linera, sin detenerse a pensar cómo hará Bolivia para pagar ese altísimo endeudamiento externo. Pero las nuevas generaciones no le interesan al populismo, cuya visión solo llega hasta los próximos comicios.Superpromesas, supermentiras, superdemagogia…[email protected]