Barack Obama: estilo y lenguaje no occidental

chaya1George ChayaA través de la historia humana, en situaciones de crisis y grandes confrontaciones el liderazgo político siempre ha tomado importantes riesgos en sus decisiones. Sin embargo, en mi opinión, el mayor riesgo es tener adversarios peligrosos y terminar comportándose -incluso- como ellos.Cuando eso ocurre nadie puede estar seguro que aun ganando muchas batallas, no se acabe perdiendo la guerra. En consecuencia y por el contrario, podría tener lugar el infortunio de terminar pareciéndose a un adversario que no es mejor que uno mismo.El efecto que «el otro» tiene sobre uno se ha manifestado a lo largo de toda la historia, incluso a nivel de los grandes imperios. Cuando la antigua Roma y Persia se convirtieron en adversarios cada uno aprendió cosas del otro. Roma era una República en conflicto con el actual Irán regido por una monarquía. Cuando Marco Licinio Craso, en su tiempo el más grande de los generales romanos fue asesinado por los persas en la batalla de Harran en el año 53 AC, la élite romana comenzó a pensar en adoptar el sistema monárquico que, finalmente y “en la práctica” se instauro bajo la era de Julio César.En el otro extremo, a diferencia de los romanos, los persas no tenían un ejército permanente, pero con el tiempo decidieron imitar a su adversario mediante la creación de una maquinaria de guerra de altísima precisión.En tiempos más recientes, la ex Unión Soviética y los Estados Unidos, dos grandes potencias que lideraron la guerra fría, adoptaron recíprocamente aspectos del sistema del otro.La doctrina de defensa soviética se construyó sobre el despliegue masivo de su ejército: “tierra quemada y lucha prolongada” en un terreno que había sido probado con éxito durante las guerras napoleónicas. La doctrina americana se tejió en torno a la consigna de: “destruir al enemigo fuera de casa”. Esta doctrina se manifestó en su más trágica expresión con las bombas nucleares lanzadas sobre Japón. Sin embargo, seis años más tarde, los soviéticos imitaban a los norteamericanos construyendo su propia bomba atómica.Los ex URSS tenía un sistema brutal de inteligencia y seguridad: la KGB. En 1945, después de haber disuelto la OSS (su servicio de inteligencia en tiempos de guerra), los estadounidenses crearon la CIA, lo que significo imitar a la KGB en tantas formas como la abierta sociedad norteamericana podría tolerar.Los soviéticos cometieron atrocidades y desastres contra quienes se les oponían en Europa Oriental y Central. Los americanos hicieron cosas similares en América Latina.Los problemas comenzaron para los soviéticos cuando su gente, incluyendo algunos en el liderazgo como Mijaíl Gorbachov y Alexander Yakovlev, comenzaron a hablar con los estadounidenses. Fue sorprendente ver a líderes comunistas hablando como “socialdemócratas occidentales”, sobre todo cuando se referían a «valores universales» y todos pensábamos si en realidad querían decir lo que decían.Esa dialéctica previa a la caída soviética fue lo que vino a mi mente al escuchar el discurso del presidente estadounidense Barack Obama en Washington el día que anuncio y defendió su «acuerdo nuclear» con la República Islámica de Irán. La primera cosa que me impactó fue cómo su lenguaje se hizo eco de las posiciones de los mulás. Obama advirtió que la elección era: “entre un acuerdo por la paz o ir a la guerra”.A continuación, imitó a los mulás practicando «taqqiyah» (disimulo-ocultamiento) cuando diligentemente evitó ahondar en los detalles de un «acuerdo» claramente enrevesado para cada una de las partes y diseñado para engañar. También ocultó el hecho de que su muy anunciado  «acuerdo» no ha sido aceptado oficialmente por el Estado iraní.En términos más generales, Obama practicó el truco de los mulás conocido como «mohayah» que significa amenazar con el simulacro de una batalla que, incluso en caso de ganar, ofrecería nada más que el simulacro de una victoria.Otra táctica que utilizó de los mulas es conocida como «takhrib» cuyo significado es atacar los dichos de sus adversarios en lugar de responder los argumentos, ello cuando se refirió a los que se oponen al acuerdo diciendo que son los mismos belicistas que provocaron la invasión de Irak y son los generadores de la consigna de «Muerte a Estados Unidos» que a menudo se oye de las multitudes en Irán. El mensaje de Obama es simple: “Esos son los malos, así que lo que dicen acerca de este buen negocio no cuenta”.Barack Obama repite a menudo la táctica favorita de los mulás que dice: “No ver ni escuchar lo que se diga, sino ver y escuchar quién lo está diciendo”. Esa es la teoría persa de las dos ramas del conocimiento: a) El Estudio de los Hombres (Ilm Al-Rejal), y b) El Estudio de las Genealogías (Ilm al-Ansab).En otras palabras, de lo que se trata es de demostrar que alguien es un hombre bueno, con buen pedigrí y que se debe tomar su narrativa como un hadiz. Por el contrario, el que es sindicado como un hombre malo, es un enemigo y debe ser desestimado, aunque ese hombre diga lo que es más sensato.Obama se olvidó que entre los belicistas que empujaron a la invasión de Irak había dos de sus más cercanos colaboradores, Joe Biden, su vicepresidente y John Kerry, su secretario de Estado junto a todo el Partido Demócrata en el Congreso de aquel momento.Del lado iraní, olvidó que el presidente Hassan Rouhani y su mentor el ex presidente Hachemí Rafsanjani construyeron toda su carrera política en el slogan de «Muerte a América» ​​y que fueron Rouhani y sus ministros «moderados» los que caminaron sobre una bandera estadounidense usada como alfombra al entrar en sus oficinas a diario.No me agrada personalizar o hablar de mi mismo, pero tengo claro que estoy más de acuerdo con el «Viva América» ​​que con el eslogan «Muerte a Estados Unidos». Y, a mi juicio, el acuerdo de Viena es malo para Irán, malo para Estados Unidos y malo para el mundo.Tampoco creo que en este escenario político sea posible forjar un acuerdo que sea bueno para Irán, bueno para EE.UU. y bueno para el mundo. Y, nunca he pedido a los EE.UU. o cualquier otro país que invada Irán u otro país árabe islámico. Tampoco nunca he sido un republicano, aunque sólo sea porque no soy un ciudadano de los EE.UU.Sin embargo, podría asegurarle al señor Obama que, hasta donde yo puedo comprender a la opinión pública árabe e islámica, la mayoría de los iraníes tienen una buena opinión de los norteamericanos y una mala opinión del “acuerdo» alcanzado.El Diario Exterior – Madrid