En Bolivia, el hombre que seguirá siendo rey

cetrosEditorial – The EconomistHa pasado casi una década desde que Evo Morales llegó al poder como el primer presidente indígena de Bolivia. Durante su campaña de reelección en 2014, prometió no buscar otro mandato después de este.Sin embargo, el enrarecido aire andino quizá esté distorsionando los recuerdos de los legisladores. Durante una sesión que duró toda la noche el 26 de septiembre, la supermayoría legislativa de Morales aprobó una reforma que le permitiría postularse para otro mandato de cinco años, el cual expiraría en 2025.La oposición boliviana tiene una lucha cuesta arriba. En una nación mayoritariamente indígena, la política decididamente étnica de Morales le ha dado una mayoría indestructible.De ser llevado a la práctica, el cambio reforzará una fuerte tendencia hacia relajar los límites de los mandatos, dentro de Bolivia y en Latinoamérica en general.Según la constitución de 2009 de Bolivia, Morales por derecho debería haber sido inelegible para postularse el año pasado. Sin embargo, el gobierno argumentó que su primer mandato no debería contar, ya que ocurrió antes de que fuera adoptada la nueva constitución. El dócil Tribunal Constitucional, al cual la oposición acusa de estar formado por lacayos del presidente, aceptó obedientemente esta lógica.Por sí misma, la nueva ley no allana el camino para que el presidente pase dos décadas en el poder. La propuesta ahora será sometida a un referendo, actualmente programado para febrero.El vicepresidente Álvaro García Linera está encabezando la campaña del gobierno. Su primer bombardeo ha sido cuestionar el compromiso con la democracia del bando del “no”, argumentando que están negando a los votantes el derecho a respaldar al político más popular de Bolivia. Sus rivales responden que los límites de mandato son necesarios solo para destronar a los líderes que de otro modo se reelegirían indefinidamente.“Latinoamérica ha aprendido, con un gran costo, lo que sucede cuando se les permite a los presidentes perpetuarse en el poder”, dijo Oscar Ortiz, un senador opositor.Los simpatizantes del presidente también argumentan que muchos países ricos no tienen límites de mandato, aunque la mayoría son democracias parlamentarias que no tienen presidentes.La oposición tiene una lucha cuesta arriba. En una nación mayoritariamente indígena, la política decididamente étnica de Morales le ha dado una mayoría indestructible.Para registrar avances entre la base del presidente, el bando del “no” probablemente recurrirá a Rafael Quispe, un legislador aymara indígena, quien recientemente se burló de las aspiraciones imperiales del presidente tomando su asiento en la Asamblea Nacional usando una corona “inca” de cartón. Está haciendo campaña con el lema “También yo quiero ser rey”.“Esto está lejos de ser un gobierno de los indígenas”, dijo Quispe. “Los aymaras tienen una regla, ‘taqui muyu’. Significa ‘liderazgo de alternancia’. En nuestras comunidades, se elige un líder por dos años, tres cuando mucho. No puede volver a serlo, aun cuando nos ruegue”.