Evo Morales, camino a la eternidad

cardenasEmilio J. Cárdenas*El pasado 26 de septiembre, la Asamblea Legislativa de Bolivia reformó la Constitución de Bolivia para permitir una reelección más del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera, que está en el poder desde el 2005, esto es hace ya una interminable década.Lo hizo imitando burdamente la mecánica utilizaba por Juan Domingo Perón, quien cada vez que apuntaba a permanecer atornillado en el sillón de Bernardino Rivadavia, organizaba un pedido “espontáneo” de la gente al que luego accedía, presuntamente de mala gana, haciendo lo que llamaba un “renunciamiento”, supuestamente a su derecho a vivir tranquilo, en aras a satisfacer lo que denominaba el “clamor del pueblo”. La reforma boliviana será objeto de un referendo confirmatorio que tendrá lugar en febrero de 2016. Morales se autocalificó de “esclavo del pueblo”, dispuesto a acceder a sus pedidos, fundamentalmente al de que presuntamente le ruega que permanezca en el poder. Si el referendo le sale bien, podría entonces volver a competir por la presidencia de su país en el 2019. Hasta el 2025. Dos décadas al mando de Bolivia, un récord histórico.La reforma permite dos reelecciones consecutivas, en lugar de sólo una. Y especifica que Evo y Álvaro tienen derecho a gobernar por un período presidencial más. Lo que era una especulación es ya una realidad, Evo busca prenderse a la eternidad, paso a paso. Con los movimientos tácticos que, en cada caso, fueren necesarios.Esto es parte de una preocupante ola reeleccionista que se advierte en otras partes de la región. Para Daniel Zovatto, es la segunda ola de ese tipo que aparece en América Latina.  La primera, nos dice, ocurrió en los 90. Bajo la presión de Alberto Fujimori; Carlos Menem; y Fernando Henrique Cardoso, en Perú, Argentina y Brasil, respectivamente.  La segunda es contemporánea. Fue iniciada por el difunto Hugo Chávez, apuntando a la reelección definitiva. Chávez logró su objetivo con un referendo en el 2009. Lo siguió su correligionario Daniel Ortega, en Nicaragua, en el 2014. Y Rafael Correa, ni lerdo ni perezoso, está haciendo lentamente lo mismo en Ecuador. ¿Sorprende? No. Los “bolivarianos” no creen en la democracia y reniegan de la alternancia. Ese y no otro es su credo.En paralelo, la República Dominicana modificó sus normas de modo de posibilitar una reelección presidencial. Bajo la presión de Danilo Medina. Otro presunto “demócrata” que ama el poder y aspira a un segundo mandato. Colombia, con un rumbo diametralmente opuesto, ha prohibido, en junio pasado, la reelección que antes era posible. Brasil está aparentemente en la misma línea positiva de Colombia. La Cámara Baja ya votó a favor de que no haya reelección. No obstante, la tremenda fragilidad del ambiente político local no permite pensar que no puede haber, de pronto, marcha atrás en el saludable camino emprendido.En Honduras, utilizando a la sospechada Corte Suprema, se ha declarado que la prohibición constitucional que existe a la reelección no es válida. De algún modo legitimando -ex post facto- al insólito ex presidente “Mel” Zelaya, el de los sombreros de “cowboy”, para llamar la atención.La situación actual es diversa. Hay en la región catorce países que permiten al menos una reelección. Las “revolucionarias” Venezuela y Nicaragua permiten las reelecciones indefinidas. El enquistarse en el poder, como si eso fuera positivo. En seis naciones sólo se puede aspirar a una reelección si se deja pasar un término, a la manera de intervalo.Por su parte, México, Colombia, Guatemala y Paraguay tienen una partitura constitucional diferente. Ellos no permiten a sus presidentes gobernar por más de un mandato, sin la posibilidad de reelección alguna, lo que (a la luz de la fuerte tendencia regional al caudillismo y de la debilidad de las instituciones democráticas y de los partidos políticos) ciertamente es muy saludable. Nadie es indispensable. Nadie. Tampoco aquellos que se declaran de pronto “esclavos de su pueblo”. Lo que hace falta es que haya esclavitud respecto de las normas, empezando por las constitucionales, respeto entonces al Estado de Derecho. En actitud casi religiosa. Y no tramposa.*Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones UnidasEl Diario Exterior – Madrid