El cepo más absurdo


ricardo-roa-clarinRicardo RoaLos libros también tenían su cepo. Moreno lo llamó restricción. La excusa fue un disparate: vienen con plomo.El país del kirchnerismo no deja de sorprender a medida que se abren los cepos que impuso.Montones de cepos: al dólar, a la información para ocultar datos como la inflación o cifras como las del delito o de la pobreza. Cepos a la prensa como el de Moreno prohibiéndole a los supermercados poner avisos en los diarios o cepos a las hinchadas visitantes en las canchas de fútbol.El que acaba de aparecer para desaparecer es el cepo a los libros. Otro cepo de Moreno. En la era de la globalización, trabamos el acceso a las ediciones importadas para ahorrar dólares mientras no se medían gastos en proyectos faraónicos como el Centro Cultural Kirchner.Una política cultural basada en la arbitrariedad: los libros no podían entrar al país más que en cuentagotas y lo que se ahorraba impidiendo a la sociedad que accediera a bibliografía actualizada era nada comparado con el costo del CCK, una obra sólo explicable por el afán de autohomenaje de la dinastía Kirchner.Quizás se consideró a los libros irrelevantes, bienes suntuarios de los que se podría prescindir. O peligrosos, y es cierto: los libros pueden ser peligrosos para un gobierno que le teme a la capacidad reflexiva y crítica de sus ciudadanos.Los libros ayudan a pensar y esto debía estar bajo un cepo. Obvio, el kirchnerismo negó éste y todo otro cepo. En este caso lo llamó restricción y la excusa fue un verdadero disparate: los libros importados tienen mucho plomo.El cepo se extendió a la Feria del Libro y a algunos autores extranjeros. Hasta Vargas Llosa sufrió la censura ideológica. En el medio algunas editoriales militantes hacían su agosto: enormes negocios con las compras estatales.En el Centro Kirchner presuntamente destinado a la cultura y sin proyecto cultural se hizo algo más: lo llenaron de militantes y de ñoquis.Fue a través de una ingeniería financiera para saltear controles legales y contables. Armado por De Vido, el ministro más oscuro de los Kirchner y con triangulación de universidades k del Conurbano, se contrataron unas 700 personas. Al mejor, mejor dicho: al peor, estilo neoliberal. Un premio sobre todo a los que sostenían el relato.El kirchnerismo supo que de los libros del mundo no podía esperar que llegaran insumos teóricos para el modelo. El mensaje fue claro: vivamos solo con nuestros libros y hagamos tratos con nuestros militantes. Toda una foto de época. Pocos y caros libros importados, universidades preocupadas por las oportunidades de negocios políticos y un centro cultural desmesurado y vacío.Clarín – Buenos Aires