El relato kirchnerista no se acostumbra al llano

lacamporaTomás LinnPese al hartazgo que provoca tanto «relato» surrealista de los gobiernos populistas de la región, el relato no cede. Derrotados algunos de esos gobiernos, una retórica triunfalista y prepotente continúa desplegándose con la intención de horadar las nuevas asambleas mayoritarias en Venezuela o al gobierno recién instalado en la Argentina.La gestión de Mauricio Macri empezó con un despliegue de medidas para marcar cada palmo de terreno ganado. En Venezuela la situación tiene un matiz. La oposición arrasó en las elecciones de diciembre y se quedó con un altísimo número de bancas en la Asamblea Nacional, pero al haber sido una votación legislativa, Nicolás Maduro sigue siendo presidente y mantiene su relato como si contara con el mismo apoyo de antes. Para chavistas y kirchneristas, las «ultraderechas neoliberales» les arrebataron el poder como si nadie las hubiera votado, como si hubiera habido un golpe.Desde el llano, o desde lo que los kirchneristas llaman «la resistencia», se busca alimentar una porfiada historia irreal para seguir siendo dueños de la retórica y de los hechos.Si en Venezuela se aplicaran genuinos criterios democráticos, Maduro no tendría más remedio que negociar una coalición para seguir gobernando. Pero claro, tras años de deliberada y violenta agresividad contra quien piensa distinto es imposible hoy imaginar acuerdos. En consecuencia, en su minoritaria condición, la única salida es… la puerta de salida.Sin embargo, el chavismo resolvió continuar como si nada. Maduro aún cree tener la suma del poder, hasta el punto de afirmar que éste no se entrega «ni por una vía ni por la otra, ni por las buenas ni por las malas».En la Argentina, la elección implicó un cambio de presidente y de partido. Pero el kirchnerismo parece creer que al ser tan mínima la diferencia, es como si hubiera ganado. Por lo tanto mantiene su arrogante retórica. Olvida que en las democracias normales es común que el vencedor obtenga diferencias mínimas y necesite negociar acuerdos. Se entiende que la gente no tiene posturas unánimes ante cada tema. Esa pluralidad de posiciones expresada a través de más de un partido, y ninguno con mayoría abrumadora, es muestra de una saludable y libre cultura cívica.Perder es ir al llano. Sucede con cualquiera que está en el gobierno un rato y luego, gracias a la también saludable práctica de alternar partidos, debe cedérselo a otro. Pierde una porción de poder, aunque no todo. Mantiene presencia en el Parlamento y en lo regional influye desde las gobernaciones y municipios donde sí ganó. Así sucede en el resto del mundo.Mediante su relato, el kirchnerismo hace creer que no pasó al llano, sino que inició una «resistencia», tal como lo hizo el peronismo cuando fue derrocado por un golpe militar en 1955 o como ocurrió en los países donde dominaron dictaduras totalitarias.Para justificar esa «resistencia» el relato corre la voz de que el triunfo en las urnas de Macri es como volver al 76. Lo cual no tiene pies ni cabeza. En 1976 los militares impusieron una de las más feroces dictaduras que recuerde la historia reciente. Sin embargo, repetir el falso estribillo es funcional al relato.Algo similar ocurre al insistir en las características «neoliberales» del macrismo. No sólo se usa un calificativo vacío de contenido, sino que nada indica, hasta el momento, que la gestión y postura del actual presidente se asemejen a las de otros gobiernos a los que se les aplicó dicho mote.»Pero está achicando el Estado», responde el relato. Por cierto, el actual gobierno está revisando las designaciones hechas en los últimos años y meses por el kirchnerismo, que mediante el clientelismo o el nepotismo permitió entrar por la ventana a miles y miles de personas como empleados públicos. Eliminar esas irregularidades no es achicar el Estado, es llevarlo a sus números habituales.Que la Justicia aplique los mecanismos previstos contra funcionarios que fueron corruptos y arbitrarios ahora es «persecución ideológica».Empieza a repetirse la cantinela de que este gobierno no prestará atención a los derechos humanos. La tesis encontrará su confirmación cuando se reduzca el apoyo a organizaciones que en su momento sí fueron defensoras de derechos humanos violados hace 40 años por la dictadura, pero que luego se convirtieron en pilares del aparato propagandístico y prepotente del anterior gobierno.Es verdad, sí, que Macri inició su gobierno recurriendo a los decretos. Siendo legal, no es buena práctica. Pero hacer creer que es un invento suyo parece desmedido. Buena parte de las privatizaciones de la era menemista se hicieron por decreto y los Kirchner no dudaron en aplicar los suyos cuando les vino bien. El problema es institucional: una forma de gobierno demasiado presidencialista en desmedro del Congreso alienta esa inadecuada estrategia.Como sea, el relato sigue vigente. Lo aplicaron varios gobiernos en la región con exitosa eficacia, al menos por un momento. El chavismo venezolano fue genial en su histriónica puesta en escena, similar a la usada por Mussolini en los años 30. También Rafael Correa lo usó con habilidad. Ni en Chile ni en Uruguay hubo relato, pero ya retirado (aunque su partido sigue en el gobierno) el ex presidente uruguayo José Mujica no detiene su indescifrable e interminable «susurro». Sin embargo, el verdadero experto en entretejer el más sutil de los relatos fue el kirchnerismo, quizás porque la complejidad de la sociedad argentina obligó a una elaboración más sofisticada.Y lo sigue haciendo, desde el llano. Perdón, «desde la resistencia».La Nación – Buenos Aires