Cuando estalló el escándalo Clinton-Lewinsky y el presidente norteamericano insistía hasta el cansancio que no tuvo relaciones sexuales con la becaria de la Casa Blanca, tuvo que aparecer una testigo y mostrar un vestido con restos de lo que habría sido un encuentro desenfrenado entre el mandatario y la señorita. Hasta ese momento, las cosas habían llegado muy lejos y al mismo tiempo en que Clinton se aferraba a su mentira, también se acercaba al juicio político y la amenaza de perder el cargo.
Cuando el nocaut estaba por producirse, sonó la campana y el hombre más poderoso del planeta tuvo que dar la cara y reconocer no solo su relación con la dama, sino también admitir que no había dicho la verdad, algo que para los norteamericanos suele ser muy grave, pues se trata de una sociedad basada en la presunción de la buena fe y no al revés, como ocurre en nuestro país, donde todos presumen a priori que estás mintiendo. El hecho es que en el «caso Zapata» siguen apareciendo fotos, pruebas y testimonios acerca de las relaciones peligrosas que mantuvo el régimen con esta señora de grandes influencias. ¿Habrá que esperar una evidencia tan fuerte como un vestido manchado?.
Fuente: eldia.com.bo
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