Izquierda ‘feng shui’: igualdad, solidaridad y acupuntura

Podemos y la hipersensibilidad electromagnética, Equo y los transgénicos… ¿Es la pseudociencia una cuestión de ideología?

Izquierda 'feng shui': igualdad, solidaridad y acupuntura
«Los científicos son incapaces de explicarlo todo». Esa idea de partida, que ve la investigación como un campo de respuestas en lugar de uno de preguntas, deja la puerta abierta a buscar explicaciones fuera de la ciencia y a crear peligros infundados, a menudo atribuidos a intereses oscuros de las grandes multinacionales. Las vacunas, los transgénicos, las antenas de telefonía móvil, el wifi, las chemtrails, la sensibilidad química múltiple, la energía nuclear, el fracking o el glifosato… Es el largo listado de los nuevos demonios que un sector de la izquierda ha incorporado a sus líneas de acción en el debate público, la misma izquierda que abraza las terapias naturales como la homeopatía o el reiki. Defensores del movimiento escéptico (personas que divulgan la ciencia frente a las pseudociencias), lo llaman “izquierda feng shui (en alusión al «compendio de supersticiones chinas carentes de rigor») o “izquierda magufa (que finge ser científico sin serlo)”. Pero, ¿la pseudociencia es una cuestión de ideología y programas políticos? Varios expertos analizan el fenómeno.La denominación “izquierda feng shui” vio la luz por primera vez en 2010, en un tuit del timeline de Mauricio José Schwarz, periodista y escritor mexicano afincado en España reconocido por su activismo escéptico, para referirse a esa parte de la izquierda que, según apunta el propio Schwarz, «renuncia cuando le conviene a la idea de que el universo es material y naturalista y adopta la visión new age de un universo que la ciencia es incapaz de explicar, fingiendo defender a la población contra amenazas no demostradas, negando cualquier dato que lo contradiga y apuntándose a todo lo que parezca lucha social contra el malvado poder sin respeto a los hechos”.Su origen nace, según Schwarz, en el encuentro de la izquierda marxista con el movimiento espiritual new age de los años 60 en Estados Unidos, sobre todo a través de la ecología política. Y aunque pueda sonar a chascarrillo, la etiqueta ‘feng shui’ cuenta con antecedentes más recientes en nuestro escenario político. Esta corriente filosófica oriental que promete hallar el equilibrio entre la persona y su entorno, entró en la política española de la mano del político Joan Saura, de Iniciativa per Catalunya-Verds, cuyo equipo al frente de la conselleria de Interior del gobierno catalán pagó en 2007 estudios de geobiología y de electromagnetismo basados en el feng shui para renovar la decoración del departamento.



«Su origen está en el encuentro de la izquierda marxista con el new age de los años 60 en EE UU», Mauricio Schwarz

Al otro lado del charco, el escritor Gabriel Andrade, profesor de Sociología y Filosofía en la Universidad del Zulia en Venezuela, declarado simpatizante del bloque opositor venezolano y de Ciudadanos en España, comparte el concepto “izquierda feng shui”, pero sin olvidar su cara colonial, como ideología que promueve visiones precientíficas del mundo en nombre de la lucha contra el capitalismo y el colonialismo: “A mediados del siglo XX, con los avances de la industrialización, la izquierda anticolonial empezó a difundir la idea de que el daño de las metrópolis a las colonias no solo eran el saqueo de riquezas y la subyugación de la población nativa, sino también la arrogancia de una pretendida superioridad cultural. Con el avance del multiculturalismo y el énfasis en querer superar el colonialismo, varios partidos de izquierda buscan ser más tolerantes con los procedimientos que vienen de culturas tradicionales no europeas. Todo lo no occidental empieza a atraer más, y eso explica cómo, por ejemplo, la acupuntura y la medicina ayurvédica son ahora más populares que antes”.

Izquierda regresiva, ¿pero qué parte de la izquierda?

La izquierda feng shui o magufa se engloba en un término más serio y sutil, la “izquierda regresiva”, aquella que va contra los valores de la Ilustración, indica Schwarz, quien se declara socialdemócrata. “Es izquierda por sus ideales de justicia social, pero su actitud es regresiva, cuando no reaccionaria, al negar un criterio objetivo. La Ilustración fue inseparable de la visión naturalista y humanista del Renacimiento y la revolución científica, al aceptar que todos teníamos derechos y merecíamos libertades. Sin naturalismo y humanismo, la izquierda desciende al idealismo y a la superstición. Cuando un grupo ‘de izquierdas’ sabotea una actividad científica porque ofrece datos considerados políticamente incorrectos, se posiciona contra la libre expresión y del lado de la censura y la represión”.El concepto de izquierda regresiva ha sido propuesto por Maajid Nawaz, un musulmán laico y progresista, autor de Radical, my journey out of islamist extremism, como recuerda Eustoquio Molina, catedrático de paleontología en la Universidad de Zaragoza. “Nawaz no critica a toda la izquierda, entendida como la máxima defensora de la igualdad, el laicismo y la ciencia. Se refiere solo a una parte de ella que tiene un cierto éxito últimamente”, señala Molina.

«La solución es el ecologismo ambientalista de base científica. La investigación es la que puede frenar el desastre medioambiental»,  Eustoquio Molina

Este catedrático vivió la acción política como miembro de la fundación ecologista Equo antes de formarse como un partido, a la que se sumó debido a su preocupación por el problema medioambiental que causan la proliferación de la especie humana y la sociedad de consumo y derroche. “Al convertirse en partido, el activismo creció y aumentó el número de reuniones, en las que yo chocaba frecuentemente con los planteamientos anticientíficos y pseudocientíficos de bastantes militantes. En los estatutos de Equo descubrí que las referencias a los transgénicos, que son un descubrimiento científico muy útil, decían que había que prohibirlos, y me di cuenta de que casi todos los militantes son antitransgénicos”, explica.Molina decidió abandonar la militancia, y sus explicaciones pueden leerse en un artículo que escribió en 2014. “Creo muy necesario el éxito de un partido ecologista y sugiero que la solución es el ecologismo ambientalista de base científica. La investigación es la que puede frenar el desastre medioambiental. Defender el conocimiento científico no es incompatible con la acción política y los científicos deberíamos participar en partidos más activamente, pero no tenemos suficiente tiempo para la política si queremos desarrollar una investigación rigurosa y productiva”, añade este catedrático.

La ciencia para la gente y sus riesgos

Para el también exasesor de Equo y exmiembro de Podemos Alberto Nájera, profesor del Departamento de Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de Albacete en la Universidad de Castilla – La Mancha, la existencia de círculos científicos abiertos a la participación ciudadana favorecen el debate y la preocupación por la ciencia, pero reconoce también que tiene sus contrapartidas. “En Equo se formó un grupo de científicos y consultores al que también invitaron a un montón de gente, y fue catastrófico. En el debate científico, las referencias objetivas y resultados se mezclaron con las charlas de bar. La idea de abrir la ciencia a la gente es buena. El problema es que muchas veces no hay respeto por la autoridad científica, y en el momento de criticar no se buscan fallos en la metodología y los resultados. A mí me pasó con el tema de los contadores digitales de la luz. Decían que sus emisiones eran cancerígenas y eso es mentira, entre otras cosas porque el aparato no tiene antena para emitir”.Uno de los puntos críticos hacia la formación liderada por Pablo Iglesias es la existencia de un Círculo de Terapias Naturales. Sin embargo, Nájera le quita hierro: “No está reconocido. Al principio, cuando no había estructuras, casi cualquiera podía montar un círculo con cuatro personas, incluso algunos eran solo un grupo de Facebook. Pero cuando se constituyó como partido, se decidieron unos criterios mínimos de calidad. En el Círculo de Ciencia hacen una labor excepcional que no tienen otros partidos. La izquierda hace más ruido, pero también se preocupa más de tener consultores científicos. El Círculo Podemos de Ciencia me ha consultado algunas veces, y otras no, como con la famosa hipersensibilidad electromagnética en la Comisión Europea [los eurodiputados de Podemos llegaron a solicitar que se reconociera esta enfermedad inexistente]. A la derecha no sé si le interesan estos temas o es que destaca menos, pero con sus políticas han dado una cobertura legal, por ejemplo, a la homeopatía”.Otro ejemplo de debate interno de un militante de izquierdas con perfil científico corresponde al psicólogo Eparquio Delgado. Este miembro de Izquierda Unida promovió junto con otros compañeros el proyecto colectivo aprobado en la X Asamblea Federal de IU en 2012 que permitió que por primera vez un partido político español expresara una postura clara contra la introducción de pseudociencias en la sanidad pública. “Entendíamos que nuestra organización debía tener una posición de rechazo, y que el estado tiene la obligación de informar y formar a la ciudadanía acerca de la eficacia real de las pseudociencias», afirma Delgado, que prefiere hablar de una “izquierda anticientífica”, del mismo modo que existe una derecha que se opone a la ciencia y otra que la ensalza, pero descarta la existencia de un eje “científico-no científico” aplicado al espectro político e ideológico.

«No creo que haya una intención deliberada de combatir la ciencia en ningún partido político”, Gabriel Andrade

“Se trata de actitudes hacia la ciencia desde ambos polos. El PP de Esperanza Aguirre financió un hospital homeopático en Madrid, una Ministra de Sanidad de este partido fue la que promovió la regularización de esta pseudoterapia y habló de sustituir fármacos ‘por alguna cosa natural’ y en Canarias ha sido Coalición Canaria la que más cobertura legal ha dado a la homeopatía. La derecha anticientífica también abraza criterios religiosos para la toma de decisiones en temas como el aborto, la eutanasia, la educación, el uso de anticonceptivos, la libertad sexual y los derechos de las mujeres”, clama el psicólogo, quien sigue: “Hay un sector de la izquierda que asume las tesis rousseaunianas del ‘buen salvaje’ [la naturaleza del hombre es bondadosa, pero en contacto con la sociedad se corrompe], deshumanizado por el progreso científico y tecnológico, y percibe la ciencia como herramienta de dominación y esclavitud a la que se contrapone una vuelta a la pequeña comunidad y al mito de lo ‘natural’, que apuesta por la agroecología frente a la tecnologización agrícola, se opone a la medicina científica a favor de una medicina ‘natural”, y que ha penetrado en la filosofía de la ciencia, la educación y la crianza”.¿Están, pues, ambos sectores ideológicos empatados? Para el profesor Gabriel Andrade, las posturas en los políticos conservadores son menos antagónicas a la ciencia que en los políticos de izquierda, aunque con matices. “En España no hay trogloditas conservadores en la política que debatan si el arca de Noé existió o no o si el universo apenas tiene 6.000 años, como ocurre en Estados Unidos, ni cuestionan que el SIDA sea causado por el VIH, como hacen en África. Pero, quedan retazos. Algunos conservadores opinan que el calentamiento global producido por el hombre es un mito. Otros se oponen a la investigación de células madres embrionarias. Todo eso es reprochable. No creo que haya una intención deliberada de combatir la ciencia en ningún partido político”.Promover la educación científica y hacer comprender al elector el valor de la evidencia científica son los medios principales para combatir la pseudociencia, concluye Andrade: “A aquellos políticos izquierdistas preocupados por la hegemonía de Occidente, les recomendaría no confundir la justa lucha contra el colonialismo con la defensa de posturas anticientíficas. Para oponerse a la guerra en Irak, no fue necesario creer que el alma de un místico de Bagdad realmente abandona su cuerpo y se une a Dios, y que esos místicos tienen poderes curativos. Para reprochar los abusos de la conquista española en América y dar la bienvenida a los inmigrantes cubanos, no es necesario creer que la santería realmente sirve para curar enfermedades serias”.

La consecuencia de un diálogo más abierto

¿Y qué dicen los partidos de izquierda a las críticas de los escépticos? Equo, Izquierda Unida y Ahora Madrid fueron convocados a participar en el reportaje, pero solo Podemos ha aceptado la invitación de este diario. En su nombre, habla Lucía Ayala, diputada en el Parlamento Andaluz y responsable del Área de Políticas Científicas e I+D+i del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos. Historiadora del arte y la ciencia, se muestra contraria a la apreciación de que los partidos de izquierda se abran más a las pseudociencias: “Contamos con numerosos expertos para garantizar que nuestras propuestas se basen en el conocimiento científico, y para que no defendamos prácticas no integradas en el sistema público de salud por no contar con garantías científicas. Aunque promovemos los debates abiertos de la ciudadanía, nuestra postura política es clara y contundente, y no apoyamos la homeopatía ni prácticas no probadas científicamente”.Los grandes partidos, según apunta Ayala, también se han dado mostrado cercanos a prácticas cuya eficacia no está demostrada científicamente. “Baste recordar las pulseras Power Balance que llevaban tanto Leire Pajín (PSOE) como Esperanza Aguirre (PP) en 2010. O, por ejemplo, cómo la homeopatía se extendió rápidamente por Europa y Estados Unidos, siendo sus impulsores de corte ideológico muy diferente. Si la homeopatía fuese una práctica popular solo entre los sectores de izquierda, nunca habría conseguido estar tan extendida. La ministra Ana Mato se mostró favorable a la homeopatía y, sin embargo, no se preocupó de que España tuviera un laboratorio de bioseguridad 4, como Francia o Alemania, necesario para tener una reacción satisfactoria en el caso del ébola”, sostiene.

Para la portavoz sobre temas de política científica de Podemos, la percepción de una mayor proximidad de la izquierda a prácticas no basadas en la ciencia podría deberse al papel de los debates internos de los partidos. “El nivel y la transparencia de los debates es mayor que en los ámbitos conservadores y de derechas, pero también hay detrás una estrategia de desprestigio contra los sectores de la izquierda, a quienes se acusa sistemáticamente de falta de rigor científico y seriedad o de ser utópicos en sus propuestas económicas”, defiende.

Ayala reconoce que las pseudociencia constituye un tema de discusión dentro del partido. “Las pseudociencias suscitan debate respecto a cómo combatirlas, y la mejor línea de acción para contrarrestarlas es a través de la educación ciudadana. Uno de nuestros ejes principales es Ciencia y Sociedad, desarrollando medidas para acercar la ciencia a la gente. Si la sociedad estuviera más y mejor informada, el apoyo a estas prácticas se reduciría. Por otro lado, un sistema fuerte que se base en la investigación y la innovación, que potencie el papel de las universidades y los centros de investigación, ayudaría a crear una sociedad más estable y mejor informada».

Fuente: elpais.com