Cómo odiar correctamente a… Los que se quejan de la Navidad

Todavía no ha empezado y ya estamos cansados de los fenómenos sociales que dan pereza y vergüenza ajena. Aquí te guiaremos hasta encontrar la senda correcta

Navidad

He aquí una nueva entrega del manual del hater, instrucciones para encontrar la raíz del odio con el único objetivo de destruir todas las convenciones conocidas. ¿Quiere ser usted el azote del pensamiento único y el castigo de la vulgaridad? Aquí encontrará las claves para lograrlo.

El invierno tiene dos cosas malas, la primera es que hibernar no está bien visto en nuestra cultura. La segunda, que llega la Navidad, y con ella una colección de fenómenos sociales que dan pereza y vergüenza ajena. Ponernos en contra de estas fiestas sería demasiado evidente y, hoy en día, casi mayoritario. Si analizamos la situación, hay algo que nos irrita aún más que la Navidad: los que se quejan constantemente de ella. El tema de hoy es un prodigio de la incepción del odio, un ejercicio de meta-hater: odiamos estas fechas señaladas, pero odiamos aún más a los que las critican.



1. Los que se quejan del consumismo

Perfil muy odiable con discurso estándar:

«Un centro comercial no debe decir cuándo tenemos que comprar. Además, si espero a enero, está todo a mitad de precio, pero como somos unos borregos tenemos que pagar a precio de oro el kilo de langostinos. Este año me niego, vamos a hacer una cena de Nochebuena modestita y voy a comprar un detallito a cada uno». Al final, como todos los años, baten el record de comida por persona en la cena de Navidad (langostinos incluidos), llenan un camión de regalos y a las rebajas solo van para cambiar los 14 jerseys que se han regalado. Los Reyes Magos han traído de todo, menos coherencia.

2. Los que reniegan de la familia

Si existe una frase manida en la imaginería nacional es aquella de «La Navidad… ¿bien o en familia?».

Este quejica es un ser huraño que, después de varios años, no ha aprendido a jugar partidos fuera de casa. ¿Caen mal los suegros? ¿Molestan los padres? ¿Incordian los sobrinos? ¿Aterra la Nochevieja con el cuñado? Pues existe una solución: reservar una casa rural en Peralejos de las Truchas y desaparecer hasta después de Reyes. Esto no significa que a un buen hater le gusten las kermesse familiares, todo lo contrario, pero debemos mantener el tipo y sacar partido de todos estos experimentos antropológicos, como buenos observadores inerciales.

3. Los talibanes anti Papa Noel

Porque Navidad solo hay una. No hay nada más plomizo y estomagante que aquellos custodios de la tradición festiva.

Todos sabemos por los textos sagrados que los que vienen a traernos los regalos son tres sabios de Oriente que se cuelan en nuestras casas y no el señor gordo ese de barba, que es un invento de la Coca-Cola. Abracen la verdad mágica, o mi hijo Pelayo y mi hija Cayetana van a vivir en un mundo de mentiras, donde la ilusión y la esperanza se tornarán diversidad y desasosiego. Por eso existen 3 tipos de decoraciones exteriores en los balcones: el falso Papá Noel trepando por una escalera, unos honestos Reyes Magos muy cutres que venden en los chinos, y un único y verdadero niño Jesús del museo de cera sobre fondo escarlata. Esto sí es un conflicto y no el de las esteladas.

4. Los que en estas fechas se vuelven sostenibles

Una especie de esta falsa fauna hater es aquella a la que a final de año le llega la responsabilidad planetaria, al igual que la primera gripe o la paga extra.

Vive a 45 minutos en coche de su trabajo, pone la calefacción en casa a 24 grados y no recicla porque va todo al mismo camión que-yo-lo-he-visto. Y de repente se vuelve el Manu Chao del consumo energético responsable. Se queja del gasto superfluo de las luces de la ciudad, de que hay que utilizar menos el coche y más el transporte público y de la cantidad de comida que tiramos porque eso no está bien y no es espíritu navideño. Cuando todo pasa, se cura el virus sostenible y vuelve a desactivar el protocolo de Kyoto.

5. Los que viven constantemente en una cena de Navidad

«Estoy harto, no hago más que beber y comer».

Este personaje quejica festivo está todo el día resoplando, tiene tarifa plana de omeprazol y es el primero que organiza y se apunta a todas las cenas de Navidad. La del trabajo, la del departamento, la de los amigos, la de los de la universidad, la de los del equipo de fútbol, la que hace cada día 22 con sus primos y la que trasladan a enero para cuando pasen las fiestas y nunca se llega a celebrar. Se queja de todas y cada una de ellas y en cada una de ellas acaba como un apóstol.

Fuente: elpais.com