Del Málaga a LaMia, echándole nomás

maggy__talavera_Maggy TalaveraTras las primeras noticias sobre el accidente aéreo protagonizado por una nave de LaMia, en el que murieron 71 personas, un recuerdo triste profundizó mi agobio: los 15 muertos que dejó el desplome del edificio Málaga, que estaba en fase final de construcción en la calle Monseñor Salvatierra de la capital cruceña. Pese a los casi cinco años que separan una tragedia de la otra y a las características diferentes de cada una, hay un hilo conductor similar que las acerca: el afán de forzar situaciones al límite de la capacidad de resistencia de sus principales actores y de las misiones que encaraban, poniendo en riesgo hasta sus propias vidas.No es fácil hablar de ello, sobre todo porque hablamos de responsabilidades de quienes terminaron pagando con sus vidas el gran error de ultrapasar los límites de lo permitido, creyendo que así sortearían pérdidas económicas, de tiempo o de prestigio frente a algo tan coyuntural y pasajero como el de la entrega final de una obra o la llegada, en fecha y hora, a un lugar de destino. Lejos estaban esos capitanes de misiones disímiles de ver que transitaban por la ruta exactamente contraria: acortando sus horas de vida y llevándose a la tumba un equipaje no deseado… el del mal recuerdo del precio pagado por sus últimas decisiones.Duele mucho señalar esas verdades en tiempos que ya no tienen retorno. No hay cómo enmendar errores. Duele más aún al tomar conciencia del peligro que continúa al acecho sobre todos los que sobrevivimos al Málaga o a LaMia. El peligro de repetir esos excesos, en la falsa creencia de que nada de eso ocurrirá con nosotros. Un peligro latente en todo lugar habitado por un ser humano acostumbrado a “echarle nomás”, a romper equilibrios y violar normas, sin considerar los riesgos a los que expone a quienes lo rodean y a los que él mismo se somete. Escribo esto y pienso ahora en tantas víctimas inocentes por los excesos de otros, como son las que dejan los accidentes de tránsito, la negligencia médica y tantas más. Imposible no preocuparse al evidenciar que, pese a todo el dolor que nos causan muertes como las del Málaga o las de LaMia, no aprendemos las lecciones que nos dejan estas tragedias. En un par de semanas estaremos otra vez como si nada hubiera ocurrido, cada uno jugando a estirar al máximo la cuerda de su propia resistencia, apostando a ver quién es el ‘más vivo’ para trapacear en cualquier y todo ámbito. Algunos, desde la cima del poder; otros, desde la sima de sus miserias. Cada quien creyendo que nunca perderá la apuesta, como tal vez pensaron muchos de los que no vivieron para contarla o tantos otros que sobrevivieron a sus muertos, alimentándose de la inocencia e impotencia de quienes no tienen otra opción que la de ser sus eternos subalternos.El Deber – Santa Cruz