La Bolivia que importa papa y maíz

Álvaro Puente CalvoUn periodista entrevistaba en el mercado. Cuando preguntó por la cebolla, quedé de piedra. “Tengo esta cebolla peruana, a 24. Esta otra es de aquí, a 16”, contestó la vendedora. ¿Qué podría tener aquella cebolla extranjera por la que la gente pagaba tanto más que por la nuestra? La verdad, ¿de qué me alarmo? Durante largas temporadas tenemos mangas solamente peruanas, paltas peruanas, chirimoyas peruanas, manzanas chilenas, carne argentina. ¿De qué nos alarmamos si Bolivia importa maíz y papa, que fueron nuestro tesoro? Nuestros graneros y huertas ya no están en esta tierra. Lo importamos todo. No somos capaces de cultivar ni lo que comemos.No es solo nuestra la migración del campo a la ciudad. El cambio climático no nos castiga únicamente a nosotros. El auténtico problema es que no sabemos cultivar como los agricultores de otros países. Si en una hectárea producimos tres toneladas de un grano, nuestros vecinos cosechan seis o siete y sus productos son de mejor calidad. Tenemos las mismas o mejores condiciones, pero solo en un punto estamos peor. Los campesinos de allá cada día saben hacer mejor su trabajo. Los nuestros siguen cultivando la tierra como lo hacían hace mil años. Los agricultores de allá fueron a escuelas que les enseñaron a pensar. Luego, muchos de ellos estudiaron para hacer de su oficio una profesión. Hay promotores que enseñan a mejorar su tierra, a sembrar mejor, a cultivar mejor, a regar, a proteger las plantas. A los nuestros solo les han llegado discursos, bonos y promesas. Nadie les dio todavía escuelas que sirvan. Nadie se ocupa de enseñarles ni de prepararlos para nada.Nuestros gobernantes creen que la ciencia y la técnica hacen daño. Creen que lo mejor es regalar dinero para que no haga falta trabajar. Han acumulado inmensas fortunas de los tiempos de bonanza del gas, pero no saben para qué. No son para guardarlas ni para construir palacios. No son para hacer propaganda personal del presidente ni de su séquito. No son para financiar mil referendos de reelección. No son para regalar cargos ni prebendas. No se han dado cuenta de que solamente son para hacer crecer a este pueblo nuestro. Debieran ser para hacernos más sabios y menos dependientes, para hacernos más capaces de dominar la naturaleza, de pensar, de luchar, de producir, de salir adelante.Pueden haber hecho obras de cemento o de plástico, pero en el crecimiento humano, en el desarrollo de las capacidades de nuestro pueblo, se han aplazado. Pero, por favor, que no repitan curso.El Deber – Santa Cruz