La dictadura emocionalista

Javier GómezActualmente vivimos en una época en la cual no se discute argumentalmente sino que muchos quieren resolver todo repitiendo frases cortas y adjetivando al otro. Lo peor de todo esto es que ya nadie quiere discutir sobre algunos temas delicados por temor a ser adjetivado negativamente, y lo que es peor, muchos de los que los que adjetivan, ni siquiera saben bien la definición de los adjetivos que usan.Si afirmo: “No soy feminista”, enseguida tendré a un montón de personas queriendo decirme que soy machista. Pues no, no soy machista. Soy alguien que cree en la “complementariedad sexual”, es decir, sostengo y argumento que ambos sexos son diferentes y complementarios y que, por los dones recibidos de cada uno, ambos tienen roles y funciones diferentes dentro de la sociedad, que eso no forma parte de ninguna clase de sometimiento sino de algo que es natural y tangible. Hay miles de cosas que las mujeres pueden hacer mejor que yo, y esto no me hace sentir inferior, pero hay cientos de cosas que yo como hombre podré hacer mejor que muchas mujeres, y esto no es machismo.Si hablo de que se ha abusado del “bullying” tendré a varias personas queriendo decirme que soy injusto, porque muchos jóvenes son víctimas de él en las escuelas. Yo respondo: Atacar la consecuencia no resuelve el problema que lo causa. Lamentablemente el “bullying” es una campaña creada para eliminar el disenso en algunas escuelas, donde todavía existe rechazo a las ideas propagadas por los grupos promotores de la ideología de género. De manera tal que si tú te opones a estas ideologías o a cualquier idea propagada, puedes ser acusado de “bullying” a quien no las acepta por la fuerza. En el pasado, una de las sanas respuestas al bullying fue la película Karate Kid, en la cual un joven que debió aprender a pelear para no hacerlo.Cuando hablo del mal empleo de las palabras “tolerancia” y “fobia”, también tendré un montón de personas queriendo tildarme de algo antes que simplemente argumentar y discutir sanamente. Si digo que me opongo a las uniones homosexuales, tendré un montón de personas diciéndome “homofóbico”, “retrógrada” y cualquier otro adjetivo, pero de fondo, poco argumento. Me opongo a estas uniones, me opongo al aborto, y estoy dispuesto a argumentar y discutir sanamente mi postura donde sea, sin utilizar adjetivos denigrantes para cualquiera que se anime a discutir conmigo, y no creo que por ello padezca fobias.Ni hablar de la cantidad de adjetivos que he recibido y recibo por ser religioso. De fondo, en todos ellos, mucho emocionalismo, pero nada de querer hacer ejercicios de lógica y raciocinio en la discusión.El Día – Santa Cruz