De Disney al infierno: la cara oculta de ser una estrella infantil

El triste suicidio del actor Michael Mantenuto nos hace recordar que en la casa del ratón Mickey no todo son sonrisas y canciones.

Michael Mantenuto, en el estreno de

Puede que Dalí haya sido el único gran genio de la pintura española que logró trabajar codo con codo con Walt Disney. Pero de haber coincidido en el tiempo, seguramente al cineasta americano le habría encantado contar entre sus filas con Goya. Con Goya el pintor, no con el premio.Al fin y al cabo, 125 años antes de que Walt y su hermano Roy fundaran The Walt Disney Company en Los Ángeles, Goya creó El sueño de la razón produce monstruos, un grabado dentro de su serie Caprichos que resumía a la perfección en qué acabaría convertida la casa del ratón Mickey con los años. Algo así como una premonición de la maldición que sufrirán aquellos que trabajan bajo su yugo. ¿O acaso tener fama no es lo más parecido a tener razón que existe en Hollywood?Por eso, con la promesa de que si lo consiguen tendrán todo lo que quieran –y esto va más por los padres que por sus retoños artistas–, cada año miles de niños y niñas participan en los castings para ser las nuevas estrellas de la factoría Disney sin ser muy conscientes del caro peaje que deben pagar a cambio.Puede que en su imaginario flote la idea de convertirse en los sucesores de Zac Efron, Zoey Deutch o Ryan Gosling, posiblemente las tres únicas estrellas infantiles que han salido indemnes de este proceso. Ignoran que por cada uno de ellos hay otros muchos que tras sus eternas sonrisas y aventuras en mundos mágicos escondían, entre otros secretos, adicciones a drogas, depresiones y trastornos alimenticios. Problemas que dejan al colapso de Britney Spears en 2007, el más famoso de todos los sufridos por los niños Disney, en un agradable paseo a lomos del pony que las estrellas infantiles suelen comprarse con su primer sueldo.El último en sufrir las consecuencias de haber pasado un tiempo a merced de la factoría Disney ha sido Michael Mantenuto, actor que saltó a la fama por protagonizar la película El milagro y que ha sido encontrado muerto en su coche en Washington. Según el juez que lleva el caso, el joven, que tenía 35 años, se suicidó de un disparo. Estaba casado y tenía dos hijos, una niña y un niño.

Teniendo en cuenta que Mantenuto llevaba casi una década alejado de los focos –después de rodar en 2088 su última película, Conquistando las olas, se alistó en la Marina– todavía está por saber si su muerte tiene algo que ver con su etapa de estrella infantil. Pero en otros compañeros de profesión la relación estaba clara desde el principio. Aquí tiene un breve recorrido por el lado oscuro de este mágico mundo de colores que, como en sus parques de atracciones, esconde la basura detrás de brillantes fachadas para que los visitantes sigamos soñando.

El pequeño Bobby Driscoll

El ejemplo más triste de que esto de caer en desgracia no es algo nuevo. Y eso que al pequeño Bobby Driscoll nadie lo recuerda por su nombre. De hecho, si le enseñaran su cara, probablemente tampoco nadie lo identificaría.Cosas que pasan cuando tu principal trabajo en Disney consiste en poner voz y ser modelo de cuerpo para la animación del protagonista de una de las películas más famosas del estudio: Peter Pan. Lo hizo cuando todavía era un adolescente, y aunque Bobby ya había aparecido en carne y hueso protagonizando otros títulos míticos como Canción del Sur o La Isla del Tesoro, fue por el niño que no quería crecer por lo que pasó a la historia.

Además de la manera más irónica posible teniendo en cuenta que el suyo fue el típico caso de niño al que todos adoran hasta que le sale barba. Algo que él no llevó nada bien, sobre todo después de comprobar cómo según le iba cambiando la voz dejaban de llamarlo.Bobby, como Peter, no quería ser mayor, y empezó a desear irse volando a Nunca Jamás para no hacerlo. O lo que es lo mismo, a abusar de las drogas para escapar de una realidad doloras. De ahí pasó a ser responsable de varios atracos, lo que le llevó a pasar sus últimos años alternando ingresos en prisión y en psiquiátricos.Fue poco después de su 31 cumpleaños, el 30 de marzo de 1968, cuando unos niños encontraron en un descampado de Manhattan un cuerpo sin vida que nadie reclamó y que, por lo tanto, se enterró sin nombre en un cementerio cercano. No fue hasta 19 meses después, cuando su madre acudió a la policía y se realizó una investigación, que se acabó descubriendo el nombre de aquel cadáver: Bobby Driscoll.Cuadrando fechas, es facil imaginar que antes de morir Bobby pudo ver en acción al que estaría predestinado a ser su sucesor, Matthew Garber, el pequeño Michael Banks de Mary Poppins, que repetía el mismo arquetipo de chaval con cara de travieso pero buen corazón. Lo que no imaginaba es que además de aspecto por desgracia también compartirían final. Aunque en el caso de Matthew no fue el abuso de drogas, sino una hepatitis que cogió durante un viaje a la India, lo que acabó con su vida. Tenía 21 años.

Matthew Garber, en

La generación ‘Mouskeeter’

Aunque las primeras estrellas Disney se forjaron en el cine, poco a poco la televisión se fue mostrando como un exitoso campo de negocio a explotar para seguir sumando ceros a las arcas del estudio. A mediados de los 50, cuando este electrodoméstico empezó a popularizarse, los niños cada vez jugaban menos en las calles para pasar horas delante del aparato. Había que aprovecharlo. Y así fue como nació en 1954 The Mickey Mouse Club, programa contenedor en el que un grupo de niños y niñas modelo se lo tenían que pasar fenomenal mientras perpetuaban el american way of life.Su única obligación a cambio de vivir esta fantasía en blanco y negro era sonreír sin parar, quisieran o no quisieran. Especialmente ellas, que tal y como llegó a reconocer Doreen Tracy, una una de las niñas originales, sufrió heridas en el pecho debido a las camisetas tan ajustadas que los responsables del programa les ponían para ocultar sus curvas en cuanto se desarrollaban.

Pero no fue hasta finales de los años 80 hasta que no llegó a este programa la generación que convertiría al Mickey Mouse Club en leyenda. Y no precisamente por la calidad de sus guiones, que no tenían ningún misterio. Hablamos los años en los que Christina Aguilera, Justin Timberlake, Ryan Gosling y Britney Spears se convirtieron en el espejo a seguir de miles de chavales que todavía no tenían edad para entender las tramas de series como Sensación de Vivir. Chavales que pensaban que la vida era cantar, bailar y chocar los cinco con una actitud que haría las delicias del Poochie de Los Simpson. Esos niños.Ponerse ahora a hablar del destino de la mayoría de los chavales que pasaron por allí a principios de los 90 sería ridículo porque lo sabemos todo: que si Justin Timberlake se metió en una boyband y luego descubrió el pecho de Janet Jackson quizás enfadado porque su exnovia Britney besaba a Madonna; que si Christina Aguilera era la que mejor cantaba pero se ha tenido que conformar con seguir tirando de una base de fans que se niega a abandonarla en horas bajas; que si Spears baja a los infiernos y ahora hace playbacks carísimos, que si Gosling se queda a las puertas del Oscar….
Del que nadie parece acordarse, ni siquiera sus compañeros de promoción, es de Marque «Tate» Lynche, cuyo máximo logro desde que terminó el programa que una vez lo crió entre algodones fue el de quedar eliminado en la tercera edición de American Idol. Tras eso consiguió pequeños papeles en obras de Broadway afines a Disney como El Rey León.Precisamente en Nueva York fue donde encontraron a finales de 2015 su cuerpo sin vida. Tenía 31 años y la causa de la muerte dejó claro que no había nada de natural en ella: había bebido tanto que su cuerpo no lo soportó.

Un nuevo siglo y una misma historia

A principio de los 2000 los programas infantiles ya no tenían la misma respuesta en una sociedad que trataba a los niños como adultos. El Club Disney perdía audiencia, y por eso las series de acción real se convirtieron en el nuevo filón de ingresos para Disney. Lizzie McGuire fue el primer fenómeno de masas que años después continuaría con títulos como Hannah Montana, Las brujas de Waverly Place y con películas para la televisión como High School Musical o Rock Camp.“Miranda Sánchez es la mejor amiga de Lizzie, que completa el trío principal cuando los chicos están aburridos. Es la más proclive a meterse en líos del grupo. Ella toca el violín, es mexicana, y su color favorito es el rojo”. Si nos pusiéramos frívolos, que al personaje más importante que has interpretado en tu vida lo definan así en la Wikipedia sería motivo suficiente para abandonarse a cualquier sustancia. Pero cuando Lizzie McGuire se emitía a principios de siglo, todas las niñas que no soñaban con ser Hilary Duff, la protagonista del show, soñaban con ser su díscola amiga, interpretada por Lalaine.

Hilary Duff y Lalaine, amigas inseparables en

Lalaine, que en 2001 tenía 14 años y que por lo tanto no había visto cómo la generación previa de estrellas descendía a los infiernos, fue la elegida para dar vida a Miranda. La chica se alegró tanto de participar en la serie de moda que no valoró las consecuencias. Ella solo pensaba en su futuro en solitario como cantante lejos de la sombra de Hilary Duff. Pero Disney, que igual que te lo da, todo te lo quita, no solo decidió eliminar sin previo aviso a su personaje en los últimos capítulos de la serie –la mandaron de vacaciones a México–, sino que tampoco contó con ella para la posterior película.Lalaine desapareció así del ojo público hasta que en 2007 la policía la detuvo por posesión de metanfetamina. Algo que podría haber aprovechado para volver al ojo público de no ser porque aquel fue el mismo año en el que el resto de estrellas Disney, empezando por Britney y acabando por Lindsay Lohan, montaron de las suyas. Hoy Lalaine asegura que disfruta viviendo la vida tranquila. A juzgar por el número de seguidores en sus redes sociales –45.000 en Instagram frente a lo siete millones y medio de Hilary Duff– lo confirman.Quien no se conforma con dejar la fama pasar es Lindsay Lohan, la más famosa estrella estrellada de Disney de la historia que es también la que más ha hecho por salir del agujero. Y en ello está todavía. Pero más allá de ese meme de ella completamente KO en un coche por culpa de una borrachera, lo de Lindsay es el perfecto ejemplo de los peligros de explotar a los niños sin importar las consecuencias.

2011

Como con Spears, de ella no hace falta contar nada que ya no sepamos ya: ingresos en clínicas de rehabilitación para curar su adición a las drogas y el alcohol, detenciones, juicios y peleas maritales incluidas… Pero lo que sí merece la pena es recalcar lo tierno que es verla iniciar una campaña para que Disney la vuelva a  contratar como protagonista del remake con gente real que están preparando de La Sirenita. Hay círculos de los que no se sale hasta que no se cierran.Si el estudio no da su brazo a torcer, al menos le queda el consuelo de estar viva. Varios compañeros de empresa y casi de generación no pueden decir lo mismo. Por ejemplo Bridgette Andersen, la niña que protagonizó la secuela del Tú a Londres y yo a California original varios años antes de que Lohan hiciera lo propio en el remake –esto no es un trabalenguas– y que murió en 1997 por culpa de una sobredosis de heroína.Ese fue justo el año que Lee Thompson Young estrenó en Disney Channel la serie The Famouss Jett Jakson, que fue el principio de una breve carrera que le llevó a protagonizar películas como Johnny Tsunami o aparecer en la serie Scrubs. Aunque a él la industria no le dio la espalda, en 2013 se suicidó disparándose en la cabeza. Tenía 29 años.

Miley Cyrus, la transformación de 2013

¿Habría sido este el destino de otras estrellas Disney como Selena Gomez, Demi Lovato o la mismísima Miley Cyrus de no haber tenido la fortaleza suficiente para aguantar sin desmoronarse? ¿Quién no lo haría trabajando en un negocio donde todo el mundo, desde compañeros a fans pasando por la prensa, a algo tan natural como crecer lo llaman volverse una guarra?

The Mickey Mouse Club

Fuente: revistavanityfair.es