Pese a esfuerzos, Bolivia sigue siendo el único país del mundo con niños en sus cárceles

Los artículos 106 y 107 del Código Niño, Niña, Adolescente establecen la prohibición de que niños mayores de seis años vivan en centros penitenciarios. Pese a ello, en las cárceles de hombres existen incluso adolescentes mujeres que siguen allí.niñosImagen de archivo de niños en las cárceles. Foto de archivo: www.rinconabstracto.comLa Paz, 23 noviembre (ANF-Brújula Digital).- El problema es de larga data y no puede ser resuelto. Por lo menos mil niños y niñas viven con sus padres dentro de las cárceles bolivianas, el único caso que se conoce en el mundo.El problema se origina debido a que muchas veces los familiares de los detenidos no pueden hacerse cargo de la crianza de los niños (usualmente son cuatro o cinco hijos) y los padres rechazan que éstos sean llevados a centros estatales debido al riesgo de que sufran abusos. En otras ocasiones piensan que viviendo con ellos recibirán de los jueces una sentencia más baja.Se da la absurda situación en la que existen padres que están más tranquilos teniendo a sus hijos junto a ellos, en sus celdas, que fuera, lo que Tomás Molina Céspedes, exdirector general de Régimen Penitenciario, considera “entendible”.En el pasado han muerto niños y niñas que vivían en las cárceles bolivianas, ya sea de enfermedades (hubo un caso de meningitis) o a causa de golpizas o violaciones. En 2013 se registró el sonado caso de dos pobres niñas, violadas durante años por su tío, padre y padrino; una de ellas resultó embarazada. La alarma, entonces, fue internacional. Especialistas que prefirieron no revelar sus identidades dijeron que la violencia contra los niños es frecuente y muchas veces bárbara dentro de los penales. Además, los menores “normalizan” la violencia, física y psicológica que reina entre los adultos.Los chicos, junto a sus padres, sufren hacinamiento y enfermedades y están en medio de un entorno completamente inadecuado para el desarrollo infantil. Ramiro Llanos, exdirector de penitenciarías, señaló en una declaración anterior que “los menores no tienen ninguna protección y comparten el espacio con ladrones, asesinos, violadores, pandilleros y narcotraficantes. Son testigos del consumo de alcohol y drogas y también de la violencia que reina en esos lugares”.Llanos pidió a los policías que «dejen de ser tan corruptos y no permitan más la entrada de los niños a la cárcel», según declaró al diario Página Siete. El Gobierno promete desde hace años dar una solución al problema, que nunca llega.Según datos de Régimen Penitenciario, obtenidos de una memoria del Ministerio de Educación, al 2015 existían al menos 1.076 niños viviendo con sus padres en las cárceles del país. Otros datos señalan que existen 1.500 en las cárceles bolivianas.Extrema inseguridad en las cárcelesLos artículos 106 y 107 del Código Niño, Niña, Adolescente establecen la prohibición de que niños mayores de seis años vivan en centros penitenciarios. Pese a ello, en las cárceles de hombres existen incluso adolescentes mujeres que siguen allí.Según la Jefa de Unidad de Defensa Integral a la Familia de la Alcaldía de La Paz, Jaqueline Llanos, los padres rompen el silencio para justificar su estancia dado que “mil veces prefieren que estén con ellos porque afuera no tienen control sobre sus hijos”.El ex Defensor del Pueblo, Rolando Villena rechaza por completo que se dé esta situación: “De ninguna manera [debería haber niños en la cárcel]. Porque los niños, como no tienen visibilidad social, están aún más invisibilizados. Su presencia en las cárceles hace que el tema de la violencia que ellos sufren sea tres o cuatro veces más grave (que en adultos)”.“Los niños y niñas viven situaciones de extrema inseguridad en las cárceles”, agregó.Villena cree que los niños “jamás van a entender por qué ellos tienen que soportar la discriminación, (incluso) al interior de su propia unidad educativa llevan la marca de que ellos son hijos de presos o de delincuentes”.Contó que el 18% de los hijos e hijas de los presos sin sentencia no pueden acceder a un certificado de nacimiento porque en muchos casos se trata de “uniones informales” que acaban en rupturas de pareja. Ese precedente hace que sean de facto “parias” y como tales no existen para la sociedad, menos para el Estado.Por eso Llanos, la Jefa de Unidad de Defensa Integral a la Familia de la Alcaldía, asegura que esta situación priva de elementos esenciales a un niño y genera que su círculo de amistades “se limite a un centro de privados de libertad”. Explica que se debe trabajar para que los familiares que están libres asuman el cuidado de los hijos de las personas recluidas.“Mal menor”No todos están de acuerdo. El abogado y exdirector general de Régimen Penitenciario Tomás Molina Céspedes, considera que la presencia de niños menores de seis años en las cárceles es un “mal necesario” o “mal menor”, debido a que “de otro modo esos niños vivirían en las calles” y podrían ser víctimas de niños mayores o “antisociales de todo tipo”.Este especialista aclara que no es partidario de que los infantes vivan en las cárceles, pero que ello no puede evitarse hasta que el Estado ofrezca a esta población toda la atención y servicios que necesitan para su alimentación, vestido, sano desarrollo y educación integral.Molina Céspedes asume que la ventaja principal de que éstos vivan con sus padres es que están más seguros, además de que no se rompe el vínculo familiar y, más bien, se estrechan esos lazos.Para la psicóloga Carla Ariscaín, quien trabajó entre 2002 y 2006 en la cárcel de Palmasola en Santa Cruz, los padres se pueden dividir en dos tipos de corrientes. En una, los padres aseguran que dentro de la cárcel, aunque sea un lugar perjudicial, sus hijos están mejor que en centros públicos. En la otra, los padres y madres dicen que “jamás permitirían siquiera que sus hijos vayan de visita” al penal.Al colegio fuera del penal Los niños del penal de San Pedro de La Paz van a clases en las tardes. Luego del almuerzo salen de ese recinto penitenciario, donde están recluidos sus padres, para ir a una unidad educativa cercana. Pasan allí cuatro horas muy distintas al resto de su rutina y logran distraerse y aprender. Cuando el sol se pone les toca retornar, dar media vuelta por la plaza San Pedro, y volver a los custodiados muros de la cárcel más representativa de la ciudad de La Paz.Los Centros de Apoyo Integral Pedagógico (CAIP), programa dependiente del Ministerio de Educación, brindan atención a nivel nacional a 301 niños y niñas que residen en esos recintos, permitiéndoles acudir a clases. Entre 700 y 1.200 no asisten al colegio o al kínder.Reynaldo Quiroga, director del centro educativo que recibe a los niños de San Pedro, dice que trata de preservar su identidad lo más posible, para que los niños no sean pasibles a discriminación, y que intenta darles el mejor cuidado y formación que está a su disposición.Para Germán Silvetty, director de la unidad educativa del turno de la mañana que comparte el mismo ambiente con la escuela a cargo de Quiroga, se trata de un tema complejo. “Dentro de la cárcel tienen sus propias normas, creo que están protegidos (…) La mayoría son niños pequeños, son niños que hasta los 10 años acompañan a sus papás”, sostiene este educador.