Sólo sirve la dormida

José Luis Bolívar Aparicio Si me llegan a preguntar cuál es la mejor película boliviana de todos los tiempos, no dudaría ni un segundo en afirmar que Chuquiago es de lejos la obra maestra de la cinematografía nacional. Claro que este es un criterio estrictamente personal, seguramente muchos diferirán a mis gustos.La cinta de Antonio Eguino encadena cuatro historias hábilmente desencontradas la una de la otra y muestra, creo yo, con una claridad asombrosa a la sociedad paceña de finales de los años setenta.Su inicio en el Altiplano tocando muy de soslayo a la aún casi inexistente ciudad de El Alto con la historia de Isico, va trasladando al espectador por un descenso fino a través de sus encumbradas laderas hasta terminar en la zona sur con Patricia como protagonista, interpretando los cambios que se aproximaban y que ahora son la historia nuestra de cada día.La narrativa es fresca y hace que los vericuetos de Jhony lo tengan a uno con la emoción a flor de piel, con detalles tan interesantes como cuando desea aclarar su tez con un poco de crema nívea en un envase de cinta para máquina de escribir o lo divertido que es verlo colgado de la puerta de un micro 2 subiendo una empinada calle villera de aquellos tiempos.Pero la parte que más disfruto y con la que más me identifico porque corresponde justamente a mi estrato social, es la de Carloncho. Un empleado público de clase media, abnegado padre, dedicado esposo, típico trabajador de oficina del estado e insuperable amigo. Interpretado magistralmente por un joven David Santalla, quien en compañía de grandes actores de aquellos tiempos como Tino Lozada, Rafo Mory, Raúl Ruiz y Tito Landa entre otros, protagonizan la parte más divertida y dinámica de todo el filme, pese a que contradictoriamente, está basada en su muerte y que culmina justamente con su entierro.Muchos temas se tocan en esta línea, como la familia de clase media, con más apuros económicos que alivios, los entretelones del trabajo estatal, la corrupción con los “aceleradores” de trámites, lo difícil que era la comunicación con los indígenas en busca de asistencia y hasta la relación empleado patronal, que es casi familiar. Pero su tema central es el “viernes de soltero”, institución paceñísima que hoy por hoy se encuentra en vías de extinción pero que Eguino retrata a la perfección en tres simples ambientes y un guion maravilloso.La reunión con los colegas de trabajo en el viejo restaurant Oruro de la calle Ingavi que ya no existe más, muestra con una gala extraordinaria cómo el paceño de antes disfrutaban de una noche exclusivamente para hombres entre cervezas (aún en botellas verdes) y San Pedros, risas y guitarreadas, alegrías y tormentos y que siempre acababan en el yo te quiero, yo te estimo, o como en la película, con las peladas de Caiconi.También toca con destreza algo que no podía faltar en una jornada de parranda como esas, el cacho. Deporte nacional de fin de semana, que al calor de los tragos siempre fue el mejor rompe hielos y calienta gargantas, donde la muñeca y la claridad mental tienen un papel preponderante. Pese a que se trata de un juego de azar, la estrategia es fundamental. Las casillas se van llenando acompañadas de frases cantadas y que van provocando emociones o decepciones de uno y otro lado.Ya sea generala, alalay o tiro volteo, las reglas son diversas y variadas, y éstas van mudando de ciudad en ciudad y hasta de mesa en mesa. También dependiendo de con quienes se juega, un cacho maldito lo puede dejar a uno borracho antes de terminar de sentarse, víctima de los palos ganados hasta por si acaso.En definitiva, es un juego en el que reina la diversión y que puede garantizar el inicio de una noche inolvidable como me ha pasado en infinidad de oportunidades.Muchas veces la partida se pinta apretada, puede suceder que el último tiro lo defina todo, pero en otras oportunidades, a una de las partes le va tan mal en sus tiros que al quedarse ya sin opciones de ganar, la sentencia del cantor es fatal, “solo sirve la dormida”. Esto significa que a quien le toca tirar los dados, ya no suma, ya no hace figuras y sólo carga los cinco dados en el cubilete, sopla y espera que la diosa fortuna le regale una ronda en donde los todos los cubos marquen la misma cifra, algo que generalmente por lógica simple no sucede y ve en la sonrisa de su rival el mejor reflejo de su infortunio.Es pues ya jugar a lo loco, con torpeza, sin cabeza, apostando a que algo mágico pase sabiendo que no pasará. Es como querer estudiar todo lo avanzado en el año, la noche antes del examen o mandar al arquero a cabecear el corner del último minuto del partido, es en resumen, la medida desesperada que lo acepta todo y en la que todo vale.Estas últimas semanas, el gobierno de don Evo Morales, se ha mostrado como el peor jugador de cacho con el que uno se pueda enfrentar. Y no porque esté ahogado de borracho y ya no sepa ni qué anota ni dónde, sino porque está empezando a lanzar sus dados, sin piense, sin estrategia, sin lógica y con un desorden tan visible que parecía que le dijeron que al irremplazable “candidato” sólo le sirve la dormida.Las infortunadas y patéticas declaraciones de la Ministra de Comunicación, Gisela López en los medios de comunicación y en dos ruedas de prensa, tratando de mostrar al presidente como el mejor twittero de Bolivia, sino del mundo, no dejaba muy claro si uno debía ponerse a reír o a llorar. No se puede entender cómo es posible que hicieran de algo tan banal, como la cantidad de seguidores, un tema de Estado. Decir que si Carlos Mesa tiene más seguidores es porque comenzó a usar la red del pajarito muchos años antes que el iluminado mandatario (de quien francamente dudo que haya escrito uno solo de sus tan mentados twitts) y cosas así, demuestran claramente que para el gobierno lo importante dejó de tener lugar en la actual gestión y, que el pan y el circo nos van a tener muy entretenidos los dos años y medio que faltan antes de que volvamos a votar por un gobernante, pugna electoral en la que por lo menos a mí, no me cabe duda alguna de que como sea y a cualquier precio, la cara de don Evo va a figurar en la papeleta.Como volvió a encontrar en el malvado imperio al culpable de todos sus males, con la prepotencia del fanfarrón de barrio lo amenazó con echar del país a don Peter Brenan, sabiendo de antemano que él solito se estaba yendo y conociendo hasta el nombre de su reemplazo, al que por cierto también ya amenazó, sin que siquiera le haya presentado sus cartas credenciales.Según el último censo del año 2012 (del cual hasta la fecha increíblemente no hay un documento final), el municipio de Tarija cuenta con una población de 135.784 habitantes, entre todos ellos, existen 60 enfermos renales, para los que apenas hay 6 máquinas de hemodiálisis.Todo un municipio de capital, uno de los que más plata ha recibido en los últimos 10 años y que estaba a punto de gastar un millón de bolivianos en un mástil para una bandera gigantesca, hace que sus enfermos terminales, padezcan lo indecible por tratar de sobrevivir mientras se tienen que pelear por un turno en una máquina que les dé un día más de vida, o esperando que uno de ellos fallezca para tener más oportunidades de tratarse con el riñón artificial.Si el gobierno tendría la cabeza en su lugar, con toda la plata que se han farreado estos 12 años al estilo de los amigos de Carloncho, no habría en todo el país, un solo enfermo renal, o de cáncer o de cualquier otro mal sin la debida atención con los últimos medios a su alcance y con calidad de vida sobre todo, pero como muchos usan su cabeza para enseñarnos que el precio de la gasolina se explica con hamburguesas, nos va como nos va.Como están las cosas, a un gobierno como el actual, parece que ni la dormida lo va a salvar.