Rilver, el Piloto del Pueblo que va con 13 personas y su Golondrina 2 al Dakar

EL PILOTO DEL PUEBLO (D), QUIEN SE ALISTA PARA DEBUTAR EN EL DAKAR 2018 JUNTO A SU COPILOTO, JUAN PABLO VARGAS. TEAM RILVER VASQUEZ

La Golondrina 1, aquella Toyota modelo 84 que se abría camino con el orgullo ensimismado pese a no contar con ninguna de sus puertas, el vendaval de temores e incertezas que se armó en su cabeza cuando le cayó la ficha de que, de pronto, había quedado huérfano y que no existía escapatoria: tendría que entregarse a la transición de ser el “hermanito” mayor a una suerte de fusión obligada de papá y mamá, mimetizadas ambas figuras en un niño con la responsabilidad anticipada de cuidar de Miriam y Ayda, las más pequeñas.

La pobreza, como constante y el paisaje de Villa Serrano (Sucre) en la retina, como garantía visual del sitio que decidió dejar atrás cuando cumplió 14 años, a cambio de un devenir ambicioso que golpeara, por fin y “de primera” (frase válida en la jerga futbolística), sus días.



Los recuerdos son tantos que, a veces, suelen ser abrumadores. Aquel muchacho al que le tocó dividir un pan en tres partes (por mandato interno se quedaba con el tercio más chico) hoy es un hombre que pisa los 51 años y se convirtió en socio de una cooperativa minera en La Paz. El recuento de lo sucedido da la sensación engañosa de que todo se dio de forma vertiginosa, pero ello es solo un espejismo.

Rilver, que se trasladó en su adolescencia a Tipuani, norte paceño, para conocer en primera persona la vida dura en la mina, tuvo que trabajar muchísimo para ser ahora un hombre con los medios suficientes como para poner peso a peso y bancarse solo su participación en el Rally Dakar 2018. Aún no cerró números, pero todo apunta a que superará los 180 mil dólares.

La adolescencia quedó atrás. El hambre también. Sin embargo, reaparece en la historia aquella camioneta con nombre de ave viajera, aunque con bastante evolución. Ya no es ese motorizado sin puertas con el que Rilver hacía sus primeras armas detrás del volante, de forma prestada, claro está, porque en ese entonces era solo un empleado minero. Se trata de La Golondrina 2, la Hilux que el sucrense conducirá en el raid que representará su estreno dakariano.

El nombre no tiene más que algunas horas de nacimiento. Aquí, una suerte de reconstrucción del momento en que el piloto decidió el bautizo, justo en la recta final del mano a mano con este medio.

-¿Qué tal un nombre cariñoso para la Hilux, quizás La Golondrina 2 para rememorar los inicios?

-Puede ser también. ¡No hay problema! Le pondremos, entonces, La Golondrina 2 a esta camioneta (risas).

Entonces, la sugerencia se volvió un hecho.

Y si de apelativos hablamos, viene bien mencionar el suyo. Le dicen el Piloto del Pueblo. Su equipo decidió llamarlo así porque comparte con cada uno de los integrantes sin desmerecer a ninguno. “No importa quién gaste más. Aquí somos todos iguales”, lanza, para dar un pincelazo de su esencia.

UN PILOTO DEL PUEBLO CON FONDOS Lo curioso es que este Piloto del Pueblo (a diferencia del vinteño Danny Nogales, que corre tangiblemente sin mayores recursos) cuenta con 13 personas en su team. No le falta absolutamente nada. Unos se encargan del área de marketing, otros son choferes y también hay mecánicos.

El equipo está nutrido. Y Rilver no atina a adoptar ningún ademán para disimular que su inversión ha sido generosa. “No nos quejamos. No estamos yendo mal. Tenemos todo lo necesario para encarar este Dakar”.

Entrenó un año para cumplir el objetivo trazado, que es llegar a la meta. Se encuentra muy bien. Su Golondrina 2, armada 100 por ciento por “manos bolivianas”, también. “Es una pronto. Está hecha especialmente para el Dakar, es hermosa, como la soñé. Nada que envidiarles a las camionetas que vendrán de la Argentina o del Perú”.

El team de Vásquez se trasladará hoy desde Santa Cruz hasta La Paz. Para chequear que todo marchase sobre ruedas, el sucrense estuvo ayer en Santa Cruz, supervisando el auto, mismo que le perteneció al oriental Julio Roca, su amigo.

SUS HERMANAS, SU INSPIRACIÓN Si a los 16 años, Rilver no conocía otro mundo material que el de la mina, sí abrazaba uno abstracto, con el amor por sus hermanas como pilar sólido. Ayda y Miriam pudieron recibirse como profesionales (son maestras) con el dinero que enviaba el hermano mayor desde el norte paceño.

“Fueron mi inspiración. Me casé casi a los 29 años, después de que ellas salieron profesionales. ¡Ha sido una responsabilidad tremenda hacerles estudiar!”.

El fenómeno Vásquez se ha naturalizado. Comenzó como un empleado en la mina. Pasó a ser socio cooperativista. De aquí en más, su enseñanza está servida.

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Años de trayectoria en competencias nacionales tiene encima el corredor sucrense, que es padre de cinco hijos y está casado.

Fuente: opinion.com.bo