Voluntarios bañaron y regalaron ropa a miles de personas que viven en la calle. Los niños recibieron regalos y los adultos escucharon palabras de aliento.Cada vez que Gina Ayaviri regala ropa a una mujer indigente o con problemas de alcohol no puede evitar recordar su propia historia. Tiene 60 años y vivió casi la mitad de su vida en el mundo del alcohol y las drogas.Pero desde hace 12 años se siente limpia porque dejó los vicios. Ahora, la mujer decidió ayudar a las personas que tienen este tipo de adicciones. “Alguna vez fui una de ellas”, dijo, mientras atendía a uno de los más de 2.000 indigentes que aprovechaban ayer la campaña El Buen Samaritano para “cambiar su look y recibir ropa abrigada con la ilusión de un futuro mejor”.Para Efraín Alarcón, director del proyecto, la campaña El Buen Samaritano nació el año 2002 con el objetivo de devolver la esperanza a la gente que perdió todo. Es una actividad que primero buscaba beneficiar a 100 niños. Ahora, este año, los organizadores de la actividad planean ayudar a 500 pequeños que viven en la calle junto a sus padres.Durante 15 años, la campaña El Buen Samaritano ayudó a miles de miles de indigentes. El primer año reclutaron gente de las calles, pero año tras año la situación cambió. Alarcón dijo que en las últimas gestiones las familias hacen fila una noche antes para recibir la ayuda de la congregación, ubicada en la avenida Montes.Los voluntarios primero bañaban y vestían a los indigentes con ropa nueva o donada. Después, un grupo de peluqueros se encargaba de cortar el pelo y peinar a las personas. Luego, otra agrupación servía un plato de sopa de pollo. Los niños recibían como obsequios juguetes y los adultos, palabras de motivación para superarse. Las personas enfermas o que tenían heridas accedían al servicio de enfermería, instalado en la congregación.
Desde muy temprano, la acera izquierda de la avenida Montes estaba repleta de gente, algunos con pasamontañas y con cajas para lustrar zapatos, otros con cicatrices en el rostro y algunos aún con los ojos rojos y aliento alcohólico, casi todos llevaban a sus niños.En las puertas de la congregación, los voluntarios instalaron un palco, donde músicos y artistas cantaban temas con mensajes de superación.En el área de cortes, peinados, duchas y cambios de ropa se encontraba Esmeralda Acarapi, de 12 años de edad. La adolescente recordó la primera vez que asistió a una de las campañas de El Buen Samaritano. “Me causaban miedo las duchas”, dijo Acarapi, quien contó que ella y sus hermanas fueron abandonadas por su papá. Ahora él tiene otra familia y “otros hijos”, aseguró con un tono indiferente.La adolescente llegó a la congregación desde la zona Huayna Potosí de El Alto. Cada mañana sale junto a su mamá para vender CD y no tiene miedo de andar por las calles del centro paceño.Emiliana Tapia tiene la misma edad y se mostraba muy contenta por conservar su cabello largo con un nuevo peinado. Es oriunda de la provincia Muñecas y recordó que en su tierra natal producen “de todo, paltas, naranjas y plátanos”. Ella llegó a La Paz porque su papá se enfermó y necesitaba atención urgente. En la actualidad, trabaja junto a su mamá como ayudante de albañil. “Sé cargar estuco, también ladrillos”, indicó.En los ambientes de El Buen Samaritano se observaba a personas en espera de un peinado nuevo o niños que caminaban y cubrían su cuerpo con una toalla. Otros correteaban con ropas nuevas.Es la primera vez que la voluntaria Rosario, de 15 años, participó en El Buen Samaritano. Con peines, ligas, horquillas y crema para el cabello, hasta el mediodía, la mujer regaló un nuevo look a más de 30 niñas de diferentes edades.
“Es fuerza de voluntad”, aseguró Ayaviri, cuando se refirió a su historia. Con voz baja, la mujer contó que inició el consumo de drogas y alcohol por curiosidad. Rehabilitarse no fue fácil. Representó seis años de lucha. “En las noches mi hijo salía a buscarme por la plaza Alonso de Mendoza. Sacaba el dinero de mi mamá”, dijo. Ella llegó a la iglesia por una infección en el pie. “El guardia me pidió que vuelva otro día y le respondí que si me iba volvería a buscar alcohol”, contó. Entonces, esa noche se quedó en la iglesia y al día siguiente se fue a un centro de rehabilitación.Mientras varios indigentes eran acogidos por los voluntarios, unos jóvenes cantaban un rap en las puertas de la iglesia. “No saben por lo que pasas en las calles/ Si pongo de mi parte puedo salir adelante”. Y es que todos tienen la ilusión de un futuro mejor.Fuente: paginasiete.bo