La falta de medicinas provoca que algunos pacientes rechacen el órgano que les trasplantaron en su día
El calvario de la diálisis
Luz Marina Cañizález intentó ingresar esta semana al hospital del Seguro Social en San Cristóbal, en el occidente de Venezuela. “Tiene mucho decaimiento, dolores de cabeza, la hemoglobina baja y la urea y la creatinina altísimas. Los médicos le dijeron que está presentando un cuadro de rechazo agudo del riñón, pero que de nada vale hospitalizarla porque aquí no hay ni camas ni comida, así que le harán el tratamiento en casa”, cuenta su hija Nairobi Camero.Cañizález recibió un trasplante en 2002 y desde entonces no había tenido una crisis así. Apenas dos meses sin conseguir los medicamentos y se revirtió toda la calidad de vida ganada tras recibir el nuevo órgano. La mujer de 55 años de edad debe tomar una combinación de tres fármacos y aunque algunos lograban comprarlo en la ciudad colombiana vecina de Cúcuta, no siempre los conseguía todos, ni tampoco siempre podía pagarlos. Aún no le han dicho si debe volver a diálisis, pero es una posibilidad que dispara una nueva preocupación familiar y abulta la presión sobre los ya colapsados servicios hospitalarios en el país sudamericano.En Venezuela, 17.000 personas deben acudir a centros de diálisis para que una máquina haga el trabajo que ya no pueden hacer sus riñones. Las unidades públicas operativas (10 en todo el país) son insuficientes y los equipos para realizar el procedimiento también escasean y los suministra únicamente el Gobierno, explica Lucila Velutini, presidenta de la Organización Nacional del Trasplante, ente que hasta 2012 estaba encargado de toda la política para estos pacientes y que luego fue sustituida por una fundación adscrita al Ministerio de Salud.“En Venezuela ocurre algo que no ocurre en otro país, que una persona con insuficiencia renal pasa hasta nueve años de su vida dializándose. Se supone que esta es una situación temporal mientras se logra el trasplante”, apunta Velutini.Maribel Torres, que reside en Maracay, en el centro del país, acudió a la unidad de su provincia y no consiguió cupo. Por ello, desde que perdió el riñón debe viajar tres veces por semana hasta Los Teques, a unos 80 kilómetros. “Es un calvario tener que volver a esto, a veces no quiero ir. Me toca tomar un autobús a las 7.00 horas de la mañana y volver a las 9.00 de la noche a mi casa agotada por la diálisis”.
Trasplantes en caída
La agudización de la crisis humanitaria, que la Asamblea Nacional desmantelada por el Gobierno decretó en 2016, tiene su expresión en la caída de los trasplantes en Venezuela. Del mayor pico logrado en 2012, con 134 donaciones efectivas de órganos, se pasó a 17 en 2016.La caída en los últimos cinco años ha sido tan abrupta que en mayo, el Gobierno decidió suspender totalmente los procedimientos por la situación que atraviesan los centros de salud, una especie de reconocimiento de la crisis que los voceros niegan en las negociaciones. Actualmente, la lista de espera por un trasplante supera las 5.000 personas.“A principios de año se hicieron un par de trasplantes y se logró la procura de un riñón que también se perdió porque no pudo realizarse la cirugía. La situación de los trasplantados es gravísima y tememos que va a empeorar por la ausencia total de los fármacos inmunosupresores. Al faltar los medicamentos, esas personas que tuvieron una segunda oportunidad en la vida, el Gobierno se las está quitando”, dice Velutini.La exigencia de la apertura de un canal humanitario es reiterada por las organizaciones de pacientes. Francisco Valencia, de Codevida, señaló que en República Dominicana se presentaron las vías para acceder a los fondos de medicinas de la Organización Panamericana de la Salud para paliar la situación que no solo afecta a los trasplantados sino a cuatro millones de pacientes con patologías crónicas en el país. “Al parecer no hay una intención del Gobierno de hacer algo por los enfermos en Venezuela y entre los cancilleres latinoamericanos existe la preocupación de este tema no puede supeditarse a los lapsos de una negociación, porque realmente estamos en una emergencia”.Fuente: elpais.com