Bolivianos en Madrid: los que se van con la patria a cuestas

El distrito de Usera alberga a la mayor cantidad de compatriotas. Allí las entradas folklóricas, los restaurantes bolivianos y las salteñas son populares.Bolivianos en Madrid: los que se van con la patria a cuestasSambos caporales en la entrada del Gran Poder en el barrio madrileño Usera.Bolivianos en Madrid: los que se van con la patria a cuestasEn Madrid, una movilización de residentes bolivianos en diciembre pasado.Página Siete / Liliana Carrillo V. / MadridUnos 200 mil ciudadanos bolivianos, acaso más, viven en España. 90.000 se concentran en la capital y de ellos  la mitad  en el distrito madrileño de Usera. Llevan consigo su cultura: la entrada folklórica,  la música, los sabores y el trabajo. Son inmigrantes con la patria a cuestas.Karencita, la hija menor de Karen Ruiz, tiene clara la situación con su familia: “Vosotros sois los bolivianos, yo soy española”, les dice con la seriedad de sus cinco años y sus eses exageradas. Ella nació en Madrid pero sus padres, sus abuelos y toda su amplia parentela tienen raíces bolivianas, cruceñas para precisar.Karencita no lo sabe pero es parte de la primera generación de hijos de bolivianos nacidos en España.Sus abuelas -Gina y María- llegaron en los 90. Ambas partieron de su natal Santa Cruz; ambas dejaron a sus hijos; ambas  estaban dispuestas a laburar sin romperse hasta forjarse un futuro. Tenían mucho en común –eran bolivianas, no pasaban de los 45 años, vivían en Madrid, trabajaban en el servicio doméstico- y, sin embargo, no se conocieron sino una década después, en el matrimonio de sus hijos.Karen –la mamá de Karencita y la hija de María- tenía 10 años cuando su madre se fue a Madrid.Antonio cumplía 12 cuando la suya tomó la misma decisión. La joven cumplió los 16 ya en España y allí mismo había llegado él meses antes. Se conocieron trabajando en Toledo, se casaron en el nuevo siglo y pusieron una  panadería en Usera. Después nacieron sus dos hijas, una de ellas, la pequeña que se ufana de ser europea.“El horno de la abuela” se llama la panadería que atiende amablemente Karen después de hornear tortas, cuñapés o salteñas. Cuando salen las baguettes, los clientes colman el coqueto local y  forman  una fila que llega hasta la calle Isabelita, que está en el corazón de Usera, el distrito que alberga la mayor cantidad de bolivianos en Madrid.Desfile chino y baile boliviano Es zona de inmigrantes. En Usera  vive la colonia más grande de ciudadanos chinos de toda la capital española, según datos oficiales. La boliviana es la segunda mayor nacionalidad extranjera, seguida de la ecuatoriana y de la peruana.Por eso, en este barrio alejado del centro no debe sorprender que haya chifas al lado de chicharronerías o que el desfile del año nuevo chino coincida con  la entrada de la Virgen de Urkupiña.Por eso tampoco no debe sorprender que Wei Hao –el propietario chino de la tienda Pachamama- atienda a sus clientes en aymara, quechua o una extraña mezcla de acentos.“Chuño, quinoa, ají, chuño, tunta, pasankalla… aquí tenemos todo  casera”, dice afable el comerciante y me pregunta de qué región de Bolivia soy para emplear el idioma correspondiente en su saludo.“Usera, un distrito modesto, de obreros, es tranquilo y  seguro. Aquí vive  la mayor cantidad de los compatriotas”, dice Hugo Carvajal, exministro de Educación del gobierno de  Gonzalo Sánchez de Lozada,  exiliado en España. Llegó hace ocho años y   después se le unió su esposa Ely. Ahora viven en un pequeño departamento cerca del parque.Pradolongo se llama este enorme espacio verde incrustado en medio del cemento urbano de Usera.Tiene canchas, piscina,  laguna con patos, juegos infantiles y extensos jardines. Tiene también el sonido de salaques bolivianos.Esta fría tarde de diciembre, una veintena de jóvenes ensaya pasos de salaque, el baile boliviano de moda  que aún no opaca al caporal. Ellas llevan polleras diminutas sobre los jeans; ellos, sombreros coquetos. Se preparan para la entrada de la mamita de Cotoca.“¿Estás de visita? Qué lindo. Saludos a los compatriotas”, me dice una muchacha morena con acento extraño, de muchas zetas y eses españolas y bolivianas revueltas. Se llama Jhoseline, tiene 17 años y cuenta que llegó a Madrid  hace cuatro de Oruro, junto a su madre y su tía.La ruptura familiarMarilyn Padilla es parte de la oleada  de mujeres bolivianas que se fueron a España en la década de los  90 en busca de  mejores horizontes, a las  que María Galindo denomina “las exiliadas del neoliberalismo”. Padilla dejó a cuatro hijos en Santa Cruz: dos adolescentes de 16 y 14 años y gemelos de cinco. No fue fácil.“Lo más duro es partir sin la familia. Yo estuve seis meses que no dormía o  conciliaba el sueño en la madrugada después de llorar por horas. Los niños se quedaron con mi marido, luego vino él y los dejó al cuidado de mi hermana. Los pude traer después de cinco años”.“¿Valió la pena? “Yo creo que sí”, evalúa esta cruceña alta y bien plantada ahora, cuando han pasado más de tres lustros de aquella  separación.  “Ha sido duro para ellos quedarse con familiares, no ver a sus padres; pero mis hijos se encuentran ahora a gusto en Madrid. Se integraron bien y no quieren volver”.Su historia es la misma de cientos de mujeres. “Yo me vine primero y después me traje a mis hijos”, refiere Arminda López en el avión que nos lleva de regreso a Bolivia. Está emocionada por ver a su madre que la espera en su pueblo en Beni. “Lo más difícil ese tiempo ha sido estar sin los chicos”, coincide.“Hay familias que se han roto; todo se desestructura y  cuesta recomponer la unión con los hijos”, evalúa Marilyn. Como directiva de la  Unión Social Boliviana, una de las  agrupaciones de compatriotas en Madrid, ha visto muchos casos.El trabajo, los derechosLa mayoría de las bolivianas que se fueron a España en algún momento trabajaron en el servicio doméstico. “Las bolivianas son, después de las ecuatorianas, el segundo grupo más numeroso en Sedoac (Servicio Doméstico Activo)”,  dice la representante de esa asociación, Carolina Elías.Natural de El Salvador, esta abogada llegó a Madrid para hacer un masterado en la universidad Complutense; luego emprendió el doctorado y para pagarlo optó por  cuidar a personas mayores.“Entonces conocí en carne propia la situación de las trabajadoras domésticas”, explica.La representación  boliviana en  un encuentro deportivo local en la capital española.Y la situación estaba marcada por cientos de denuncias de maltrato, acoso y abuso. A raíz de ello, Elías formó Sedoac, que  reúne a 1.000 trabajadoras, la mayoría migrantes, muchas ilegales.“Hay personas que trabajan en condiciones deplorables, muchas no salen de la casa de los patrones ni los domingos o no ganan lo justo. También hay discriminación con las latinas”, expone.“Hay  prejuicios con los inmigrantes, especialmente de parte de  las personas mayores; pero eso va cambiando. A los bolivianos nos valoran por trabajadores”, comenta Marilyn.Luz Díaz no tiene la misma percepción. Nacida en Roboré, llegó a España hace cinco años siguiendo a su madre. Cuidó niños, hizo limpieza doméstica y ahora trabaja como manicurista en un local en el popular barrio madrileño Cuatro Caminos.“Hay algunos  que te discriminan, te miran con desprecio, no quieren ni que los roces -comenta la joven-. En mi vecindario, los españoles se quejaban de que los latinos somos ruidosos, gritones y fiesteros. Al final se fueron, logramos que se vayan”, cuenta con una sonrisa.“Hay unos 200 mil bolivianos residentes en España:  110 mil con nacionalidad española y unos  90.000 con permiso de residencia. Hay quienes aún están ilegalmente, pero son muy pocos, la mayoría aporta al servicio social”, resume Carvajal.“La perla” de las salteñasHay en Madrid más de 120 fraternidades folklóricas bolivianas  que participan en las entradas de   la Virgen de Urkupiña, de Cotoca y de Copacabana. En la última entrada de la patrona cochabambina se reunieron 2.000 bailarines y cerraron calles. “Nosotros somos devotos y queremos conservar nuestra tradición también  en España”, dice  Dora Gutiérrez, quillacoleña y  propietaria de los restaurantes La perla Boliviana I y II. Fue la primera en abrir un negocio de comida boliviana cuya oferta es amplia ahora en Usera. En el distrito hay como 60 restaurantes bolivianos, cada vez más especializados: de comida cochabambina, cruceña o paceña.Dora Gutiérrez de Bolaños abrió la primera Perla boliviana hace ya dos décadas.  “Al principio ofrecíamos una selección de platos de todos los departamentos. Aquí han venido artistas, autoridades, hasta el presidente ha comido aquí”, refiere orgullosa en su local de dos pisos, lleno de espejos, que tiene como custodia la imagen de la Virgen de Urkupiña, a la que cada año se celebra  su fiesta.Salteñas  de La  perla boliviana se exportan a  países europeos.Mayor  éxito, sin embargo, son las salteñas que La perla boliviana exporta  a varios países europeos.“A los españoles les gustan  las salteñas. Las hacemos con y sin picante, de carne y de pollo. Las buscan”, asegura.Tan lejos , tan cercaDoña Dora vive en Madrid con  su familia. “Aquí está mi esposo, mis hijos, mis nietos… Uno extraña la tierra pero ya la vida está aquí”, dice la  empresaria.“Hay ventajas, como la salud y la educación que es para todos y de primera. Ya se han hecho lazos”, reafirma Marilyn Padilla. Ella  quiso, aún quiere, regresar a la patria -a su hermana y sobrinos- más difícil.“Mi hija ha terminado una carrera, se ha casado y va a tener su segunda hijita… Y los chicos van por el mismo camino; no los quiero dejar”, se sincera.“Es la historia del inmigrante: la nostalgia y la necesidad de pertenencia”, comenta Ely y su esposo cita con voz de poeta a Benedetti: En la lejanía la nostalgia/ en el retorno el desencanto.“Volver a Bolivia es cada vez más difícil para nosotros. Mis hijitas ya son españolas y aquí  hemos ganado la ciudadanía con mucho trabajo y esfuerzo”, asegura Karen desde su panadería.En  el parque vecino de Usera, en un descanso del grupo de salaque, se escucha a lo lejos el sonido de una canción de los Kjarkas. “Si pues, una siempre  extraña”, dice Jhoseline.