Racismo y regionalismo

Manfredo Kempff Suárez

A nadie le cabe la menor duda de que el racismo, que ya estaba moribundo en Bolivia, lo volvió a resucitar el MAS, con su andino-centrismo y pachamamismo radicales con que llegó al poder. La asunción al mando de S.E. fue toda una parafernalia del Collasuyo realizada en Tiahuanaco que nos sorprendió a todos, porque parecía que se trataba del entronamiento de un inca en vez que la asunción al mando de un presidente. Luego del juramento en el Congreso, S.E. y los nuevos inquilinos del Palacio se lanzaron en furiosas críticas racistas contra los presuntos descendientes de españoles, la Iglesia católica, y ni siquiera quisieron tolerar a la “contaminada” Bolivia mestiza, pese al cholaje visible de casi todos los masistas.

Pero el asunto no se detuvo solamente en discursos de reivindicación racial sino que afloró demagógicamente en la propia Constitución del 2009, cuyo Preámbulo es una acabada mezcla, muy mal escrita, de contradictorios conceptos religiosos andinos y cristianos. Lo “originario” aparece en la reflexión masista como el grupo étnico dueño del territorio nacional, con el absurdo de que habría sido asaltado por quienes llegaron a estas tierras hace 500 años. Claro, si los aimaras celebran más de 5 mil años de cultura – poco falta para que superemos a los milenarios chinos – 500 debe ser una bicoca. Habrá que enterarse de dónde aparecieron esos datos históricos tan imprecisos del MAS que dejan serias dudas.



Que sepamos el Collasuyo reinaba solo en el occidente de lo que hoy es Bolivia, en la zona andina, mas no en las extensas tierras de Santa Cruz, ni de lo que hoy son Beni y Pando, ni partes de Tarija, Cochabamba y Chuquisaca. En el oriente tuvimos nuestros propios “originarios” que, a medida que transcurre el tiempo y se investiga, parece que no eran tan salvajes como los pintan y que hubo una cultura muy importante.Sea como sea, el hecho es que en Bolivia se ha querido imponer la supremacía aimara por encima de todo. Y eso ha sido responsabilidad de los extravagantes políticos masistas, muy apegados a los mitos y además creadores de una mitología nueva para sustentar su poder. De ahí que aparecen los ataques racistas del MAS, no contra los orientales solamente, sino contra los millones de blancos y mestizos que existen en todos los departamentos de Bolivia. Las expresiones del Vicepresidente son una acabada prueba de estupidez e ignorancia, del supuestamente más cultivado de los colaboradores de S.E.

En Bolivia, como en otras naciones muy avanzadas, lo que siempre existió fue el regionalismo, que es muy distinto al racismo. El regionalista ama su campanario, sus costumbres, su hablar y sus creencias, como es el cruceño. El racista, como el Vice y otros oficialistas, quiere imponer a una etnia sobre otra alegando que la propia es superior a la ajena. El regionalismo muchas veces es hasta saludable, mientras que el racismo siempre termina en odio y muerte. En todo el mundo existen regionalismos y en Bolivia data de siempre. Pero no es solamente cosa de cambas y collas, sino entre La Paz y Chuquisaca,  entre chapacos y “norteños” y así sucesivamente. Ahora bien, anunciar que los indígenas altiplánicos son la “reserva moral” de Bolivia y que les corresponde gobernarla por ser sus dueños y entenderla mejor, es cosa de majaderos.