Al Estado le costó más de $us 250.000 la extradición de Luis García Meza

¿Cómo lo encontraron al exdictador? ¿Qué dijo en el avión? Testigos relatan los detalles del proceso que puso fin a 15 años de impunidad en Bolivia. La llamada de una mujer fue clave. Tuvo un hijo con una brasileña

María Trigo / [email protected] 



“Yo soy el que buscan”, dijo con serenidad Luis García Meza a dos agentes que se le acercaron en la puerta de su domicilio en San Pablo (Brasil) para arrestarlo y, sin poner resistencia alguna, se entregó a sus captores. Esa mañana, el exdictador de 64 años al que le atribuían muertes y torturas, había salido de su casa como todas las mañanas: convertido en Jorge Terrazas o Carlos Crespo, los nombres detrás de los que se escondía, según los documentos falsos que utilizaba.Desde su captura hasta su primera noche en la cárcel de Chonchocoro pasó un año, corrieron miles de dólares y Bolivia se sumió entre el entusiasmo y la incertidumbre por la dilación del juicio. Testigos reconstruyen ese momento histórico.Uno de los objetivos de la justicia boliviana era dar con el paradero del general que había sido sentenciado a 30 años de prisión por los crímenes cometidos durante el gobierno de facto de 1980-1981 y que había fugado del país cuando conoció su sentencia. Un día de febrero de 1994, el viceministro de Régimen del Interior, Hugo San Martín, recibió en su despacho una llamada crucial. “Me llamó una mujer para decirme que sabía dónde estaba y quedamos en vernos”, relata. Se encontraron en un hotel de la plaza Isabel la Católica de La Paz, ella le entregó un papel donde estaba escrita la dirección del exdictador en San Pablo y le dijo que él salía a trotar tres veces por semana con un guardaespaldas. Más tarde se conoció que quien cuidaba al general era su exasesor, el coronel Gualberto Rico. San Martín no revela quién fue la mujer que le dio el dato, pero a García Meza nadie le quitaba la cabeza que fue una familiar suya la que ‘sopló’ su escondite, según su abogado, Frank Campero.San Martín pasó el dato a Interpol, que con ayuda de la inteligencia de EEUU que lo buscaba por narcotráfico; rastrearon a García Meza. El 2 de marzo de 1994, la embajada de EEUU informó al Gobierno boliviano que habían encontrado al dictador y lo vigilaban.A las 10:00 del 11 de marzo, Luis García Meza salía de su departamento en la calle Nhu Guaçu del sur de San Pablo cuando fue interceptado por los dos agentes de la Policía Federal brasileña. Minutos después, la noticia se disparó en Bolivia: todas las emisoras y canales de televisión interrumpieron su programación para anunciar, haciendo sonar de fondo Viva mi patria Bolivia, que había caído el militar condenado por delitos de asesinato, sedición y malversación de fondos. Cuando fue capturado, tenía 45.000 dólares y se detuvo también a Gualberto Rico y a Maria Divina de Azevedo, una mujer brasileña de 22 años que era su pareja sentimental y con la que tuvo un hijo. Con ambos, actualmente radicados en La Paz, mantuvo una relación cordial hasta el final de sus días, según su abogado.Rico y de Azevedo fueron liberados luego del interrogatorio y el dictador trasladado a Brasilia. Hizo vender el departamento que había comprado y un vehículo Renault 21 para pagar los honorarios de sus defensores. También dejó un auto Fiat negro que estaba a nombre de Maria Divina, según publicó la Agencia de Noticias Fides, y algunos discos duros fueron decomisados por el comisario Roberto Precioso. Pese a las gestiones de Bolivia, no se pudo tener información de ese material.

Dilaciones en Brasilia“García Meza era una papa caliente para el Gobierno”, relatan fuentes cercanas al poder de aquella época. Cuando la embajada de EEUU avisó a Bolivia que había capturado al exdictador hubo sentimientos encontrados en la élite política: era un logro del Gobierno y, a la vez, un riesgo porque tenía información que podía comprometer a gente libre y con poder. Sin embargo, el Gobierno envió al una representación para iniciar las negociaciones de su extradición.El ‘juicio del siglo’ lo había condenado a 30 años de prisión el 21 de abril de 1993 pero en cuanto se dictó la sentencia, el dictador desapareció. En una entrevista que dio García Meza al diario O Estado de Sao Paulo –al día siguiente de su arresto- confesó que huyó del país gracias a amigos que lo llevaron hasta la frontera y que ingresó vía Corumbá con su verdadera identidad. Más tarde, compraría sus nuevos nombres por  $us 1.500: “la ciudad está llena de gente ofreciendo documentos”, relató y dijo que había elegido Brasil porque era un lugar fácil para ocultarse, ya había gente de muchas razas y “a nadie le importaba el vecino”. Los más entusiastas creyeron que tardarían una semana en traerlo  y, los menos, se dieron un plazo de 60 días. Pero por los trámites y los intentos del general  de evitar su extradición alegando razones de salud, pisó suelo boliviano un año después.Saúl Lara, el abogado que se encargó de las gestiones en su condición de jefe de Gabinete de la Cancillería boliviana, viajó 12 veces a Brasil y contrató a un prestigioso bufete de juristas, encabezado por Antonio Carlos Osorio: al Estado boliviano le costó $us 250.000 recuperar al general, además de otros gastos.El Supremo Tribunal Federal brasileño dio curso a la extradición en noviembre de 1994, por ocho votos contra uno. Desde entonces, hasta marzo del año siguiente, los abogados de García Meza intentaron sin éxito revertir la decisión. Una fuente contó que, resignado a su suerte, manifestó su deseo de ser apresado en un cuartel militar de Beni porque le gustaban los caballos y ahí podría dedicarse a su afición. El pedido fue denegado.

El regresoEl 14 de marzo de 1995, el militar volvería convertido en un preso. Su partida estaba prevista para las 14:35 pero, como un último intento por retrasar su desenlace, García Meza pidió garantías: su calidad de ser humano y que un cardiólogo viaje con él. “Se contrató a un médico, hubo que sacarlo del consultorio para que viaje a Bolivia y cobró bastante dinero”, recuerda Lara.A las 21:00 un avión privado, el embajador de Bolivia, Jaime Balcázar, Hugo San Martín y varios policías y periodistas esperaban al exdictador en la pista. A los pocos minutos, una caravana de autos ingresó y de uno de ellos bajó el hombre. Vestido con un prolijo traje negro, camisa y corbata se acercó a la delegación boliviana que lo llevaría al país. “Bajó a unos 20 metros de distancia y caminó hacia nosotros, fui a darle encuentro”, cuenta San Martín y agrega: “le dije que estaba en representación del Estado boliviano, que no era una venganza y que tenía que acompañarme”. El avión despegó a las 21:34 por un desperfecto que fue subsanado y durante el vuelo reinó el silencio. A media noche, la nave aterrizó en el aeropuerto de Viru Viru, tras una breve escala en la que solo bajaron de la nave el piloto, el copiloto y San Martín, el Jet Comander se dirigió a La Paz, a donde aterrizó a la 01:35. García Meza, sin perder la calma que lo acompañó durante el viaje, se puso un chaleco antibalas y descendió flanqueado por dos oficiales. En el aeropuerto sonó la canción de Bienvenido mi general, de Luis Rico, que hace un recuento de los crímenes de la dictadura. García Meza fue trasladado al penal de Chonchocoro.

Fuente: eldeber.com.bo