Represión de las protestas

Marcelo Ostria Trigo

La represión con el propósito de imponer medidas o acallar protestas es parte de la política de los autoritarios. Y, una vez desatada la violencia, se pretende que, a través del diálogo, se abandonen las demandas. Un caso reciente: el acosado régimen de Daniel Ortega, que luego de que sus huestes causaron más de 80 muertos entre estudiantes y otros ciudadanos que reclamaban democracia y libertad, había aceptado buscar conjuntamente una fórmula de solución aceptable a la grave crisis que sufre ese país, decidió suspender indefinidamente el diálogo establecido cin el auspicio de la Iglesia Católica, con la insólita justificación de que lo que se planeaba era una “ruta para un golpe de Estado”. Así rechazó las bases planteadas por la oposición, en especial por los estudiantes. Frente a esto, la ciudadanía, por su parte, ha resuelto seguir protestando en las calles.

Calificar reclamaciones y protestas como “rutas para golpes de Estado” se ha convertido en costumbre de los autócratas. Con este falso argumento se procura encontrar delitos o complots tras las demandas, procurand0 así justificar la represión, supuestamente para salvar a un régimen que rechaza la ciudadanía, o para justificar medidas antidemocráticas.



El chavismo en Venezuela también usó el diálogo para ganar tiempo cuando estaba acosado por la ciudadanía que demandaba respeto a las libertades democráticas. Y salió con su gusto: despojó a la Asamblea Nacional de sus atribuciones constitucionales, inhabilitó a los principales partidos políticos de oposición y organizó las elecciones más fraudulentas de la historia de ese país

A los autoritarios nunca les faltan pretextos para reprimir, echando todas las culpas de las dolorosas consecuencias de la violencia a los que demandan justicia y respeto a los derechos ciudadanos.

  Esto acaba de suceder con las protestas de los estudiantes de la Universidad de El Alto que reclaman más presupuesto para cumplir con sus labores académicas. El empleo de la fuerza fue la respuesta oficial, y hubo un estudiante muerto. Como no se puede aceptar la extrema violencia, forzadamente se atribuyó a los estudiantes intenciones de desestabilizar al régimen, cumpliendo  designios del “Imperio”. Pero se fue más allá: se afirmó que la muerte del estudiante alteño, fue ocasionada por sus compañeros. Así, con ostensible cinismo se pretende justificar lo injustificable y que se olvide a las víctimas de la violencia. Pero las protestas siguen, por lo que no hay que olvidar que «Con las bayonetas, todo es posible. Menos sentarse encima” (Talleyrand).