‘Cristal’, el culebrón que paralizó a la España del ‘pelotazo’


La telenovela ha vuelto con ‘La casa de las flores’ pero el fenómeno ya lo vivimos hace 30 años. Así fueron los amoríos que ‘pegaron’ al televisor cada día a ocho millones de espectadores.

Cristal

«Señor… Aquí estoy frente a ti, de rodillas, con este secreto tan grande que solo tú conoces». Con esta enigmática frase comenzaba Cristal. Quién se iba a imaginar que ese secreto tan grande nos tendría pegados al televisor durante casi 250 capítulos. Nos había atrapado un culebrón.

«Delia me prometió que la novela iba a ser un éxito, que confiara en ella, pero eso sí, que no cambiara ni una palabra del diálogo», recuerda Carlos Mata.

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El éxito de Cristal se veía venir: en 1985 las telenovelas se estaban convirtiendo en un importante producto de exportación para Radio Caracas Televisión (RCTV), que acababa de crear la compañía Coral Pictures para distribuir sus programas internacionalmente. Cristal venía precedida de la controvertidísima Leonela (1983-1984), donde el galán borracho y cegado por la venganza y el deseo, violaba a la protagonista y luego —tras incontables mentiras, equívocos, lágrimas y bofetadas— los dos se enamoraban. Dicho así desmerece; pero Leonela permitió que temas como la sexualidad, el abuso y la violencia contra las mujeres se discutieran en horario de máxima audiencia. «En Estados Unidos todos los hispanos seguíamos Leonela —confiesa Mariauxy Castillo-Vitale, del equipo de management de Ricky Martin—. Fue la primera novela que los hombres veían sin avergonzarse. En mi casa el fan número uno era mi padre». Entonces muchos desdeñaban el género de la telenovela, pero una escritora cubana exiliada en Miami, Delia Fiallo (1925), se lo tomaba muy en serio.Esta doctora en Filosofía y Letras, a pesar de su calidad como literata (logró arrebatar a Cabrera Infante el prestigioso premio Hernández Catá en 1948), terminó escribiendo radionovelas. Con el tiempo, adaptó ese formato a la televisión con un éxito rotundo. De sus 21 novelas originales, algunas se han producido hasta nueve veces y muchas se hacen y rehacen en el mismo país: Lucecita se ha filmado tres veces en Venezuela y dos en Argentina; La mujer que no podía amar se produjo tres veces en México. Fiallo no se ha guardado el secreto de su éxito: «Los sentimientos nunca pasan de moda. Desde el primer hombre de las cavernas hasta el último humano sobre la tierra, siempre van a existir las ambiciones, los celos, el odio, el amor… Y ése es el secreto de que una telenovela vuelva tener la misma penetración en cualquier momento y país».Durante décadas, las comisiones de ética en Venezuela impedían que las telenovelas trataran temas «inmorales», pero a principios de los ochenta empezaron a relajar su yugo, lo que permitió a Delia renovar el género e incluir tramas más modernas y controvertidas. Lo hizo en Leonela, que además de la escandalosa historia de la heroína y su amante, tenía otra innovadora subtrama que sedujo al público: la de Paty y Willy, una pareja de drogadictos encarnada por Jeanette Rodríguez y Carlos Mata. «El Ministerio de Comunicaciones de Venezuela estaba tan contrariado por la popularidad de mi personaje que le exigieron a RCTV que me mataran en 24 horas», recuerda Rodríguez. Como resultado del ultimátum, Fiallo reescribió a lápiz el episodio de esa noche y en pocas horas la pobre Paty moría de una sobredosis.

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Carlos Mata era un actor particular. Venía de una familia de intelectuales, estudiaba Arquitectura y hacía teatro en sus ratos libres. La perspectiva de actuar en televisión, para alguien como él, era un poco vergonzosa. Sin embargo, actuar en telenovelas tenía sus ventajas: «Pagaban mejor que el teatro, y atraía a las chicas. Yo era muy tímido y en cuanto empecé a salir en la televisión las mujeres empezaron a acercarse a mí. Pero prefería los papeles secundarios porque eran más divertidos. Odio la cursilería y no soportaba la idea de hacer de galán». Sin embargo, Delia Fiallo tenía ambiciosos planes para él en su próximo proyecto, Cristal: «En esa época yo podía elegir a mi elenco, y me encantaba lanzar a gente nueva. Elegí a Carlos por el trabajo que había hecho en Leonela«.»Yo me negué en un principio —recuerda él—, pero los ejecutivos me la pusieron al teléfono y ella insistió hasta que tuve que aceptar. Delia me prometió que la novela iba a ser un éxito, que confiara en ella, pero eso sí, que no cambiara ni una palabra del diálogo».Lo curioso de Cristal es que tuvo a dos protagonistas femeninas: Lupita Ferrer y Jeanette Rodríguez. Lupita había comenzado su carrera en México y hasta había protagonizado Un Quijote sin mancha junto a Cantinflas. Durante una década había sido una de las estrellas más famosas de las novelas venezolanas; pero Jeanette Rodríguez era 14 años más joven… y rubia. Entre ambas había una competencia feroz por aparecer en las portadas de las revistas del corazón, y los cronistas del cotilleo le sacaron punta a la relación. Ferrer venía de una tradición actoral estricta: su clara dicción, sus largas pausas, sus momentos de indignación con la mano al pecho fueron interpretados como trucos para robar cámara. La espontaneidad con la que Rodríguez murmuraba sus parlamentos se criticaba como inexperiencia. «No había peleas. Ninguna le arrancó las pestañas postizas a la otra, pero sí había rivalidad. Las dos venían a arreglarse conmigo… Eso sí, venían a horarios distintos», cuenta Ernesto López, conocido peluquero venezolano.Sobraban las razones para la rivalidad: Lupita Ferrer había sido (hasta hacía muy poco) la ingenua de las novelas más exitosas de la Fiallo. A finales de los setenta, había probado fortuna en Hollywood, de la mano de su marido, el director Hall Bartlett, pero tras el muy moderado éxito del filme ‘Los hijos de Sánchez’ (1978), coprotagonizado junto a Anthony Quinn y Dolores del Río, había vuelto a la televisión. Cristal sería la primera novela venezolana en la que Lupita no interpretaría a la dama joven, pero aún así se decidió que su nombre apareciera antes en los créditos. En el verano de 1985, Cristal empezó a producirse y el canal inició la promoción con una intrigante campaña en la que solo se veía en primer plano la boca de una mujer que se pintaba los labios y se ajustaba unos elegantes pendientes de cristal. Curiosamente, esta mujer no era ni Jeanette ni Lupita. La productora de promociones del canal, Margarita Scannone, reclutó en los pasillos de RCTV a una diseñadora que estaba reformando las oficinas para que posara anónimamente y confundiera aún más al público que se debatía entre la diva y la debutante.

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La novela se empezó a transmitir con una enmarañada trama que era capaz de enganchar a un muerto: doña Luisa, una católica, apostólica y romana mujer, cría a su hijo para el sacerdocio. Él, un joven con el piadosísimo nombre de Ángel de Jesús, se enamora de una bella e inocente criada llamada Victoria y arruina así los planes maternos de redención espiritual. Lupita Ferrer tenía casi 40 años cuando hizo el papel de Victoria, pero bastó con ponerle un par de trenzas que le llegaban hasta la cintura para hacernos creer que se trataba de una virginal adolescente. La noche antes de partir para el seminario, el aspirante a cura sucumbe ante la belleza de la criada, y (como siempre ocurre en estos casos) la fértil virgen termina embarazada a la primera. Doña Luisa echa a Victoria a la calle y ésta, sumida en la miseria, da a luz a un bebé que abandona en un portal. En la escena que sigue, Victoria camina por las calles con un magnífico monólogo que marca el tono del drama que se avecina: «He pasado hambre, me han humillado, me han pisoteado… Ahora voy a ser yo la que humille, la que pisotee. Voy a trepar como sea, con las uñas, nadie va a abusar de mí, lo juro, lo juro…»Los años pasan y, las vueltas que da la vida, la abandonada hija termina trabajando como modelo en el atelier de su desconocida madre, y allí se enamora de Luis Alfredo. Tras todo un año de calumnias, infamias, venganzas, traición, embarazos, sospechas de incesto, empujones por escaleras, accidentes de coche, sillas de ruedas, riqueza, pobreza y hasta tiros, Cristal se convierte en un éxito arrollador.La grabación fue sumamente difícil porque se emitía diariamente de lunes a sábado. Eso imponía una dura disciplina para el equipo de producción. En esa época en que no existía ni el email, ni el fax, Delia Fiallo escribía y reescribía los guiones a máquina desde Miami, y corría al aeropuerto para mandarlos a Caracas. «Yo llegaba al mostrador de la aerolínea, buscaba a alguien con cara de buena persona, y le suplicaba que llevara el sobre a Venezuela…», cuenta. «En algunos casos tuve que dictarlos por teléfono», recuerda. Para los actores era agotador: «Nos daban ocho horas para dormir, a veces ni eso. Hubo escenas que tuvieron que salir en vivo porque esperábamos los guiones hasta el último momento», recuerda Jeanette Rodríguez.Frecuentemente la complicada trama de odios y envidias se desarrollaba en paralelo delante y detrás de las cámaras. «Todos estábamos ahí con un mismo objetivo: triunfar», explica Jeanette Rodríguez. Y añade: «Si uno destacaba, a unos les gustaba pero a otros no. Cuando empezó la novela hubo titulares que me cortaban la cabeza —decían que Cristal era mi debut y mi despedida— y alguien se dedicó a pegarlos en los sets donde trabajaba. Era duro, pero me daba más ganas de salir adelante».La relación con la actriz Lupita Ferrer no fue fácil: «Yo la admiraba muchísimo y aprendí a quererla, pero al principio fue muy tenso…», confiesa Jeanette. «Ella llevaba muchos años trabajando en televisión, y yo apenas empezaba. Pero me vino muy bien porque empleé aquella energía como motivación para el personaje. La resistencia que pudo haber existido entre nosotras hizo que algunas tomas fueran formidables».Como la escena en la que Victoria le pide perdón a Cristina. Lupita se lanza a abrazar a Jeanette y la otra le grita:—¡No me toques!—¡Yo soy tu madre!—¡No es mi madre! ¡Nunca lo fue!—¿Pero qué es lo que quieres? ¿Verme arrodillada a tus pies?Y en ese momento millones de espectadores aguantaron la respiración hasta que la arrepentida madre cayó de rodillas.»Las telenovelas no son literatura: son un producto de entretenimiento que trata de hacer algo digno considerando el carácter fugaz de este género y las limitaciones que tiene. Hay mucha gente que dice que el teatro y el cine aportarían más para la formación actoral. ¡Por favor! El cine te permite hacer una toma 20 veces hasta que sale bien, en el teatro repites el mismo texto todas las noches. En televisión, o lo dices bien a la primera, o ya no tienes más oportunidades. Es una escuela muy dura y exigente», me explica la guionista Delia Fiallo.Quien se siente a ver los antiguos episodios de Cristal (muchos de ellos disponibles en YouTube por cortesía de sus fans), se sorprenderá de lo modesta que era su producción, especialmente si los comparamos con series norteamericanas de la época como Falcon Crest o Dinastía. Con el vestuario pasaba algo parecido: «A veces se trabajaba con lo mínimo..», cuenta Jeanette. «Yo hacía el papel de una modelo y en muchos casos no había dinero para el vestuario, terminaba usando mi propia ropa ochentera. Aun así, pegó mucho».Pero había algo que, más allá de las limitaciones de producción, hipnotizaba al público. Cristal fue la primera telenovela que incluyó a un personaje abiertamente homosexual como el de Piero, encarnado por Lino García, y una subtrama sobre el cáncer de pecho que castigaba a Inocencia, quien irónicamente era la menos inocente de las chicas. «Cuando el personaje de Mariela Alcalá sufre cáncer de pecho, las mujeres venezolanas acudieron masivamente a hacerse mamografías. Logró lo que ninguna campaña médica había conseguido», recuerda hoy Carlos Mata.»Las telenovelas norteamericanas no han podido igualar el éxito de sintonía de las telenovelas latinoamericanas», asegura Richard-John Messing Jr., quien fuera vicepresidente de daytime programming para ABC. «No tenían fin, eran un continuo devenir (Guiding light empezó en la radio en 1937, pasó a la televisión y duró 72 años en el aire), pero carecían de ese arco finito —principio, mitad y final— y del enfoque en un personaje principal femenino. Con mirarlas el lunes y el viernes ya te podías mantener al tanto de la historia. Pero en una telenovela latinoamericana no te puedes perder ni un capítulo. Primero, porque pasan muchísimas cosas y, segundo, porque sabes que tarde o temprano se va a terminar. Además, el hecho de que todas las noches pases una hora con los mismos personajes cautiva al televidente». Los personajes de ‘Dinastía’ venían a tu casa una vez por semana, pero los de Cristal venían todas las noches. Unos eran tus amigos, pero los otros se habían convertido en tu familia.Hoy en día, mientras las soap operas de EEUU están en vías de extinción, la BBC ha informado de que dos mil millones de personas (un tercio de la población mundial) ve telenovelas diariamente. Y si analizamos la estructura dramática de las más exitosas series norteamericanas de los últimos tiempos como Los Soprano, True blood o American horror story, nos daremos cuenta de que muchas siguen el formato que perfeccionó la Fiallo. La popularísima serie Ugly Betty fue directamente la adaptación de Betty la fea, y Sexo en Nueva York, que empezó con episodios sueltos que se podían ver fuera de orden, cambió de estrategia a medio camino para establecer el arco dramático del «¿qué pasará en el próximo episodio?». El lenguaje, el ritmo y los valores morales han cambiado, pero todas conducen a ese gran final en el que los personajes reciben su merecido.En Estados Unidos Cristal fue transmitida por Univisión, casi al mismo tiempo que salía en Venezuela, y las ciudades con mayor población hispana se paralizaban a la hora de su emisión. Un canal en inglés anunció con alivio la llegada del último capítulo: «¡Finalmente termina Cristal!».El triunfo de Cristal permitió que el mundo entero aprendiera a hablar en venezolano: expresiones como ‘mijita’ y ‘chévere’ se popularizaron globalmente. «Los israelíes aprendieron español con Cristal…», cuenta Luis Guillermo Duque, estilista de estrellas como Kim Catrall y Mariah Carey. «Yo llegué a Tel Aviv, y cuando se daban cuenta de que hablaba castellano me decían ‘¡Hola, mi amor!’. Todos veían la novela subtitulada».Coral Pictures continuó vendiéndola por el resto del mundo, pero en esos tiempos en los que no existía Internet, era difícil saber en qué países se transmitía. Esto era un problema, especialmente para los actores que esperaban royalties: «Los contratos de esa época no nos pagaban un centavo adicional hasta que las novelas se vendían en cuatro países…», cuenta Mata. «Durante un viaje a Nueva York unas turistas me pidieron un autógrafo y entonces descubrí que la serie se emitía allí también, algo que nadie sabía. Lo que no me imaginaba era lo que iba a pasar en España».Cristal llegó a TVE en 1990, cuatro años después de que se hubiera terminado de emitir en Venezuela. «Me enteré de que era un éxito porque una mañana me despertaron a las tres de la madrugada para hacerme una entrevista en Antena 3 Radio. Pensé que se estaban burlando de mí», explica Mata. El escritor y guionista Alberto Barrera Tyszka tiene una explicación: «Creo que parte del éxito de Cristal era ése: mostrar el supuesto mundo de los famosos, de la moda, de la gente de dinero y buen gusto. Cristal tenía algo de revista Hola en folletín. Y para un gran público eso fue apasionante. Por supuesto que, en la vida, real, en el estudio, los actores estaban mal pagados y la decoración y el vestuario eran bastante baratos».El diferido triunfo de Cristal en España fue una gran oportunidad para su elenco: las revistas del corazón querían saberlo todo sobre los protagonistas. A finales de los años ochenta un actor de reparto ganaba un sueldo muy modesto, 280 bolívares por capítulo, unos 28 dólares al cambio de la época. En vista de que la fama y la fortuna no siempre venían de la mano, muchos se retrataban en mansiones prestadas para proyectar el glamour que los españoles imaginaban.Pero la verdadera responsable del impacto de la telenovela en España permanecerá anónima. A ella le debemos un cambio de horario que disparó la audiencia. «En un evento de la Cruz Roja en Madrid conocí a una mujer encantadora que estaba casada con un alto ejecutivo de TVE —cuenta Carlos Mata—. Según ella, Cristal salía originalmente en TVE 2 a las 11 de la mañana y aunque era difícil seguirla a esa hora, se había enganchado. Harta de grabarla en VHS, un día le exigió a su marido que la cambiara de horario para que ella y sus amigas pudieran verla en directo. Él obedeció y, gracias a eso, Cristal pasó a TVE 1, a la hora de la siesta. Entonces fue cuando despegó. Aquel día le comenté a esta misma mujer que Telecinco estaba interesado en nuestra siguiente novela (La dama de rosa) y ella inmediatamente agarró el teléfono para regañar a su esposo y decirle que TVE tenía que comprarla. La dama… terminó vendiéndose casi por el doble de lo que originalmente pidieron».«Hubo crímenes pasionales y hubo divorcios por culpa de Cristal«, relata Jeanette. «Me acuerdo de casos en los que la pareja se separaba por culpa del mando de la televisión, o porque el marido se sentía olvidado cuando su esposa veía Cristal«. Uno de los episodios mas sonados fue el de un hombre que, en medio de una pelea con su mujer, tiró el televisor por el balcón y, a raíz de esto, ella lo abandonó. Días después el hombre se presentaba en un concierto de Carlos Mata dispuesto a matarlo: «Aquel señor compró su entrada y se puso en fila para que le firmara un autógrafo. Pero alguien se dio cuenta de que llevaba un garrote y lo detuvieron», recuerda el actor.

LA FÓRMULA DEL ÉXITO

Y añade: «En Latinoamérica la gente estaba acostumbrada a las novelas, pero en España no. Quizá por eso las reacciones fueron tan exacerbadas y polarizadas. Muchas veces me invitaban a programas para ser acribillado por sociólogos, sacerdotes, y directores de teatro que se me echaban encima como si Cristal la hubiera inventado yo. Una periodista llegó a preguntarme si los latinoamericanos habían creado las telenovelas para vengarse de la conquista española del siglo XV.Afortunadamente Camilo José Cela y Antonio Gala salieron en defensa del género, no sé si porque las veían, o simplemente porque se daban cuenta de lo absurdo de la situación». Independientemente de las críticas, el día del episodio en el que nació la hija de Cristina y Luis Alfredo dispararon cohetes en varios pueblos de España. Por culpa de Cristal toda una generación de niñas españolas fueron bautizadas con tan glamouroso nombre.De los tres protagonistas, Carlos Mata fue probablemente el que mejor aprovechó el impulso en España. Gracias a sus populares canciones empezó una gira de 68 conciertos, el mayor en la plaza de toros de Salamanca para miles de personas. Los promotores locales insistían en que su público eran las marujas, pero una y otra vez los espacios se llenaban de adolescentes. Sorprendentemente, el tema de Cristal no lo cantaba él.»En esa época había un ejecutivo en RCTV que había decidido que el protagonista de la novela no debía cantar su tema musical. Me parecía una soberana estupidez, pero no hubo manera de convencerle de lo contrario. Me fastidia muchísimo tener que explicar una y otra vez que Mi vida eres tú ni es mía, ni la canto yo».Tanto Jeanette como Carlos fueron asediados, venerados y perseguidos. Ambos fueron a visitar fans moribundos que revivieron en presencia de las estrellas. «Yo estaba acostumbrada a ser reconocida en Venezuela, pero no estaba preparada para ser una celebridad —explica la actriz—. Los paparazzi, la continua persecución de la prensa, fue demasiado para mí». Curiosamente, tanto Rodríguez como Mata, casi al mismo tiempo, se fueron a vivir varios años a Nueva York, una de las pocas ciudades en las que pudieron mantener un anonimato relativo.Tras su estreno en Venezuela, Cristal se produjo una vez en Brasil, dos veces en México como El privilegio de amar y El triunfo del amor, y recientemente en Colombia con el título de Diamante. Hace un par de años, Jeanette Rodríguez participó en el rodaje de Miss Tacuarembó, una película argentina cuya trama trata de las aventuras de una chica obsesionada por Cristal a quien la artista se le aparece a modo de hada madrina. Pero ninguna de las versiones de Cristal ha tenido el éxito de la primera y, según su guionista, esto se debe a un grave cambio en la industria. «En aquel momento gozábamos de respeto y libertad creativa».»En una novela el verdadero protagonista es la historia, y los escritores éramos dueños de nuestras historias. Ahora los productores cambian las tramas y los personajes a su antojo. Por eso ninguna versión de mis novelas ha alcanzado el éxito de las originales». Sea cual sea la razón, es probable que el éxito de Cristal no sea igualado jamás. Los que la vimos en esa época tuvimos una especie de pariente en común, de dolencia colectiva, un tema de discusión para la sobremesa, la oficina o el bar, en el que todos pudimos participar. En 1997 la prensa serbia analizó un fenómeno parecido con otra novela de Fiallo: «La depresión económica, el hambre, las próximas elecciones, todo se olvida a las 21 horas (…), cuando se emite Kassandra, en un Belgrado de calles desiertas con sus viviendas a media luz por las que se expande el suave castellano de Venezuela». El último capítulo de Cristal se vio en 18 millones y medio de televisores españoles, según le dijeron los representantes de TVE a Carlos Mata. Eso obedece, en su opinión, a un simple principio: «El público espera enamorarse del amor que los actores proyectan a través de la pantalla».Nada en el mundo debe de haber sido mas difícil que escribir ese último capítulo, no porque pasaran muchas cosas, sino todo lo contrario: porque pasaba muy poco. Luis Alfredo y Cristina finalmente se casan en una ceremonia oficiada lógicamente por Ángel de Jesús, padre de la novia. Poco a poco todos los personajes se reúnen con sus amores, y disfrutan de un episodio sin violencia, sin mentiras y sin intrigas. Reina la paz, el amor y la justicia. Todos han aprendido su lección y el mundo vuelve al orden. Después de un año siguiendo sus desventuras, quizá el público necesitaba disfrutar de una lenta hora de felicidad con sus ficticios seres queridos. “Si durante tantos meses ese público ha estado sufriendo —explica Fiallo—, no es justo que se deje toda esa tensión para un final. El final de la novela debe ser relajado y feliz. Es el triunfo de la bondad y del amor. En esta época tan violenta en que vivimos hay que tener derecho a soñar».»Yo creo que en Latinoamérica se le rinde culto a los sentimientos —apunta Mata— y en España se los veía como una enfermedad vergonzosa que había que ocultar. Tras la muerte de Franco, España vivió un destape político y sexual. Pero Cristal fue un destape emocional que hacía falta».Las telenovelas envejecen peor que el cine: la escena final de Cristal es sorprendentemente poco atractiva. Cristina y Luis Alfredo se besan, incomodísimamente arrimados contra un espantoso sofá de mimbre que solo pueden justificar el tiempo y la distancia.— Es como un sueño todo esto —dice Luis Alfredo.— Vamos a convencernos de que no es un sueño… — Son las últimas palabras que articula Cristina antes de darle un beso a su flamante marido.¿Qué más se puede decir? ¿De qué pueden hablar los amantes una vez que se han superado los obstáculos y son libres para quererse? De nada. Es hora de esperar a un nuevo culebrón que nos devore una vez más.Fuente: revistavanityfair.es