La falsa condesa que despilfarró la herencia del duque de Edimburgo

La aclamada actriz de Hollywood Andrée Lafayette, que después sería Condesa De la Bigne, fue la amante del príncipe Andrés de Grecia.

Cuando murió a la edad de 83 años en un lúgubre hospital del norte de Francia, nadie lo notó. Hasta el día de hoy, su lugar de sepultura sigue siendo un misterio. Sin embargo, en sus años gloriosos, Andrée Godard (1903-1983) fue una de las mujeres más famosas de Francia, conocida primero como la actriz de Hollywood “Andrée Lafayette” y más tarde como la Condesa Andrée de la Bigne. También, durante un tiempo fue conocida como la ‘madrastra’ del príncipe Felipe de Grecia, el actual duque de Edimburgo y consorte de la reina Isabel II de Inglaterra. Sin embargo, Andrée no era lo que parecía. Lejos de ser una noble condesa, era la hija de un conductor de trenes y la nieta de una de las prostitutas más populares de París, que había sido amante del emperador Napoleón III y de los pinores Edouard Manet, Gustave Courbet y Eugéne Boydin. Felipe, que cumplió 98 años esta semana, probablemente la recuerde mejor como la mujer que despilfarró la herencia de 600.000 libras que le correspondía a él recibir.

Andrée fue, de hecho, la amante y manipuladora del príncipe Andrés de Grecia, el padre de Felipe. Desde el momento en que Andrés abandonó el hogar familiar a principios de la década de 1930, dejando a su hijo Felipe de ocho años, hasta su muerte en 1944, ella nunca se apartó de su lado. Pero la separación no tuvo efectos nocivos en el niño. A pesar de que se vio obligado a soportar una educación desarraigada, viviendo de la generosidad varios familiares de las casas reales de Europa, Felipe regresó a visitar a su padre cada año con Andrée interpretando el papel de madrastra. Para el príncipe Andrés, hombre ya enfermo y muy lejano de su belleza juvenil, la rubia actriz de 21 años de edad era una especie de trofeo del que era necesario presumir.



Un crítico de cine que describía el debut de Andrée en Hollywood en “Trilby” de George du Maurier elogió su “cabello dorado, ojos azules, frente fina y bella figura”. Se decía, además, que tenía los pies más hermosos del mundo. Pero cuando el príncipe Andrés murió dejando un total de 13.500 libras (hoy, unos 762.000 dólares), se descubrió que el alcancía estaba vacío y los acreedores llamaban a las puertas de su casa.La infancia de Felipe, nacido en 1921, no fue nada normal. Aunque nieto de reyes y descendiente de los zares de Rusia, tuvo una juventud errática, sin nacionalidad, pasaporte o apellido, abandonado por su padre, alejado de sus hermanas mayores y de su madre, cuya estabilidad emocional se había ido desmoronando lentamente desde que Andrés la dejó. En pocas palabras, la niñez del príncipe helénico estuvo lejos de ser un idilio griego. Más bien fue una tragedia.Cuando su madre, Alicia de Battenberg, comenzó a mostrar los primeros síntomas de inestabilidad psiquiátrica, Felipe fue dejado a la suerte de la escasa generosidad de un puñado de tíos (que tampoco lo pasaba bien en el exilio) y de otros parientes a los que no conocía.La noche en que anunció ser una santa que había participado de la última cena de Jesucristo, Alicia fue trasladada a un sanatorio suizo para dementes y no volvió a ver a su hijo durante cinco años.

Hasta entonces, la familia había estado viviendo en una casa prestada en un suburbio de París, pero en el momento en que Alicia fue internada, el príncipe Andrés, entonces de 47 años, cerró el lugar y se fue al sur de Francia dejando a Felipe y sus cuatro hermanas, cuyas edades oscilaron entre los 16 y los 24 años, sin tan siquiera despedirse. Nadie sabe qué hubiera sido de la vida del joven y rubio Felipe si no hubiera sido por la generosidad paterna que le brindó su tío Lord Mountbatten que vivía en Inglaterra.

Cuando Andrés dejó a su esposa, ya conocía a Andrée, quien bajo el nombre de Andreé Lafayette había disfrutado de dos éxitos de taquilla en Hollywoody había regresado a París como una de las estrellas de cine más famosas del momento. Andrés, por entonces, era un cuarentón fracasado: podía ser hijo del rey de Grecia, pero también fue un oficial del ejército cuya conducta negligente en el campo de batalla en la guerra greco-turca (de 1919-1922) costó numerosas vidas. Una corte marcial estuvo a punto de condenarlo a muerte y, gracias a la solidaridad del rey de Inglaterra, fue evacuado de Grecia justo a tiempo en un buque de guerra británico en 1922.

Durante el resto de su vida, Andrés vivió en la Riviera Francesa a costa de otras personas. Había encontrado, como hicieron muchos príncipes de casas reales destronadas durante los años de entreguerras, numerosas formas de que nunca le faltara la comida. Uno de sus benefactores fue Gilbert Beale, un rico soltero que vivía de las abundantes ganancias de su negocio familiar, Carter’s Tested Seeds, quien financió a Andrés y a su amante convirtiéndolos en huéspedes permanentes en sus lujosos yates de vapor donde las bebidas alcohólicas estaban a la orden del día.A pesar de todo esto, el inocente Felipe sentía un genuino respeto por su padre “a quien realmente amaba”, según su biógrafo, y siempre esperaba con ansias volver a verlo. Lo que el príncipe Felipe, internado en los años 40 en la escuela Gordonstoun de Escocia, no sabía era que la mujer que amaba su padre lo estaba llevando a la ruina financiera.De regreso en Francia, Andrée Lafayette había continuado haciendo películas lucrativas y, gracias al dinero recaudado, decidió reestilizarse como la Comtesse Andrée de la Bigne. Era un título vacío que ella no tenía derecho a reclamar, que no existía en el Anuario de la Nobleza de Franciapero decía que le quedaba bonito y presumía de él junto a su amante en las playas de Cannes y en los casinos de Monte-Carlo.
El 3 de diciembre de 1944, después de regresar de una extenuante fiesta en Marsella, el príncipe Andrés se fue a la cama y murió de insuficiencia cardíaca a los 62 años. Hacía cinco años que no veía a su hijo. Su médico le había diagnosticado arteriosclerosis y latidos cardíacos irregulares, y le aconsejó que se tomara las cosas con calma, cosa que jamás hizo.Cuando la princesa Alicia recibió un telegrama que decía que Andrés había fallecido, la feroz lucha callejera en el barrio en el que vivía le impidió transmitir la triste noticia a sus hijas. Sin embargo, logró que su hermano le enviara un mensaje naval a Felipe, embarcado en buque Whalph: “Muy desconcertado y afligido al enterarme de la muerte de tu padre, y te envío toda mi más sincera condolencia. Se ha recibido lo siguiente de tu madre: Te abrazamos con ternura en nuestro dolor común”.Según un biógrafo, Andrés murió “con solo un chelín en el bolsillo y la ropa que tenía puesta”. De hecho, cuando Felipe apareció en Mónaco para recoger las pertenencias de su padre después de la Segunda Guerra, todo lo que quedó fue una brocha de afeitar y un anillo. En los meses que siguieron hubo un intento decoroso por parte de la familia Mountbatten de pagar las fuertes deudas de Andrés con bancos, prestamistas y otras personas, pero había gastado demasiado dinero.

Todo lo que quedaba era una suma de capital de 13.525 libras. Un juez falló a favor del joven príncipe (que ya estaba comprometido con la princesa Isabel), aunque la sentencia nunca se hizo pública para que la comtésse de la Bigne le devolviera las posesiones de Andrés. Se cree que es poco probable que Felipe haya recuperado algo porque durante el resto de su vida la Andrée ocupó un apartamento lujoso en la Avenida Georges V de París además de una hacienda en la zona de Calvados, también en Francia.

Tampoco nadie sabe si a su muerte el 3 de octubre de 1989 la falsa condesa devolvió a Felipe, a quien había tratado como a un hijastro, el dinero que le correspondía.

Fuente: revistavanityfair.es