Concesión de frecuencias para radiodifusión

Mauricio Aira

Cuando se discutía el Reglamento para el funcionamiento de emisoras de Radio, Jorge Soriano Badani nos convocó a los líderes de la Federación de Trabajadores de Radio (y TV se agregó más tarde) para que aportásemos ideas y participásemos del instrumento que normaría todo el trabajo radial. Sucedió ésto cuando Soriano Badani ofició la Oficialía Mayor de Comunicaciones y la convocatoria alcanzó a Hugo Sánchez Careaga ejecutivo de los radialistas y dirigentes como Mario Castro Monterrey, Julio César Bellot, Carlos Hinojosa y el autor de esta crónica entre otros.

El reglamento que aún está vigente con importantes cambios fijó la concesión de frecuencias para operar una estación radial, es decir un lugar en el espectro etéreo que el Estado administra en el ámbito de su jurisdicción, sujeto a limitaciones de espacio y tiempo. O sea regula la concesión según trate de menor o mayor potencia, en el caso de la televisión fija y reparte los canales en que opera cada unidad. Por aquel entonces  1962 la COB (Central Obrera Boliviana) alentaba el funcionamiento de emisoras mineras y fabriles a cuyo fin ofrecían aportes periódicos de sus salarios descontados por planilla. Estos recursos fueron vitales para la compra de equipos, contratación de personal y adquisición de sedes que funcionaban en vecindad de sus sedes sindicales.



El Estado se mostraba celoso en la concesión de las frecuencias y no era nada fácil obtener el permiso para operar las estaciones. Los solicitantes debían ofrecer serie de pruebas de su solvencia técnica, profesional y competencia cultural, por ello los sindicatos buscaron en Santa Cruz, La Paz, Oruro, locutores acreditados y periodistas conocidos para prestigiar sus instrumentos de comunicación. Se estableció entonces que cada emisora debería contar con un servicio de prensa propio con noticieros regulares y responsables, exigencia que fue desdibujada más tarde por las llamadas “de frecuencia modulada” que se comercializaron de tal forma, que desecharon la obligación de informar verazmente. (resultaba más cómodo ofrecer música y evitar las noticias).

Hemos elegido el tema a propósito de “las repetidoras” que definitivamente rehuyen la tarea de informar mediante reporteros y redactores propios, se dedican a copiar, a reproducir la producción de “su matriz”, distorsionan así la alta misión que el reglamento encomienda al concesionario del permiso, “las rurales” (dicen 130 en todo el país) se han convertido de este modo, en una caja de resonancia, lo cual significa una bomba de tiempo, porque se ocupan de propagar el culto a la personalidad, predican la apología del delito y son fuente de desinformación y agitación permanente.