San Joaquín, la isla cruceña de los miniponis

El extremo sur de Santa Cruz, el octavo anillo, la ciudad está cada vez más cerca de este lugar con apariencia de postal. La mancha de la mayor urbe boliviana bordea este espacio colmado de pastizales, aire fresco, rodeado de palmeras y apto para ver el sol de la tarde. El encanto de campo con el que otrora conquistaban los sentidos las viejas haciendas cruceñas parece tener una apacible área de resistencia aquí. Pero, además, suma un atractivo singular: decenas de caballos, y no caballos cualquiera, sino singulares razas de caballos.

El emprendimiento ya tiene cerca de 27 años. Se cristalizó entre 1993 y 1994 y actualmente comienza una nueva etapa con equinoterapia y acercamiento con niños.



A Fernando Joaquín Aspiazu Suárez le sorprendieron gratamente los caballos de paso que tenía su suegro, don Walter Suárez. Entonces, se animó a organizar un criadero de estos cuadrúpedos y empezó con ejemplares de cuarto de milla, potrillos de paso y árabes. Pero una inquietud haría que sean otros los ejemplares que le darían fama al criadero.

“Me atrajo la idea de conseguir unos miniponis -dice este también reconocido importador de automotores y deportista-. Fui a Salta y ahí me orientaron hacia los lugares donde podía comprarlos. Entonces, adquirí las primeras madres”.

 

DOS RAZAS EN EL CRIADERO

Así el fruto de altos cuidados de reproducción que durante décadas y décadas se realizaron entre Estados Unidos, Escocia y Argentina, y también entre España y Perú cabalga por San Joaquín. La familia Aspiazu Suárez cría, especialmente, los miniponis, pero además cuenta con una singular tropilla de caballos de paso peruanos. En la actualidad tiene 46 caballos pequeños y una decena de los elegantes paseanderos.

Los miniponi Falabella son la raza de caballos más pequeña del planeta. “Les llaman así en honor a la familia Falabella que hizo los cruces hasta lograr esta genética -explica Joaquín Aspiazu Suárez, hijo del fundador de San Joaquín-. A principios de siglo pasado ellos iniciaron el trabajo con el poni, un caballo petizo, y trabajaron hasta reducir al tamaño mínimo o miniponi. Resulta muy complicado mantener la línea de los miniponi. Pero con un buen trabajo se logra reproducir ejemplares que muestran a un caballo anatómicamente bien proporcionado y en miniatura”.

Tienen una alzada (distancia desde el piso hasta el punto de la cruz que forman el cuello y el inicio del dorso) de entre 70 y 85 centímetros. Pesan entre 70 y 80 kilogramos. Su genética reprime su crecimiento, aun cuando son cruzados con caballos más voluminosos y corpulentos. Son de cuerpo pequeño y compacto, poseen patas delgadas y pezuñas algo pequeñas. La mayoría muestra huesos robustos. Su pelaje abundante, particularmente en la crin y la cola, se parece al de los caballos pura sangre. Lucen finos, sedosos y de diversos colores.

Los Falabella destacan también por su longevidad. Según registros de criaderos argentinos, algunos ejemplares llegaron a vivir hasta los 45 años. En San Joaquín cuentan con miniponis que ya bordean las tres décadas de edad. “Tienen menos problemas de salud que las otras razas de caballos -dice el menor de los Joaquín Aspiazu-. Su alimentación no es costosa y resulta relativamente sencilla, pues comen dos kilos de alimento balanceado al día. No hemos tenido casos en los que se fracturen las patas o cosa parecida”.

Así bajo una cuidadosa política de reproducción el criadero mantiene la calidad de estos equinos que paulatinamente van cobrando fama en la región. El personal de San Joaquín cuida de equilibrar las características de hembras y machos reproductores (llamados padrillos) para que nazcan crías con las condiciones de estatura, peso y proporcionalidad corporal clásicas.

 

CRECIENTE FAMA

Los miniponis de San Joaquín han ganado premios y distinciones en importantes ferias del sector agropecuario, incluso en Perú. Varios de estos caballos pequeños, como “Cortadito”, “Sandrita” y “Barrabás” ya han cobrado fama sea por su prestancia, sea por su temperamento, sea por su capacidad reproductiva. Decenas de ejemplares fueron vendidos en casi todos los departamentos del país, pero especialmente en regiones ganaderas.

“A los ganaderos les gusta tener miniponis y también a quienes son propietarios de quintas -explica Joaquín Aspiazu hijo-. Pueden ser criados como mascotas, a semejanza de grandes perros, pero, eso sí, para ello tendrá que disponerse de relativamente un buen espacio. Un amigo mío se llevó uno al que le hizo su casa cerca de la piscina y hasta le adaptó unos botines para que no se resbalase en las lozas. El miniponi resultó travieso, divertía, aunque también complicaba a la familia. Cuando alguien tocaba el timbre de la casa era el primero en salir”.

Así otra característica de esta raza equina suele constituir su mansedumbre. En el criadero San Joaquín señalan que los suyos resultaron especialmente dóciles y amables con los humanos. “Sólo desarrollan el instinto de la agresividad cuando se comete el error de liberarlos a campo abierto”, explica marcando la excepción el fundador del proyecto.

Los miniponis y ponis en algunos países han creado una singular cultura. Resultan una especie de alhaja viviente entre los dueños de estancias y caballerizas. Por eso, los esfuerzos por desarrollar ejemplares de alta calidad se multiplican. Se sabe, por ejemplo, que entre el norte de México y el sur de EEUU así como en el norte y centro de Colombia la cría de ponis constituye una cotizada práctica. En Bolivia, la iniciativa de la familia Aspiazu es, por ahora, la única en su género.

Estos caballos pequeños sirven mayoritariamente como animales de compañía. Sin embargo, también resultan sumamente prácticos para los especialistas en equinoterapia. Los miniponis sirven para las etapas iniciales de los pacientes o para los pacientes de menor edad. Un ejemplar del criadero San Joaquín, por ejemplo, ya presta ese tipo de servicios en el Club Hípico de Santa Cruz donde trabaja una terapeuta experta. Adicionalmente, se están gestando proyectos de esparcimiento para niños, basados en paseos con miniponis que, se estima se concretarán en próximos meses.

 

LAS OTRAS CELEBRIDADES

Y si bien, las estrellas de San Joaquín son los caballos pequeños no pueden pasar inadvertidos los caballos de paso. La tropilla de este criadero brilla con sus propias crines, pelajes, célebre trote y briosidad. Si la historia de los ponis trae a cuenta siglos de migraciones y adaptaciones, la de los caballos de paso de Perú recuerda su historia virreinal de cinco siglos. “Se caracterizan porque, a diferencia de las otras razas, coordinan la mano y la pata del mismo lado al caminar -cita Joaquín Aspiazu hijo-. Por eso, se reconoce su andar o ambladura. Fueron famosos por su gran resistencia para los viajes, al margen de su porte y belleza”.

Son también estrellas destacadas en las grandes ferias agropecuarias. Su salida a la parte central del potrero con las crines trenzadas y dando chispeantes saltos al final de la tarde parece justificar sobradamente los premios que han ganado. Su alzada probablemente supera el metro y medio. Luce una notable musculatura, un cuello robusto y su mirada brillante parece descender desde más de dos metros. Todo un contraste de fuerza e impulsividad frente al otro caballo que en estos días se roba las atenciones de quien llega al criadero: es un miniponi de escasos cuatro días de nacido, 30 centímetros de alzada y un trote inocente pegado a su enternecida madre.

Así es el criadero San Joaquín. Una isla de espaciosos pastizales y arboledas cada vez más rodeada por el imparable crecimiento de la metrópoli cruceña. Aquí decenas de singulares caballos hacen gala de las más reconocidas virtudes de la especie.

 

Fuente: lostiempos.com