Cómo pensar el futuro de la economía post Covid -19 (parte 2)

Bolivia en estos últimos meses atraviesa una situación muy delicada, no sólo por la trágica emergencia sanitaria, sino también porque prácticamente paralizó su economía y cerró sus fronteras,  priorizando la salud y la vida de sus ciudadanos.

En este sentido es importante, conocer cuál es el rumbo de la economía, sus posibilidades de recuperación y las políticas que podrían reactivar y ampliar el aparato productivo boliviano.

En la primera parte de este artículo,  vimos que la economía boliviana se encuentra en una etapa en la que la disminución de ingresos es inminente, por la forma en cómo el anterior gobierno había pensado el país y su economía. Se provocó una gran dependencia a los hidrocarburos y a la superespecialización de las exportaciones en muy pocos productos (materias primas). A propósito de esto, en estos días se divulgó la noticia de que las exportaciones de gas se desplomaron a niveles comparables con lo exportado el 2003 o antes.



Por otro lado, vimos que nuestro país priorizó el incentivo a la demanda (consumismo), no solo a través del mayor gasto público, sino también por un sistema financiero que contribuyó con una acelerada creación de dinero que inyectaba recursos a los bolsillos de los ciudadanos, creando una falsa sensación de desarrollo y un crecimiento económico ilusorio. El resultado fue el descuido de la oferta o el sector productivo, promoviendo una alta dependencia de nuestra economía al sector externo y a la inversión pública, deteriorando la productividad y la sostenibilidad de la economía. En este orden de ideas, la Formación Bruta de Capital había sido generada en casi un 70% por el sector público, y esta misma, había arrastrado al sector de construcciones, que por supuesto se encuentra muy correlacionado con el crecimiento del PIB. Por lo tanto, la inversión tampoco había sido sostenible.

Queda claro entonces que el mayor perdedor de este proceso de deterioro de la economía; siendo marginado en la etapa de “bonanza económica”, fue el sector productivo. Primero vivimos una falsa e ineficiente orientación de la economía hacia un Estado productor, lo que condujo a una especialización productiva y a una re-primarización de las exportaciones; y segundo, construyó una barrera para la inversión privada (nacional y extranjera)  y por ende para la producción de bienes de manera diversificada, que dependía además de una manera desproporcionada de la producción del extranjero.

Antes de entrar a las propuestas respecto a la reactivación de la economía post pandemia, presentamos un cuadro denominado “importaciones productivas”. En el mismo se resumen en las 4 primeras columnas -después de la columna de “departamentos”-, la relación de la importación de materias primas y bienes intermedios (insumos) sobre el total de las importaciones de cada departamento, y en las 4 últimas, la relación de bienes de capital importados sobre el total de las importaciones.

Por ejemplo, el departamento de Oruro importó estos insumos; desde el 2005 al 2019, a un promedio de 65% sobre el total (bastante estable), o sea, que la economía orureña es altamente dependiente a las importaciones de insumos del exterior para poder utilizarlos en su producción, y sin duda, para exportar. Asimismo, sus importaciones de bienes de capital tienen una tendencia descendente para llegar a un 12% el 2019. Aunque debemos apuntar, que de estos 4 años presentados, sólo el 2010 sus exportaciones fueron superiores a sus importaciones (no se ve en el cuadro), por lo tanto, sus importaciones no son productivas o no se reproducen en exportaciones, por lo menos no suficientemente. Por otro lado, un caso parecido en torno a la dependencia a insumos extranjeros es el de Tarija, que alcanzó a un 76% de importación de insumos sobre el total de las importaciones de ese departamento el 2005, para luego bajar un poco hasta el 2015 (63%) y recuperar el 2019 para llegar a un 77%. A diferencia de Oruro, las exportaciones de Tarija fueron ampliamente superiores a las importaciones en transcurso de los años presentados, aunque con tendencia a achicarse. De todas maneras, sus importaciones son más productivas que las de Oruro.

Tres casos ascendentes en la importación de insumos y descendentes en la importación de bienes de capital son los departamentos de Chuquisaca, Pando y Potosí. Tres casos descendentes en la importación de insumos y ascendentes en la importación de bienes de capital (aunque de manera leve) son los departamentos de La Paz, Beni y Cochabamba. Por último, Santa Cruz pertenece a este último grupo pero con cambios más estables.

IMPORTACIONES PRODUCTIVAS

Conclusiones importantísimas se pueden extraer de este cuadro. Primero, es clara la altísima dependencia de la producción de los diferentes departamentos a las materias primas y bienes intermedios importados del exterior. Segundo, la importación de bienes de capital es muy baja respecto a la importación total y sólo 4 departamentos aumentaron en el tiempo dichas importaciones. Por lo tanto, desde hace 15 años la economía boliviana depende de la producción externa para producir, y sin duda, se prefirió facilitar la producción boliviana comprando insumos del exterior, sin hacer mayores esfuerzos por importar bienes de capital que implican transferencia de tecnología. Por supuesto, lo explicado se constituye en una de las principales barreras para lograr un mayor desarrollo del país, que además sea sostenible.

En este sentido, y ya en el ámbito de las propuestas, la tarea principal y pendiente por muchos años tiene que ver con la diversificación de la economía y por supuesto, la mayor productividad que genera mayores ganancias, mayor generación de valor agregado y por ende, mayor empleo y bienestar. Políticas económicas que incentiven este proceso pueden ser: impuestos y aranceles diferenciados con tendencia a la baja para incentivar la industria y la importación de bienes de capital (inversión  y transferencia de tecnología); mayor liberalización de la economía y seguridad jurídica como incentivo a la inversión, especialmente privada; incentivos impositivos y reglas claras para la inversión extranjera, dirigido ante todo a producción inserta en las cadenas de producción mundial; ayuda de emergencia para la pequeña y mediana industria por la paralización actual de la economía; planificación conjunta entre Estado y sector privado que permita aplicar incentivos claros con el objetivo de completar las cadenas de producción con empresas bolivianas; incentivar la producción de productos en los que podamos ser competitivos y contemos con ventajas comparativas aprovechando las potencialidades de cada región; y por último, promover el consumo de productos bolivianos sin necesidad de mantener falsamente una producción ineficiente a través de las compras o subsidios estatales.

Asimismo, en el ámbito estrictamente político, debemos pensar en priorizar las inversiones estatales en aras de una mayor eficiencia, dejando de un lado la corrupción y el despilfarro. Por otro lado, debemos pensar en una mayor y mejor distribución de la riqueza incentivando las potencialidades regionales, aplicando políticas que abarquen a las grandes mayorías con el objetivo de ampliar la base productiva como medida destinada a la reducción de la pobreza y la brecha existente entre las regiones.

En este orden de ideas, queda claro que el boliviano no sabe qué producir, cómo producir y con qué recursos hacerlo. Por esta razón, es importante cambiar el enfoque de las políticas dejando de pensar en el Estado productor, para convertir su accionar al de un Estado facilitador y regulador de la economía, con una capacidad institucional que propicie un ambiente propicio para las inversiones y la producción. En este sentido, proponemos algunas políticas para reactivar la economía, pensando siempre en que la crisis sanitaria, deberá aminorar sus efectos para que ahora sí, de manera seria retomemos la construcción del aparato productivo casi inexistente.

  • Un dato curioso es que el 76% de las importaciones bolivianas son: materias primas, bienes intermedios y bienes de capital. Por lo tanto, nuestros procesos productivos dependen de manera peligrosa de los productos de otras economías, como pudimos verificar en el cuadro presentado. Sin embargo, si se cuenta con el detalle de los insumos o bienes de capital que entran en los procesos productivos, podría promoverse medidas de política para incentivar y reemplazar las importaciones de este tipo, completando las cadenas productivas en pro del autoabastecimiento de la economía. Si logramos reemplazar estas importaciones sólo de insumos, la producción interna podría suplir casi 5 mil millones de dólares anualmente. Por otro lado, se debe cambiar la tendencia de estas importaciones, para poder aumentar de manera acelerada la importación de bienes de capital, y por lo tanto, promover la transferencia de tecnología.
  • La diversificación de nuestras exportaciones es quizás una de las tareas descuidadas por décadas, especialmente en la coyuntura de bonanza desperdiciada por el anterior gobierno. Dos políticas deben incentivar este objetivo: buscar mercados para productos no tradicionales, nuevos y con gran potencial (alta demanda internacional); promoviendo incentivos impositivos, facilitando créditos y condiciones sanitarias y de calidad, como producción boliviana. Una de las tareas más importantes es la de dotar a los departamentos de verdaderos parques industriales, para ofrecer todos los servicios a las empresas. Citamos a continuación productos nuevos o con una alta demanda o potencial, como: quinua, camélidos, azafrán, ajo, hierro, manganeso, litio, uranio, galio, entre otros.
  • La inversión extrajera debe ser uno de los puntales para exportar productos intensivos en capital y donde se requiere grandes inversiones y tecnología. Se deben imponer y negociar condiciones adecuadas con las transnacionales, pero también grandes facilidades e incentivos. En estos casos se requiere: un pago justo por la explotación; negociar que los proveedores de insumos o bienes intermedios que requiera la gran empresa sean empresas nacionales (completar la cadena y el Estado asegurar la calidad de la producción); responsabilidad social; cuidado medio ambiental; contratación de mano de obra nacional; entre otras. Esta medida implica además entrada fresca de divisas.
  • La Cámara de Industria propone subsidio a los salarios, flexibilizar la normativa laboral e incentivar el consumo de productos “hechos en Bolivia”, medidas con las que estamos de acuerdo.
  • La industria alimenticia debe ser incentivada de manera importante, con bancos de semillas, fondos rotatorios, dotación de tecnología e investigación para elevar la productividad y la transformación, planificando la misma, según mediciones de demanda y asesoramiento técnico. Se debe incentivar especialmente al pequeño productor campesino y no al gran empresario, como medida de distribución y redistribución, en pro de mayor eficiencia y sostenibilidad.

El gran problema cuando se proponen políticas económicas en general, es saber cómo efectivizarlas (o sea, la forma). Para tal efecto se propone la creación de una Corporación de Desarrollo descentralizada y autárquica por regiones productivas o por departamento. Su principal función: planificar el desarrollo productivo, financiar proyectos productivos, buscar y consolidar mercados, realizar investigación de mercados y ofrecer posibilidades de negocio, destinadas al mercado interno o a la exportación.

Para ejemplificar la propuesta, esta Corporación de Desarrollo, primero detecta cuáles son los productos para completar las cadenas productivas actuales (importaciones de insumos), elabora un proyecto de factibilidad, oferta el proyecto a los posibles inversores y financia el proyecto en condiciones muy favorables, de acuerdo a una priorización y aprobación por parte de un Directorio. Dicho Directorio debe estar compuesto por instituciones públicas y privadas. La fuente de financiamiento para estas Corporaciones será el Tesoro General de la Nación, en el entendido de que más de un 75% de los fondos son administrados por el gobierno central, por lo tanto, se debe asignar recursos a estas corporaciones para su administración descentralizada. Por lo tanto, las inversiones estatales deberán cambiar de enfoque y destino, invirtiendo en pro de la producción y el empleo. Adicionalmente, este proceso deberá ser acompañado con políticas de capacitación para el recurso más importante de un país, su recurso humano.

El gobierno actual propuso; además de los bonos, el alivio en el pago de servicios, reprogramaciones de créditos y el acceso a nuevos, y postergación en el pago de impuestos. Asimismo, propuso un plan de reactivación de la economía basado en la inversión pública dirigida a la construcción, a la agroindustria y al empleo, y en estos últimos días, un intento por insertar de manera definitiva el uso de transgénicos.  Sin duda, medidas quizás necesarias, pero en realidad poco creativas y fáciles.

El programa de alivio al empleo y creación de 600 mil puestos de trabajo, alivian la emergencia al tratarse de una contratación directa, aunque de manera precaria e insuficiente. Se reactivará el sector de la construcción y seguramente las importaciones de materiales y equipos de construcción.

Por otro lado, si se aprueba el uso de transgénicos, calculan que en un corto plazo podrían exportarse 500 millones de dólares adicionales a los 900 mil millones que se exporta actualmente (soya). Parece una medida interesante, pero polémica en términos de afectaciones a la salud y en términos ambientales, y con seguridad, muy discutible debido a que puede elevar la productividad, pero sólo de un pequeño grupo de empresarios y no en beneficio de gran parte de los pequeños productores.

Lamentablemente, y aunque se intente llegar con estas medidas a gran parte de la población, sin duda el sector que no será alcanzado es el sector informal, dado que es invisible en términos legales, por lo menos desde el gobierno central. Por eso es importante, descentralizar los recursos a las regiones en pro de la mayor eficiencia y democratización de la inversión pública. Es claro, que si bien un comerciante informal es invisible para el gobierno central, no lo es para el gobierno municipal, en vista de que cuenta con patente o permiso de funcionamiento.

Por último, el gobierno central sí debe encargarse de mantener la estabilidad macroeconómica del país. Probablemente el mayor reto será adoptar una política fiscal y monetaria que evite la depreciación del tipo de cambio que aparentemente es el ancla que evita una transmisión rápida a la inflación, y por lo tanto, una mayor afectación a la población más pobre.

En este orden de ideas, la población en general debe entender que los problemas económicos del país no se originaron con esta pandemia, pero sí se magnificaron. Por lo que, esperando que este mal rato pueda durar lo menos posible, debemos iniciar un trabajo serio para construir una nueva economía, con las mejores personas con las que cuenta el país: nosotros mismos.