Escribió Aldous Huxley: “la gran lección de la historia, es que no hemos aprendido la lección de la historia”.
Hemos sufrido catorce años de la peste populista cocalera a la cual luego se añadió la peste china, de ambas no hemos salido, no nos hemos repuesto, ni vacunado.
Para aprender la lección, necesitamos recordar lo que nos aconteció y lo que continuamos padeciendo como secuela de la peste populista cocalera y mantenerlo presente en la memoria personal y colectiva para no caer en la trampa y evitar repetirla.
Vivimos con inseguridad y temor, embelecados por “el doble pensar Linerista” que se instauró en el país y que utilizando las medias verdades típicas de la izquierda, sigue agitando las frustraciones y también los odios de la población, la que ahora confinada en sus casas sobrevive temerosa y desconfiada.
Recordemos que la estrategia de poder cocalera busca distorsionar y manipular el sistema democrático y lo hace desvalorizando al ciudadano en sus principios de responsabilidad personal y social. De esta manera construyen un militante cocalero; que apocado, masticado y acullicado por la inseguridad y el temor puede ser manejado como un rebaño. Una manada que pasta en los cocales, abreva en las pozas de maceración, trapichea en las fronteras, se autoconvoca para amedrentar a los ciudadanos y recibir del Más, sus verdes quintos.
Ahora el masismo, hambriento de poder y añorando el dominio absoluto que tenía, busca recuperarlo y ataca a la frágil democracia. Aplica una persistente violencia revanchista y utiliza múltiples grupos de activistas, todos ellos muy bien financiados, motivados y adoctrinados para aterrorizar a la población.
El objetivo es que una buena parte de la población afectada por el populismo y la pandemia y en busca de una salida a sus temores, entregue su apoyo electoral a los narcococaleros que le ofrecen, seguridad, negocios, ilusiones, bonos y prebendas.
En esencia se trata de extinguir la democracia destruyendo al ciudadano libre y responsable, y colocándolo en una condición de dependencia y sumisión ante los dictados del Estado Totalitario. Un Estado centralista, encabezado por un cacique despótico que impone su poder por encima de todo límite y cuestionamiento.
El discurso masista y de reconquista del poder a cualquier costo, es permanente. Si revisamos, solo algunas declaraciones de los dirigentes masistas reproducidas por la prensa nacional, podemos conocer la esencia de sus principios y valores éticos y políticos y lo que nos espera como ciudadanos y como sociedad de caer bajo su comando.
Desde su exilio dorado Evo proclamaba: “Si de acá a poco tiempo, si volvería, o alguien vuelva, hay que organizar como Venezuela milicias armadas del pueblo”.
También instruyo telefónicamente a Yucra: “Hermano, que no entre comida a las ciudades. Vamos a bloquear, cerco de verdad, y ahora me expulsan de Bolivia y hay bloqueo hasta ganar, hermano”.
El dirigente masista Huarachi, durante un acto de apoyo a Evo en la ciudad de El Alto, exhortaba: “El uso de la dinamita es histórico y democrático. Hoy los mineros han dicho basta, alto, y han realizado una pasadita, un calentamiento”.
José Domingo Vásquez, confirmaba: “Al menos 40 mil mineros desbloquearán a punta de dinamitas”.
Henry Nina, Ejecutivo de la Confederación de Comunidades Interculturales de Bolivia, conminaba: “Damos 48 horas para que levanten sus supuestos, paros, bloqueos que están en las calles: dos, tres personas con sus “pititas” perjudicando al ciudadano, al desarrollo. Nosotros vamos a cortar el agua que va hacia la ciudad de La Paz”.
Últimamente en Cochabamba están proliferando los “Autoconvocados”, infatigables jornaleros que el masismo contrata y paga muy bien. Estos autoconvocados, después de haber realizado acuciosamente su tarea de bloqueo y amedrentamiento, “invocan y convocan” a los masistas para que le paguen por su trabajo.
Después de catorce años de dictadura masista cocalera y luego de la huida de Evo Morales, los Demócratas vía la sucesión constitucional lograron asumir el Poder Ejecutivo, aunque solo a medias, pues la mayoría de los funcionarios de los ministerios son fieles al MAS y trabajan cavándoles los camotes a las autoridades transitorias. Los Poderes Judicial y Legislativo y muchos Departamentales y Municipales, están a cargo de masistas militantes, los que trabajan día y noche para hacer fracasar el Gobierno Provisional. Los opositores hacen lo mismo.
Esto nos muestra que como herencia del masismo tenemos un Estado descuajeringado y tuco y que luego de la peste masista cocalera solo nos quedó la formalidad democrática, por lo que hay que trabajar para recuperarla y darle sustancia.
Recordemos que el Estado democrático y con separación de poderes, se lo constituyo para garantizar que la población pueda vivir con seguridad y libertad; sujeta a normas de convivencia iguales para todos y que garantizan la vida, la propiedad y el trabajo de las personas. En consecuencia la primera responsabilidad de los ciudadanos es recuperar la democracia y elegir gobernantes idóneos y honestos, cuyo principal trabajo como servidores públicos y no dueños del Estado, es proteger la vida, la seguridad, el trabajo y el orden público.