Maya, la sicurí de Otuquis, se recupera de las quemaduras antes de retornar a su hábitat

El reptil, de tres metros, responde bien a los tratamientos. Es un ejemplar adulto que presenta desnutrición severa.

Juan Manuel Ijurko

Consecuencias de incendios forestales. Foto. Hernán Virgo



Fuente: El Deber

Maya se ha convertido en la invitada estrella del Centro de Atención y Derivación de Animales Silvestres. Son cinco ayudantes que masajean el lomo quemado de una apacible sicurí mientras colocan una pomada para reparar la piel dañada. Ella, la sicurí, se deja. Casi parece sentirse adulada por tanto cariño.

El ejemplar mide poco más de tres metros y, según los expertos, se encuentra delgada. Yandery Kempff, directora de Recursos Naturales de la Gobernación, señala que está “desnutrida y deshidratada”. Apenas pesa 15 kilos cuando debería sobrepasar los 25 al tratarse de un animal adulto de 7 u 8 años perteneciente a la familia de las constrictoras.

La rescataron el pasado lunes en la zona Otuquis cuando huía del incendio que afectaba al parque. En un video que circuló por las redes, se veía a la sicurí extendida en la carretera mientras su cabeza descansaba en un pequeño charco de agua. La han bautizado como Maya en referencia al Ministerio de Medio Ambiente y Agua, puesto que el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Cernap) que recuperó al animal, depende de esa cartera.

Los próximos días, Maya será atendida en el zoológico municipal de Santa Cruz para completar su recuperación. Según comenta Kempff, el reptil tiene unos 50 cm de piel dañada por efecto de las quemaduras. Y si bien el tratamiento comenzó en el Centro de Atención y Derivación de Animales Silvestres, el traslado al zoológico responde a las mejores condiciones que disponen para atenderla. “Es un traslado temporal, matiza, porque en cuanto esté recuperada la liberaremos en su mismo hábitat”.

Víbora constrictora

En el oriente boliviano se la conoce como sicurí (Eunectes beniensis). Son víboras constrictoras de la familia de las anacondas que pueden alcanzar, en su etapa adulta, hasta los 4 metros de longitud y los 50 kilos de peso. Maya es un ejemplar macho que se refugia en las zonas acuosas o pantanos.

Otuquis representa un paraje ideal para estos animales. En época de lluvias, las pampas se convierten en inmensos pantanos, mientras que, en las temporadas secas, ofrecen lagunas apacibles a las sicurís.

La directora de Recursos Naturales de la Gobernación explica que “no son una amenaza para los humanos pues se alimentan de pequeños animales”. Su dieta abarca peces, anfibios, reptiles (incluyendo tortugas y caimanes), aves y mamíferos pequeños a los que aguarda paciente antes de atacarlos.

La sicurí está catalogada como una especie vulnerable en Bolivia. Su hábitat abarca las zonas bajas del país, desde La Paz y Cochabamba hasta los departamentos de Pando, Beni y Santa Cruz, un área que supera los 200.000 km cuadrados. El ecosistema pantanoso donde se cobija no resulta atractivo para asentar poblaciones. Sin embargo, la contaminación minera del agua, el avance de la frontera agrícola (especialmente de la soya), la expansión de campos de pastoreo para el ganado vacuno y la comercialización ocasional de su piel, están causando un fuerte impacto sobre las poblaciones del reptil.

Valor mitológico en la cultura cruceña

Muchas cosmovisiones antiguas consideraban a los reptiles como deidades protectoras del hombre. El arqueólogo del gobierno departamental de Santa Cruz de la Sierra, Danilo Drakic, recupera la estrecha relación que la cultura tradicional cruceña mantiene con los animales silvestres. “Es una relación íntima entre el cruceño y la fauna, una relación de respeto”, apunta. Para nuestros ancestros, continua su explicación Danilo, “los animales de la selva son como deidades con las que compartían la tierra”.

Las leyendas cruceñas destacan la figura del sicurí como protector del agua. El dicho “cuando se va el jichi, se seca la laguna” era una forma de exteriorizar esa relación. Drakic revela que desde mucho antes existe ese respeto y veneración por la víbora, como se demuestra en Santa Ana de Velasco donde se aprecia una representación en piedra de una sicurí de 25 metros de largo en el centro cultural “El viborón”.

El arqueólogo también recuerda que las crónicas españolas del tiempo de la conquista “reconocen que, antiguamente, la gente capturaba y cuidaba a estos animales y los alimentaba para pedirles sabiduría y protección en la comunidad”.

En los pueblos de la Chiquitania se replican infinidad de leyendas que tienen a la sicurí como protagonista de acciones buenas y malas, son formas de explicar la cotidianidad en las comunidades.